El colonialismo un cáncer que debe ser erradicado en el siglo XXI (I)

El colonialismo sigue vivo y se manifiesta de distintas formas. En este momento, en África se libran las batallas anticoloniales más importantes del planeta. Debemos conocerlas y apoyarlas.

El colonialismo un cáncer que debe ser erradicado en el siglo XXI (I)

Autor: El Ciudadano

Por Sergio Rodríguez Gelfenstein

En su magnífica obra “El imperialismo fase superior del capitalismo” escrita en 1916 y publicada por primera vez al año siguiente, Vladimir I. Lenin delinea ya en los albores del siglo XX, los contornos de la situación colonial que permite ubicarla como característica fundamental de la etapa imperialista de la sociedad capitalista.

En el Capítulo VI denominado “El reparto del mundo entre las grandes potencias” aporta innumerables cifras y “datos generales irrefutables de la estadística burguesa y de las declaraciones de los hombres de ciencia burgueses de todos los países, un cuadro del conjunto de la economía mundial capitalista en sus relaciones internacionales, a comienzos del siglo XX, en vísperas de la primera guerra imperialista mundial”.

Lenin cita al geógrafo alemán A. Supan quien afirmó que “el rasgo característico de este período es, por consiguiente el reparto de África y Polinesia”, sin embargo advierte que “…hay que ampliar la conclusión de Supan y decir que el rasgo característico del período que nos ocupa es el reparto definitivo del planeta”, pero establece claramente a continuación que “…definitivo no en el sentido de que sea posible repartirlo de nuevo –al contrario, nuevos repartos del mundo son posibles e inevitables-, sino en el de que la política colonial de los países capitalistas ha terminado ya la conquista de todas las tierras no ocupadas que había en nuestro planeta. Por vez primera, el mundo se encuentra ya repartido, de modo que lo que en adelante puede efectuarse son únicamente nuevos repartos, es decir, el paso de territorios de un ‘amo’ a otro, y no el paso de un territorio sin amo a un ‘dueño’.»

Precisamente, a ese nuevo reparto estamos asistiendo, al paso de territorios de un amo a otro y eso es patente en África, más que en ningún lugar del mundo. El líder africano, Ahmed Sékou Touré en su libro “África en marcha” escrito en 1967, confirmaba cincuenta años después que Lenin que tal situación era aún patente. Decía, cuando ya era el primer presidente de la Guinea independiente que: “Lejos de afirmar que el colonialismo está rebasado, debemos, al contrario, seguir con extrema vigilancia todas sus actividades en sus mutaciones nuevas, descubrir sus menores manifestaciones y combatirlas, a fin de poder destruir, a tiempo, todas sus maniobras directas o indirectas”: palabras proféticas que –otra vez- casi sesenta años después cobran plena vigencia. Las potencias coloniales han mutado en sus prácticas imperiales y se expresan a través de nuevas maniobras de todo tipo encaminadas a mantener su control del mundo y el saqueo de sus recursos naturales.

En varios trabajos sobre este tema he hecho referencia a que este reparto del mundo se consagró durante el Congreso de Berlín de 1884 y 1885. Este hito señala el inicio de la dominación colonial directa de África y su inserción tardía en el sistema capitalista mundial. En un ensayo escrito por D.P. Ghai citado por el economista cubano Silvio Baró, profesor del Centro de Investigaciones de la Economía Mundial (CIEM) de La Habana, se señala que en 1965 cuando se desataba el vendaval independentista en África, este continente  “suministraba el  22% de la producción total de cobre, el 67% del oro, el 90% de los diamantes, el 8% del petróleo, el 76% del cobalto y el 25% o más de metales menores como antimonio, cromita, manganeso, y otros del grupo del platino; y su parte está creciendo rápidamente en lo tocante a petróleo, gas natural, mineral de hierro y bauxita”.

Otra arista del sistema configurado en el Congreso de Berlín tiene que ver con elementos que apuntaron a establecer la estructura política del continente. En la época colonial, en África no existían estados nacionales. Tal como señala el investigador cubano, ya fallecido, Armando Entralgo, sólo se podía hablar de “tres niveles de desarrollo de la comunidad humana, las que precisamente explican el alcance de la resistencia que opondrían comunidades a la agresión extranjera”. Esos niveles son: estados multiétnicos como Etiopía, Egipto o Marruecos; pueblos con nexos temporales ocupando un territorio bajo dominio colonial de un país que le daba “identidad” en los marcos del sistema colonial e internacional y tribus con una fuerte identidad y raigambre en un territorio determinado.

Esta estructura fue destruida por el colonialismo, haciendo surgir -desde el ordenamiento colonial-, estados nacionales que nacieron desde la desarticulación y la atomización de las comunidades humanas y que no tenían nada que ver con la organización que ellas se habían dado en África. Así, al igual que en el resto del mundo, el colonialismo plantó para siempre la semilla de la discordia, que en África adquirió las características de “problemas inter-tribales, inter-clánicos, inter-étnicos y fronterizos” entre otros, como lo señalaba Entralgo acertadamente.

