A veces solemos mirar por encima del hombro las manifestaciones más bastardas de nuestra cultura, con esto me refiero a que nos creemos superiores e inmunes a cualquier contaminación cultural del tipo frivolidades y farándula, sin embargo basta que aparezca en la tele la Luly para que nos quedemos pegados, embobados y felices, mirándole las tetas hasta un segundo antes de carraspear y decir que “puta que es tonta” o “cómo pueden poner estas cosas en televisión” con una altura moral que ya se la quisiera Tolstoy en un bar de la Rusia en blanco y negro. Mentimos, porque en el Chile del Cibermonday es imposible que un ser humano elegante, inteligente y correctamente domesticado por el arribismo de nuestra sociedad, sea tan idiota como para pensar en esas cosas que no son para gente adulta.
Pero más allá de la ficción y de la fingida religiosidad con que mentimos cuando decimos que hemos leído a Platón, la verdad es que en Chile la gente es frívola y buena pal hueveo. A la dueña de casa poco le importa la situación de Ucrania y en términos de porcentaje nadie sabe quién chucha es Alexis Tsipras. Del caso Penta la gente sabe que está metido Jovino Novoa (el mismo del caso Spiniak y quizá de qué otra cosa más); y del caso Cascadas el populacho supone que tiene que ver con algún río de una región que solo conoce por las fotos de los calendarios de las panaderías de Matucana. El mandomedio chilensis gusta del regetón y sueña con tener la tula brillante de Romeo Santos para decirle a su polola que nadie en el mundo es mejor que él, y poco le interesa si Bachelet juega a la ruleta con los recursos naturales de Chile, porque de la presidenta lo que más sabe es que tiene un hijo ladronzuelo que usa aros, roba plata, cambia planos y que por ahí la presi también tiene otra hija más rara que la cresta que alguien tiene metida en algún clóset de una casa de campo. Pero a pesar de esto los políticos nacionales y la prensa de este país se hacen los giles poniendo temas ampulosos en pauta mientras le dan como caja a las tetas de la Luly y ocultan que en realidad viven de la farándula y de las peleas de un programa de televisión porque en realidad eso es lo que la gente consume.
Italo Passalacqua
El viernes estaba viendo tele y me pegué en la Gala del Festival de Viña del Mar. Un desfile muy precario de lo que debería ser una gala de estrellas, pero que entretiene porque hace dar vueltas como ganado a todas las cabras bonitas de la TV y a los futbolistas menos flaytes del circuito. Animadores, luces, pantalla chica al extremo de su verborrea visual como pocas veces vemos y en realidad nada nuevo. Hartos vestidos de gala que uno dice “mira la wea que se puso” y de repente aparece Italo Passalacqua de la mano de su pareja y uno queda Plop. {destacado-2}
Contextualicemos. Italo Passalacqua En los 80’s, cuando la tele era más fascista que la chucha, y cuando hacían programas platinados con toda la faramalla que dejaba contento al ABC1 y que además se usaba para tapar con espectáculo y vedettes que a la gente se la mataba en las casas de tortura, a Italo Passalacqua se lo miraba feo porque todo el mundo comentaba, entre susurros, que era homosexual. Y dentro de una gama de epítetos como “maricueca”, “colipato”, “mariquita”, “fleto” o “maricón maldito”, se lo tildaba de impuro a la vez que nadie se atrevía a preguntarle directamente si es que se acostaba con hombres o con mujeres (cosa que era muy importante para una sociedad que encontraba más terrible amar a alguien del mismo sexo que poner electricidad o ratones en la vagina de una madre de cuatro hijos) porque esas cosas no se preguntan, no por respeto, sino porque por lo general la gente no sabe qué hacer con la respuesta. Luego, durante los 90’s a Passalacqua se lo pifiaba groseramente en el festival porque era el tipo que hacía las críticas y durante años, cuando se empezó a flexibilizar la mirada respecto de la diversidad sexual, solo se le atacó por sus comentarios artísticos aunque todos sabemos que al populacho y, sobre todo al rostro televisivo de moda, le seguía molestando el hecho de que fuera homosexual y entonces le hacían bullying encubierto cuando algún humorista le tiraba una talla o cuando ponían un voto con su nombre para reina del festival. Esa dinámica homofóbica que imperó fuerte en la televisión hasta hace unos pocos años es la que ha puesto el nombre de Ítalo en la boca de la gente que, si bien no sabe con precisión para qué mierda sirve un diputado, si sabe con certeza la vida íntima de la gente que ve en los programas de farándula.
