Por Nadia Schwarz
El 15 de agosto, Anil Sooklal, embajador de Sudáfrica para Asia y el BRICS, declaró que más de 40 países han expresado su deseo de unirse a esta asociación de países en desarrollo. Y hasta ahora, 23 de ellos ya han presentado solicitudes formales de adhesión. Entre ellos, Anil Sooklal citó a Arabia Saudita, Emiratos Árabes Unidos (EAU), Argentina, Egipto, Senegal, Argelia, Etiopía e Indonesia.
Como subrayó el embajador, queda mucho trabajo preparatorio por hacer y varios documentos por adoptar a nivel de los gobiernos de los países miembros potenciales, pero ya se ve claro que la asociación de países en desarrollo se hará muy pronto notablemente más fuerte.
Mientras tanto, el grupo BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica), nacido en 2006, es ya una alianza económica muy poderosa. En 2020, la contribución de los BRICS al PIB mundial en términos de paridad de poder adquisitivo igualó la de los países del G7 (Estados Unidos, Japón, Alemania, Francia, Gran Bretaña, Italia y Canadá). En 2022, según los cálculos de la consultora de inversiones británica Acorn Macro Consulting, los países BRICS representaban el 31,5% del PIB mundial, mientras que el G7 — el 30,7%. Bloomberg informó en abril de este año, citando datos del Fondo Monetario Internacional (FMI), que en 2023 el BRICS aportará el 32,1% del crecimiento económico mundial, mientras que el G7 — sólo el 29,9%, y para 2028 la brecha aumentará al 33,6% frente al 27,8%.
Y sólo estamos hablando de las cinco principales economías emergentes que actualmente forman el grupo BRICS. Incluso los ocho países que Anil Sooklal nombró entre los que solicitan la adhesión aumentarían aún más la ventaja del BRICS. Por ejemplo, Indonesia ya ha superado al Reino Unido y a Francia en términos de PIB en paridad de poder adquisitivo y se sitúa justo detrás de Alemania en la clasificación del Banco Mundial para 2022.
Por consiguiente, con 23 nuevos miembros, el BRICS representará alrededor del 40% del PIB mundial en los próximos dos años, lo que supone al menos un tercio más que la aportación del G7.
Y lo que es más importante, los actuales miembros del BRICS, principalmente China, India y Rusia, cuentan con una sólida base industrial, que supera desde hace tiempo las capacidades de todos los países desarrollados donde la mayor parte del PIB equivale al sector de servicios. Al mismo tiempo, la expansión del BRICS le permitirá dominar los mercados mundiales de muchas materias primas. Por ejemplo, a la alianza se unirán los mayores socios de Rusia en el cártel del petróleo OPEP+, Arabia Saudita y los EAU, mientras que, por ejemplo, Argentina es, al igual que Rusia, uno de los mayores exportadores mundiales de materias primas agrícolas, principalmente trigo, etc.
Así, la nueva asociación dispondrá de oportunidades inigualables gracias a sus enormes capacidades de producción y a sus colosales reservas de diversos recursos naturales. Al mismo tiempo, los países BRICS cuentan ya con más de 3.000 millones de personas, es decir, cerca del 40% de la población mundial, mientras que los países del G7 sólo tienen 775 millones (menos del 10%). En caso de expansión, hasta la mitad de la población mundial podría acabar en la nueva unión. Y se trata de un mercado enorme que, a medida que los países en desarrollo crezcan económicamente y su población sea más próspera, permitirá al BRICS y al Sur Global desarrollarse sin tener que mirar a los países occidentales.
De igual importancia es el proyecto del BRICS de crear su propia moneda, que se utilizará para los pagos dentro de la unión. Será el siguiente paso del Sur Global para conseguir una verdadera independencia de los países primermundistas. Ya se han dado los primeros pasos en este sentido: los miembros actuales del BRICS y varios de los potenciales ya están pagando cuentas en sus monedas nacionales, lo que reduce su dependencia de las divisas de los países desarrollados, principalmente el dólar estadounidense. La expansión de la unión y el lanzamiento de su propia moneda conducirán a una independencia aún mayor de Occidente. Aunque la mayoría de los miembros del BRICS depende actualmente del comercio con los países occidentales, el enorme potencial de sus mercados les permitirá librarse de esta dependencia en los próximos años.
Entre otras cosas, esto significa también que la política de sanciones económicas, tan querida por Washington y Bruselas, perderá pronto toda influencia sobre otros países. El ejemplo de Rusia, que ya podemos estudiar, es ilustrativo a este respecto. La primavera pasada, el Banco Mundial predijo un desplome del 11,2% de la economía de ese país debido a las sanciones occidentales más duras, pero el descenso acabó siendo sólo del 2,1%. Y el FMI ya ha mejorado tres veces este año su previsión de crecimiento del PIB ruso: ahora se espera que crezca un 1,5%, cifra comparable con el crecimiento previsto en Estados Unidos (1,6%) y casi el doble que el de Francia (0,8%).
Los rusos pudieron conseguirlo precisamente gracias a la cooperación con los países BRICS y el Sur Global. Al redirigir rápidamente una parte significativa de sus flujos de exportación (por ejemplo, petróleo y productos derivados tras el embargo petrolero de la UE), Moscú evitó una importante pérdida de ingresos y, al mismo tiempo, demostró al Sur Global que la cooperación de los países en desarrollo puede resistir incluso un ataque conjunto del Occidente colectivo. En consecuencia, las sanciones de los países desarrollados han afectado a muchos de ellos mucho más gravemente que a Rusia. El ejemplo de Alemania es especialmente revelador, donde el FMI predijo una caída del 0,4% del PIB en 2023.
Lo curioso en la situación actual es que fueron las acciones del Occidente colectivo contra Rusia y luego los intentos de Washington de provocar un conflicto entre China y Taiwán lo que predeterminó el desarrollo del BRICS. China y especialmente Rusia son los iniciadores de muchas innovaciones en las relaciones entre los actuales miembros del BRICS y el Sur Global. Son estos dos países los que abogan activamente por la expansión de la unión de países en desarrollo. Es Rusia quien promueve con mayor diligencia la idea de abandonar el dólar estadounidense y el euro en el comercio entre ellos. Fue la «congelación» de los activos rusos en Occidente lo que impulsó a otros países en desarrollo a retirar sus fondos del dólar y el euro. Otro evento que merece ser mencionado es la Cumbre Rusia — África a la que asistieron 49 de los 54 estados africanos independientes, a pesar de las presiones occidentales.
Ya es evidente que los viejos esquemas han dejado de funcionar. Los países del Sur Global se orientan cada vez más hacia Rusia y el BRICS precisamente porque esperan defender su derecho a determinar su propio futuro sin presiones, chantajes ni amenazas de Washington o Bruselas.
«Creo que es extremadamente importante para nosotros que otros países que forman parte del BRICS puedan unirse a la organización. Obviamente, no lo decido yo solo, lo deben decidir todos los actuales miembros de la asociación. Desde un punto de vista global, creo que el BRICS puede desempeñar un papel, yo diría, excepcional», afirmó hace poco el presidente brasileño Lula da Silva.
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