Los europeos no dejaron en África -como no lo hicieron en América Latina– la simiente de un capitalismo desarrollado, el mismo que de manera revolucionaria comenzó a desplazar al feudalismo como modo económico imperante en el planeta. En África se estableció una forma de capitalismo desnaturalizado y disminuido. Esto es lo que explica la inestabilidad política permanente que se ha hecho inherente al sistema: conflictos eternos y profundización del subdesarrollo.

La hipocresía colonial quiere ahora “hacerse cargo del asunto” para “salvar” a África de los males que ellos mismos crearon. En lo que va de siglo, Francia ha intervenido en Costa de Marfil en 2002, 2004 y 2011, en la República Centroafricana en 2003, en Chad en 2006 y 2008, en Yibuti el mismo año, en Mali en 2013 y fueron artífices junto a sus socios de la OTAN de la invasión a Libia y la partición de Sudán.

Sin embargo, como lo dijo él mismo presidente Macron en marzo del año pasado durante una visita a Gabón, «la era de la ´Francáfrica` ha terminado», lamentando que todavía se vea a su país como injerencista en los asuntos internos de las naciones africanas. Cuando hizo tal afirmación, había transcurrido poco más de un año desde el inicio de la operación militar especial (OME) de Rusia en Ucrania.

¿Podría decirse que la OME fue causante de la reciente debacle del poder francés en África? Es difícil dar una respuesta terminante en ese sentido, pero, de lo que no cabe ninguna duda es que tal hecho ha tenido una relevante influencia en la decisión de los Estados africanos de alejarse de Francia, lo cual no es más que otra expresión de la crisis estructural de la hegemonía occidental sobre el planeta, sobre todo cuando, en sentido contrario, cada vez mayor cantidad de países de ese continente se acercan a China y también a Rusia. Vale recordar que con el ingreso de Etiopía y Egipto al BRICS, el continente africano sumó tres miembros en ese organismo, más que Europa y América que solo tienen uno y solo por debajo de Asia, que cuenta con cinco. De manera tal que el protagonismo de África en el mundo nuevo que está naciendo es de indudable relevancia.

En ese contexto, Mali y Burkina Faso solicitaron a París que retirara las fuerzas militares de sus territorios, dada su total ineficacia en la lucha contra el terrorismo que había sido esgrimida como causa para su presencia en la región. En junio del año pasado, el canciller de Mali, Abdoulaye Diop declaró sin ambages que su paísno quiere que los derechos humanos sean instrumentalizados o politizados ya que no son prerrogativa de ningún país o civilización” y agregó: “Sorprende que algunos países que han practicado la esclavitud o la colonización hoy sean los que dan lecciones a otros de derechos humanos”.

Los cambios de gobierno protagonizados por jóvenes militares anticolonialistas y defensores de la soberanía de sus países, que han desplazado a líderes asentados en el poder gracias al apoyo de las metrópolis, han transformado la cara de la región y, en alguna medida, de toda África. Las amenazas de París como respuesta a la decisión de los nuevos gobiernos de expulsar a los militares europeos han sido respondidas con el acuerdo de Mali, Burkina Faso y Níger, de ir hacia mecanismos de integración avanzados que incluyan las áreas económicas, financieras y hasta las de seguridad y defensa.

Entre los antecedentes de estos países, además de un pasado colonial común, cabe destacar que en algún momento de su historia reciente contaron con gobiernos socialistas autóctonos, que fueron brutalmente combatidos y destruidos por la injerencia de la metrópoli en alianza con Estados Unidos, que, ahora, de forma oportunista, busca achacar de todos los problemas de África a Francia, a fin de abrirse un espacio que le dé presencia y relevancia en la África del futuro.

Así mismo, los tres países se han visto atacados por fuerzas vinculadas al terrorismo encarnado en Al Qaeda e ISIS, que se han filtrado a través de la frontera norte de Mali con Libia tras el asalto dirigido por la OTAN contra Muamar el Gadafi. Por otra parte, la obligación de estos países de utilizar la moneda franco CFA es expresión del control colonial que aún ejerce Francia en la región. Esta moneda está controlada por el Tesoro francés, el 50% de las reservas monetarias deben colocarse en ese país, al mismo tiempo que todas las monedas y billetes que siguen vinculadas al euro, se acuñan en la metrópoli.

Las protestas contra el CFA, llamada “la última moneda colonial” ha crecido durante los últimos años, como expresión del rechazo al control colonial francés sobre las finanzas de catorce países africanos. En consecuencia, los llamados al fin del CFA exponen tal vez como ningún otro hecho, el repudio al sistema colonial francés.

