El Che en esta América

El uniforme militar cubría la esbeltez de sus 36 años y también simbolizaba su arrojo, su firmeza, su condición de rebelde y su irrenunciable apego a las mejores causas

El Che en esta América

Autor: Sebastian Saá

El uniforme militar cubría la esbeltez de sus 36 años y también simbolizaba su arrojo, su firmeza, su condición de rebelde y su irrenunciable apego a las mejores causas. Se escuchaba el aplauso mientras caminaba hacia el podio.

Por Lilliam Oviedo

En diciembre de 1964, Ernesto Guevara de la Serna habló ante la Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas como representante del gobierno de Cuba.

Hoy, en una América donde exizquierdistas (quizás desde siempre derechistas disfrazados) encabezan proyectos de derecha o simplemente se suman a ellos con argumentos que definen un asqueroso pragmatismo, es preciso alzar la voz para pronunciar una de las frases contenidas en el histórico discurso: “Como marxistas, hemos mantenido que la coexistencia pacífica entre naciones no engloba la coexistencia entre explotadores y explotados, entre opresores y oprimidos”.

En noviembre del mismo año, en Santiago de Cuba, el Che afirmó que no se puede confiar en el imperialismo «ni tantito así». Y esa frase hay que dirigirla a quienes pretenden fortalecer su inserción en la derecha utilizando la ingenuidad política de ciertos grupos. Hay que decirles que es preciso sacar de nuestros territorios las bases militares yanquis y la bota del Comando Sur y romper los lazos con la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN). Que no habrá paz y bienestar para los pueblos si no se alcanza la soberanía.

A Gustavo Petro, quien asumió la presidencia de Colombia con la promesa de humanizar un capitalismo que se moderniza disfrazando su condición de inhumano, no eliminándola; a Lula Da Silva, quien ha logrado protagonismo electoral en Brasil derechizándose y comprometiéndose cada vez más con la más rancia derecha; a Gabriel Boric, el presidente de Chile, quien se une sin pudor a la posición de la OTAN, brazo armado de la hegemonía estadounidense, ante el conflicto armado que tiene a Ucrania como escenario.

Además de condenar la proclividad de cierto progresismo a conciliar con la derecha, hay que llamar la atención sobre la campaña fascista dirigida a exacerbar el patrioterismo y el odio racial y a inducir a gobiernos reaccionarios (el de República Dominicana, por ejemplo) a construir muros fronterizos. Se trata de perpetuar la infame etiqueta de ilegales colocada a muchas personas para negarles de facto derechos que ni la legislación creada a imagen y semejanza de la sociedad de clases puede desconocer.

En diciembre de 1964, ante la Asamblea General de la ONU, el Che Guevara reconoció también que `en esta Asamblea son mayoritarios los pueblos que tienen sus pieles tostadas por distintos soles, coloreadas por distintos pigmentos, y han llegado a comprender plenamente que la diferencia entre los hombres no está dada por el color de la piel, sino por las formas de propiedad de los medios de producción, por las relaciones de producción`.

A la derecha y a los progresistas cuyos nexos con ella les impiden condenar acciones contra seres humanos a quienes la sociedad de clases ha condenado a la miseria (como el maltrato de las autoridades dominicanas a parturientas haitianas a quienes la ultraderecha nacional patriotera califica como invasoras), hay que recordarles que el odio racial y la injusticia crecen a conveniencia de la clase dominante, que saca mayores beneficios de la explotación cuando puede convertirla en sobreexplotación y descarnado despojo.

SU VOZ TRASPASA EL TIEMPO

La voz del Che se alzó en la ONU en nombre del gobierno de Cuba porque el Che se identificaba con cada palabra pronunciada.

El Che es “un símbolo de la América todavía irredenta pero indómita”. Utilizar para describirlo las mismas palabras con que él calificó al independentista puertorriqueño Pedro Albizu Campos, es reconocer su indiscutible elocuencia y, más importante aún, destacar la fuerza de su ejemplo.

Otro gigante de esta América, Fidel Castro, en 1997 cuando fueron inhumados en Santa Clara los restos del guerrillero asesinado en Bolivia en 1967 por militares utilizados por el imperialismo como mercenarios (o como siervos sicarios), lo describió de la siguiente manera: “Che fue un verdadero comunista y hoy es ejemplo y paradigma de revolucionario y de comunista. Che fue maestro y forjador de hombres como él. Consecuente con sus actos, nunca dejó de hacer lo que predicaba, ni de exigirse a sí mismo más de lo que exigía a los demás”.

En octubre de 1967 el Che dejó de respirar, pero vuelve a nacer en cada revolucionario, en cada hombre o mujer para quien la injusticia es inaceptable.

En el año 2003, ante un grupo de estudiantes de derecho en Buenos Aires, Argentina, Fidel Castro dijo: “Son muchos los recuerdos que nos dejó, y es por eso que digo que es uno de los hombres más nobles, más extraordinarios y más desinteresados que he conocido, lo cual no tendría importancia si uno no cree que hombres como él existen por millones y millones y millones en las masas”.

En esos millones de seres humanos reside la esperanza. Cuando los adaptados proclaman que no hay razones para continuar la lucha, el mejor homenaje al Che es mostrar que sí las hay y destacar que al visibilizarlas se ensancha la firmeza de los pueblos.

Por Lilliam Oviedo


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