Por Patricio Mery Bell
En Francia los chalecos amarillos fueron una organización sindical que protestaba contra las medidas económicas de Macron. Amarillo es el color que usan los basureros, los obreros, los imputados y los pobres cuando son llevados a la «justicia». Siempre clasista, patriarcal, capitalista, injusta, como lo planteaba Gramsci, o mejor dicho, según lo que yo entendí de lo poco que he leído del valiente diputado e intelectual comunista italiano qué pasó su vida en la cárcel, la hegemonía cultural dominante tiene un aparato ideológico de dominación, me imagino que se refería a la justicia y sus jueces y fiscales, que en Chile son los mocitos de los poderosos, de la UDI para ser exactos, el partido de Pinochet y del ideólogo de la corrupción capitalista, Jaime Guzmán.
La mayoría de alcaldes, diputados y empresarios vinculados a la corrupción son de esa línea política.
Daniel Jadue es un alcalde comunista que implementó durante 12 años una política popular de farmacias, librería, inmobiliaria, constructora, óptica y audiología. Para los que no conocen Chile, debemos decir que es el país más neoliberal del planeta, en donde la doctrina del shock transformó todas las aristas de la vida en un negocio.
Jadue cometió un delito por el cual está en prisión preventiva, el delito de rebeldía contra el sistema capitalista, el delito de dar dignidad al pueblo, el delito de creer que, por la vía democrática, en un sistema controlado por la burguesía y sus perros, lacayos del lumpen proletario, podría cambiar las cosas.
Jadue le tocó el bolsillo a la UDI, a las farmacéuticas y sus farmacias, al negociado de la vida. Acá en Chile todo tiene un precio, también la libertad.
Los medios de comunicación quisieron humillarlo, lo expusieron con el chaleco amarillo que utilizan los choros, pungas, delincuentes; Jadue se ganó el derecho de usar un chaleco amarillo, porque se rebeló en contra del pinochetismo sin Pinochet que sigue gobernando Chile.
Para los pobres, clasismo y opresión; para los ricos, sapos, infiltrados y disidentes controlados: plata, buenas pegas y negocios. Sobre todo, impunidad. Porque en Chile la libertad tiene precio.
Por Patricio Mery Bell
Periodista