Por el contrario, los acuerdos de los países africanos con China y Rusia marchan a ritmos acelerados. Los pueblos africanos no olvidan que en el último medio siglo contaron con el apoyo multilateral irrestricto de China y Rusia, incluso en el terreno militar, para sacudirse del colonialismo, dando continuidad a la cooperación en la difícil tarea de erigirse en países independientes.

Es algo que ni Francia ni Estados Unidos pueden hacer, sabiendo que han dado financiamiento, armas y entrenamiento a estos grupos terroristas que han crecido bajo su cobijo en Afganistán, Irak, Siria y otros países. Según lo afirman algunos líderes africanos: “No puedes ser parte de la solución cuando eres parte del problema”.

En una lógica regional, es válido decir que la Comunidad Económica de Estados de África Occidental (CEDEAO) un instrumento bajo control colonial que cuenta con casi 400 millones de habitantes y 5.112.903 km², y que tenía 15 miembros, hoy se encuentra en franca crisis. Cuatro países están suspendidos y, de ellos, tres se han ido definitivamente, Burkina Faso, Malí y Níger. El cuarto, Guinea, también es muy probable que se aleje de la organización. Podría decirse que, no obstante a eso, la mayoría permanece, pero debe saberse que los tres que se fueron y el cuarto suspendido, hacen 3.000.000 de km², de los 5.112.903 Km²totales, es decir, un 60%.

En el trasfondo, hay una intencionalidad de darle carácter único y universalizar a la cultura occidental como si Occidente fuera todo el mundo. Lo dijo de otra manera el expresidente de Nigeria, Olusegun Obasanjo: “La democracia occidental no ha logrado funcionar de modo adecuado en África, ya que fue impuesta por los colonizadores”. El exmandatario nigeriano fue más explícito: “El ejercicio de la democracia de tipo occidental ha fracasado en el continente africano porque, con ese modelo político, se pasa por alto la opinión de la mayoría de la población”, resaltando que tal democracia constituye «un gobierno de pocas personas sobre toda la gente, y estas pocas personas son los representantes solamente de una parte de la gente, no los representantes de toda la gente de pleno derecho».

En este contexto, en vez de la democracia liberal occidental, Obasanjo opinó que en el continente debía aplicarse la «democracia afrocéntrica», diferente al sistema democrático occidental, ya que dicho sistema no tenía nada que ver con la historia y la cultura de los pueblos del continente. Finalizó afirmando que: «La fragilidad y la inconsistencia de la democracia liberal tal y como se practica, deriva de su historia, contenido, contexto y práctica», por lo cual, debería «cuestionar su desempeño en Occidente».

Será muy difícil que Europa -por su convicción de ser un jardín rodeado de selva como lo afirmó Josep Borrell, alto representante de la Unión Europea para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad- pueda aceptar un mundo multicultural, multiétnico y multipolar. Mucho menos que su concepto de democracia sea cuestionado y puesto en entredicho.

Pero los nuevos líderes de Mali, Burkina Faso y Níger, Assimi Goita, Ibrahim Traoré y Abdourahamane Tiani respectivamente, han comprendido la situación, han aprendido de su pasado y de los errores cometidos por algunos de sus predecesores, como Kwame Nkrumah y Thomas Sankara, y se dieron cuenta que el panafricanismo “debe ser algo más que una teoría contenida en libros superventas o escondida en discursos para agradar a las multitudes”.

Ahora, estos nuevos líderes están demostrando inteligencia estratégica y han comprendido que la principal alianza debe ser entre los militares y los pueblos, para que estos se conviertan en activos sujetos de la gestión política del Estado. Pero han ido más allá, están construyendo mecanismos comunes de defensa y seguridad, como estipula la carta constitutiva de la Alianza de Estados del Sahel formada inicialmente por los tres países. Su capacidad y visión de futuro los ha llevado a producir radicales cambios incluso para elegir sus aliados y trazar un rumbo distinto en el escenario internacional. En esa medida, han expulsado a los franceses, al tiempo que establecen sólidas relaciones con China y con Rusia.

En el marco de la descolonización, el continente africano, acogió con satisfacción la declaración conjunta firmada hace pocas semanas por Gran Bretaña y Mauricio reconociendo la soberanía de Mauricio sobre el archipiélago de Chagos y Diego García, quedando el Sáhara Occidental como el único y último país africano en espera del ejercicio por su pueblo de su derecho a la autodeterminación, reconocido por todas las organizaciones internacionales para cerrar el capítulo del colonialismo.

Son manifestaciones de la lucha anticolonial en el siglo XXI. Como se observa, el colonialismo sigue vivo y se manifiesta de distintas formas. En este momento, en África se libran las batallas anticoloniales más importantes del planeta. Debemos conocerlas y apoyarlas.

CONTINUARÁ…

Por Sergio Rodríguez Gelfenstein

Ponencia en el Simposio Internacional “Descolonización y cooperación en el Sur global”

Shanghái, 12 de noviembre de 2024.


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