Sin embargo ahora, con un valor que cualquiera llamaría “hombría” con todas sus letras, fue ese mismo tipo al que apuntaron con el dedo el que nos dio una lección de honestidad y de fortaleza al entrar de la mano de su pareja a esa gala del festival y dejó a las viejas pitucas con el canapé a medio tragar porque, más allá de que se tengan que quedar calladas porque ya no estamos en tiempos de mirar en menos a nadie, no se pueden explicar que un hombre ame a otro hombre y lo diga públicamente. Y los machos recios, que no tienen problemas en ver dos minas besándose o chupándose, y que aplauden con machismo la homosexualidad femenina, tuvieron que aguantarse el que en medio de la gala Ítalo y Patricio se besaran en la boca.
El Mercurio miente, excepto cuando habla de espectáculos
Los políticos mienten todo el tiempo. No podemos decir a ciencia cierta si una declaración es verdad o mentira y, casi siempre, uno está frente a sucesos noticiosos que son verdaderos “según el cristal con que se les mira”. Me explico: si Dávalos Bachelet dice que no hubo tráfico de influencias puede que sea cierto como que sea una mentira más grande que su ego. Por otra parte, cuando nos cuentan que hay espionaje con el Perú hay quienes aseguran que hubo espionaje y otros que aseguran que no hubo, es decir, no sabemos. Y dentro de este circo de verdades a medias la prensa es la que se encarga de tomar partido por una versión y casi siempre se queda con la versión menos cercana a la verdad.
Emblemático es en nuestro país el diario El Mercurio que no solo gracias a la señera frase “Chileno: El Mercurio Miente” que colgaron en el frontis de la Universidad Católica hace ya casi cinco décadas, sino además amparado por una enorme cantidad de noticias falsas, crueles y tendenciosas, ha llevado la jineta de Decano del periodismo en nuestro país a la par de que ha tenido la mala fama de apoyar los gobiernos menos cercanos a la humanidad o la verdad. Luego del Mercurio está La Tercera (el segundo diario más importante entre los dos que compiten, es decir, el último de la lista) de donde se desprenden un sinfín de pasquines tuberculosos como La Cuarta, La Segunda y todos esos que regalan afuera del metro para que uno no sepa dónde botarlos. {destacado-1}
Hago la corta: los periódicos, los medios de prensa en general, suelen mentir cuando hablan de política, cuando hablan de sociedad, de economía e incluso cuando hablan del clima. Pero si hay un momento en el que son honestos es cuando hablan de farándula. Pues podemos poner en tela de juicio cualquier titular en que aparezca Moreira, Longueira, Larraín, Bachelet, Lagos, MEO o cualquiera de ellos, porque la verdad de la política es, como decía más arriba, susceptible de tener dos versiones. Pero cuando dicen que una modelo se puso tetas es porque se las puso. O cuando dicen que un tipo le comió la mujer a otro es porque se la comió. En eso no hay dobles lecturas. No hay más honestidad periodística que en el periodismo más mal mirado de todos: el de farándula. Y esto que puede parecer una aseveración absurda no es más que una verdad tan simple y tan bonita que llega a dar asco. Porque mientras hay quienes creen que los medios de comunicación están para decir la verdad y lo exigen, no pueden soportar que en realidad gustan y piden a gritos que uno les mienta porque la gente no sabe qué hacer con la verdad y con la realidad. Pues la misma señora que pide saber qué es lo que hacen con sus impuestos es la que va y se endeuda hasta las cejas para comprarle un celular más bonito a su hijo flojo que entró a la universidad privada a estudiar periodismo porque no le dio el puntaje. Y el mismo caballero que se codea con el vecino en el metro y que alega por el alza del pasaje es el que vota por Piñera y cree que porque un tipo tiene mucha plata no va a robar siendo presidente… con esos argumentos la gente votó por Piñera, porque la gente no entiende que hay personas para las cuales nunca es mucha la mucha plata que tienen. Y bueno, así podemos seguir hablando hasta mañana lunes, pero el caso es que yo quiero decir nada más que el periodismo en este país, como en muchos países, está en el mejor de los casos solo al servicio de la publicidad (no has visto cuántos banners están por todas partes en este mismo artículo) y en el peor de los casos está además al servicio de las mentiras que nos obligan a creer los tipos que gobiernan el país y que dirigen a la gente como tú por un sendero de noticias y de pelotudeces que solo sirven para que vayas de camino al trabajo y sientas que algún día vas a poder cambiar el mundo y vas a conseguir tus sueños, pero eso no es cierto. Y lamentablemente la única basura que dice la pura y santa verdad es la de espectáculos; aquella que nos pone en un titular que una película se estrena el día X o que Ítalo Passalacqua besó a su pareja en televisión.
