El derecho al desarrollo

De los indicadores más importantes y que dan horizonte en la implementación de programas sociales y políticas públicas, porque permiten evaluar resultados con diversas mediciones y variables económicas es el desarrollo, sin embargo, también es un concepto utilizado con significantes y contextos muy diversos que ha provocado múltiples debates e interpretaciones.

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De acuerdo a Amartya Sen en su libro Desarrollo y Libertad es «un proceso de expansión de las libertades humanas» un compuesto de capacidades de las personas lejano a los indicadores de crecimiento del Producto Interno Bruto (PIB) o el Producto Nacional Bruto (PNB) o del grado de industrialización de ciertos destinos, pensando en un análisis turístico. Así, existe una distinción entre el desarrollo como libertad del desarrollo tradicional. Pero ¿qué implica esto?

Mirar el desarrollo como libertad tiene que ver no solo con tener más dinero, más inversión y más empleo sugiere también la capacidad de leer, escribir y calcular, la participación política y la libertad de expresión. Medibles en sí, pero también de las condiciones que necesitan los ciudadanos para acceder a esas capacidades.

Se hace referencia a una mejor atención en educación, en servicios públicos cercanos, en accesibilidad, en distancias considerables para realizar trámites, en un servicio y atención digna, en espacios recreativos, en trato digno e inclusivo, en atención pronta y expedita. En la misma situación que la tiene cualquier ciudadano común. A alguien que vive en una ciudad.

En esa perspectiva todas las personas que no tienen acceso a la participación política por hablar un lenguaje distinto a visitar un museo por padecer alguna discapacidad o por pertenecer a un grupo minoritario o históricamente discriminado son aquellas que su derecho al desarrollo se ve vulnerado, a la capacidad para ejercer esa libertad.

Desde un punto de vista económico quienes no puedan acceder a alguna cámara de comercio o representación empresarial, a servicios financieros y a educación contable, a servicios digitales, a tecnología, a siquiera tener un mínimo acceso al mercado global por internet sufren también de una violación a su derecho al desarrollo y en eso marcha el sentido de esta columna.

Por esa razón, las personas que están más alejadas, que se ven limitadas por lo antes mencionado, son las primeras a las que las políticas públicas deben atender, sin descuidar el derecho al desarrollo de los diversos organismos en sus justas dimensiones.

En el sentido más amplio de la palabra, el desarrollo ahora debe buscar descentralizar para redistribuir, y buscar el crecimiento y la prosperidad con capacitación, insumos, acompañamiento y seguimiento. Innovación, servicios y participación social. La prosperidad debe ser ahora compartida pero integral y descentralizada. Por eso son tan loables las políticas encaminadas a emparejar las cosas, a atenuar las desigualdades y desconcentrarlas.

Atender este derecho al desarrollo provocará menos migración, ya que habrá oportunidades reales de crecimiento en la entidad, procurará la identidad y el apego a la localidad, la reconstrucción del tejido social vulnerado por las políticas neoliberales y la delincuencia latente y sobre todo el cuidado del territorio, por su valorización y la viabilidad en un sentido económico.

El derecho al desarrollo desde la libertad cruza un eje transversal desde un punto de vista político, económico y social. Sin dejar de lado la valorización del territorio, su asociación, sus tradiciones, lo local. Para alimentar y fortalecer lo nacional, lo global.

El derecho al desarrollo, la capacidad de elegir, la libertad de decidir en todos los sentidos, hasta de su planificación familiar. Una felicitación a todas las que lucharon por su capacidad de elegir, su libertad de decidir.

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