El día en que la tierra se detuvo

Las redes sociales no necesitan ser exterminadas, aquello sería una propuesta absurda e hipócrita

El día en que la tierra se detuvo

Autor: El Ciudadano

Hubo tiempos extraordinarios en los que cruzábamos la calle para saludar al vecino, una época en la que nos sentábamos alrededor de una mesa para conversar mirándonos a los ojos, una era en la que, a lo sumo, hacíamos girar un pequeño disco con el dedo para esperar tono y comenzar a hablar animadamente.

Esos tiempos extraordinarios ya no existen, se esfumaron y no volverán. O eso creíamos hasta ayer, donde una falla masiva, de una de las corporaciones más ricas del mundo dejó en compás de espera a miles de millones de seres humanos, sin literalmente saber qué hacer frente a aplicaciones inertes, y de paso, a Mark Zuckerberg con U$ 7.000 millones menos en sus arcas.

Solo bastaron algo más de seis horas para causar desconcierto, desesperación y caos en el mundo entero, y es que el vacío generado por una falla, como la experimentada ayer, se vuelve para muchos en un retroceso a las cavernas del aislamiento y la soledad digital.

Y esto no es todo. Con más de 2.000 millones de usuarios de WhatsApp en el mundo, interactuar con el otro ya no es una ingenua y simple comunicación, hoy nuestra fe ciega en la tecnología ha relegado esta tarea a empresas privadas que transan, supervisan y cuantifican la información conforme a complejos algoritmos.

Eric Schmidt, actual presidente ejecutivo de Alphabet Inc., hizo una declaración escalofriante hace algo más de diez años: “…lo que la mayoría quiere no es que Google conteste sus preguntas, sino que le diga lo que tiene que hacer.”

Detrás de la comodidad de un teclado digital y de la sencillez de un rectángulo iluminado, yace una verdad irrefutable: hoy nuestros comportamientos y formas de consumo comunicacional nos pertenecen cada vez menos; hace tiempo que dejamos de ser clientes de las grandes corporaciones para transformarnos en los productos de ellas, y la desesperación que el “homo digitalis” experimenta cuando fallan sus pantallas ubicuas confirma esta insolente realidad.   

Las redes sociales no necesitan ser exterminadas, aquello sería una propuesta absurda e hipócrita, menos aún en el entendido de que muchas personas dependen de estos canales para mantener sus negocios. Sin embargo, necesitamos con urgencia auto examinarnos y volver a ese tiempo extraordinario en el que cruzar la calle, saludarse directamente, conversar cara cara (o con mascarilla de por medio), era razón suficiente para confiar en el otro y compartir la vida sin apuntar los dedos sobre un teclado virtual.

Por Maciel Campos

Publicista y Académico Facultad de Comunicaciones y Artes

Universidad de Las Américas


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