“La historia es nuestra y la hacen los pueblos”
Con esa frase Allende en su último discurso trató de decir algo trascendental, sin embargo se equivocó, o al menos no lo consiguió, porque la historia nunca ha sido nuestra y desde Pinochet en adelante los pueblos están al servicio de ver televisión, de fumar pasta base, de pelear por si Colo Colo es mejor que la U y están al filo de emocionarse con la vieja de Masterchef para luego salir a la calle a trabajar por un sueldo de mierda mientras ayudamos a construir el país que algún infeliz como Dávalos o Tompkins o Luksic loteará como si las regiones de Chile se jugaran en el Monopoly. Y esa historia, que se consulta en los diarios y que solo queda registrada en los titulares de alguna hemeroteca amarillenta, es la ficción de un grupo de empresarios que dibujan mentiras políticas en los tabloides publicitarios de cada día. Y los únicos documentales que la gente puede ver con gusto son esos recuentos del Menú de Tevito en que repasan una y otra vez los amoríos de la modelo con Zamorano o de la cacha que se mandó la esposa del Mago Jimenez con Pinilla.
Nuestra memoria histórica es una mezcla cuática de farándula y de falsedad. Una sopa de letras en donde se juntan los caldos de la clase obrera con los escupos de la clase burguesa. El resto es ficción y vértigo, pura challa. Pura entretención mezclada con realidad para señoras flácidas. Afortunadamente de repente tenemos fisuras en el paisaje y aparece Yerko Puchento diciendo Libertad al Pueblo Mapuche en un programa de concursos, o aparecen Los Vasquez gritando Patagonia sin represas en medio de una canción. O aparece Ítalo Passalacqua en una gala del Festival para recordarnos que más allá de todas las pancartas políticas de repente hay que hacer pequeños gestos. Nobles gestos que salen de la propaganda y que simplemente nos enseñan que en un país en el que nos llenamos el hocico hablando de igualdad aún no somos capaces de mirar con agradecimiento o con simple humildad a personas que se aman sin mirarse la denominación de origen. Por eso es que aplaudo que un tipo que padeció de lo peor de nuestro machismo y de la cara más grotesca del conservadurismo haya sido capaz de salir de la mano con el amor de su vida y caminar por todos esos otros que no pueden o no se atreven a hacerlo.
Gracias don Ítalo. Mis Respetos, mi más profunda admiración y espero que un día este país pueda reparar todo el daño que ha hecho durante tanto tiempo a personas como usted a las que se les apuntó con el dedo y se les sancionó únicamente por pensar, por ser o por sentir distinto. Y ojalá ahora empecemos a sancionar a los violadores de los derechos humanos, a los sacerdotes pederastas, a los malditos que atropellan y huyen y pagan a la justicia para no ir a la cárcel. Y que pongamos una letra escarlata a las nueras ladronas y a los malditos corruptos que si tienen todo el derecho a sentir vergüenza de ser quienes son.
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