Por Carlos Gutiérrez P.
La primera incógnita ya está despejada. Donald Trump será el presidente 47 de Estados Unidos (logró 301 electores contra 226 de Harris) y podrá gobernar con una mayoría en la Cámara de Representantes (logró 212 contra 201 de los demócratas) y en el Senado (logró 53 contra 46 de los demócratas). También tiene una mayoría de gobernadores, 27 sobre 23 demócratas.
En el voto popular también obtuvo una buena ventaja, a diferencia de su confrontación con Hillary Clinton en 2016, obteniendo Trump más de 74 millones de votos (50,5 %), contra más de 70 millones para Harris (47,9 %).
En definitiva, un triunfo en toda la línea, lo que creo que nadie esperaba.
La segunda incógnita está pendiente y es la que ahora abre los espacios para todos los discursos y opiniones de expertos y opinólogos, centrándose especialmente en la figura de Trump, especulando sobre los derroteros de su gestión, particularmente en el plano internacional.
Pero antes de pasar a configurar una opinión al respecto, dos consideraciones:
Las opiniones de muchos actores considerados democráticos se han centrado en la figura justamente no democrática del presidente electo, con la cual podríamos coincidir, pero resulta insultante hacernos creer que al frente tenía a Sor Teresa de Calcuta en vez de Kamala Harris, y el apoyo de una orden mendicante en vez del Partido Demócrata.
Quizás la mejor definición es la que ha dado el comandante en jefe de la Guardia Revolucionaria Iraní, Hossein Salami, quien dijo que “los partidos Republicano y Demócrata, son como la Coca Cola y la Pepsi, lo mismo con la única diferencia de su color de piel”.
La otra consideración es que debiera ser objeto de análisis un poco más profundo sobre las razones del triunfo de Trump, ojalá algo alejada de los lugares comunes, en vez de la sola caracterización del jugador. También hay que fijarse en el juego.
En este sentido, sigo creyendo que el factor interno es lo más decisivo, como lo fue en la victoria, y como seguramente lo será en la gestión de su gobierno. En una encuesta de CNN a boca de urna el día de la elección, los temas más importantes que señalaban los electores eran: democracia, economía, migración, aborto y política internacional. En ese orden.
Junto a las elecciones presidenciales y parlamentarias, en algunos estados se plebiscitaban temas muy relevantes. Uno de ellos era sobre el derecho constitucional al aborto, que se puso en la papeleta en 10 estados. En siete de ellos fue aprobado: Arizona (61,1 %); Colorado (61,9 %); Maryland (74,9 %); Misouri (51,6 %); Montana (57,6 %); Nevada (64,1 %) y Nebraska (55,1 %), aunque este con algunos límites.
También se plebiscitó sobre la prohibición al voto para los NO ciudadanos estadounidenses, que es una política especialmente dirigida contra la población migrante. Se votó a favor de esta prohibición en los estados de Carolina del Norte (77,6 %); Carolina del Sur (86 %); Idaho (64,9 %); Iowa (75,8 %); Kentuky (62,4 %); Oklahoma (80,7 %) y Wisconsin (70,5 %).
Recientemente, el día 10, en un video, es el propio Trump el que dice: “Por una pequeña parte de lo que gastamos en Ucrania, podríamos cuidar a cada veterano sin hogar. Nuestros veteranos son tratados horriblemente. Del mismo modo, con todo el dinero que ahorraremos al poner fin a la migración masiva no calificada, obtendremos enormes dividendos para resolver esta crisis en nuestro propio país”.
Estos pequeños indicadores, más el hecho del triunfo republicano en los siete estados llamados bisagra, es un llamado de atención sobre la situación interna de Estados Unidos, su conflictividad y la sensación de fragilidad de su democracia. Pareciera que los republicanos sintonizaron mejor, sin lugar a dudas junto con su campaña mediática, con estas necesidades y sentimientos básicos de los estadounidenses.
Algo parecido a lo que le ha sucedido a la izquierda mundial en relación a los avances de las derechas, pero sobre lo cual solo se sigue en el campo de los lamentos.
En el campo internacional, es donde abundan las especulaciones, los estados de ánimo de quien se siente hipotéticamente ganador y quien perdedor. Hoy, todos le asignan posibles decisiones a Trump, asumiendo que tiene la capacidad de poder determinar los rumbos de los conflictos principales.
Al menos en términos de declaraciones podríamos considerar que:
- Ha definido que su competidor estratégico es China
- Que quiere terminar el conflicto en Ucrania
- Que no enviará tropas estadounidenses a pelear guerras ajenas
- Que sancionará a cualquier país que quiera abandonar el dólar como divisa
- Que seguirá apoyando a Israel, pero no quiere un conflicto con Irán
- Que exigirá a Europa mayor compromiso económico con la OTAN
- Que los aliados deberán pagar por la protección de Estados Unidos
- Que impondrá aranceles a todos los países en distintos grados
En mi opinión hay un factor fundamental que no ha sido considerado en este campo, la “ventana de oportunidad estratégica”, que se ha ido cerrando y no se encuentra a favor de Estados Unidos ni del atlantismo para poder imponer sus términos en posibles acuerdos o negociaciones.
Veamos los indicadores:
- La situación interna de Estados Unidos y Europa tiene una tendencia hacia la crisis y la decadencia, y no se vislumbran soluciones (ver las Cartas Geopolíticas N°4, 5, 6, 18 y 21).
- La guerra en Ucrania está perdida para la OTAN. Pudiera prolongarse, pero solo a costa del riesgo de un colapso total del Estado y la nación ucraniana, de una mayor división y crisis en la UE y la OTAN europea.
La Federación Rusa se potencia cada vez más en el campo económico, financiero, militar, tecnológico y diplomático. En el ámbito político e interno se ha fortalecido la corriente eslavista, el patriotismo ruso y el soberanismo económico. Ha superado razonablemente bien el mayor cúmulo de sanciones de la historia. Esta guerra ha significado una auto trampa estratégica para el atlantismo, porque el potenciamiento de Rusia es correlativo al despotenciamiento del atlantismo.
La iniciativa estratégica en la guerra la tiene Rusia. Ha conquistado nuevas regiones más allá del Donbas, las cuales son muy ricas económicamente; el desgaste del ejército ucraniano es severo; hay grietas en el apoyo occidental a Ucrania; aumenta el potenciamiento del ejército ruso y por lo tanto no hay razones para una negociación que no considere todas las demandas rusas actuales. La amenaza de un despliegue de tropas otanistas o nuevos armamentos, solo escalará el conflicto a un nivel cada vez más peligroso para Europa. Por ahí no va la disuasión hacia Rusia. - China también es cada vez más potente en los campos económico, tecnológico, militar y diplomático, y la tendencia de su poderío va en ascenso. Ha fortalecido y estrechado su cooperación militar con Rusia, socios estratégicos, y otros países vecinos. Ha demostrado su “determinación estratégica” en relación a Taiwán y sabe jugar con el tiempo y las enseñanzas que le ha dejado el conflicto en Ucrania. En la región tampoco tiene competidores de fuerza.
- Irán también se ha fortalecido a pesar de las sanciones en su contra. Desde el año 2023 ya es socio de los BRICS, que le permite una espalda económica y política muy importante, y también tiene una alianza militar estratégica con Rusia (en el actual conflicto se ha visto el apoyo armamentístico de Rusia). Una negociación con Irán es posible, y podría ser beneficiosa para el país, pero hoy día está en mejores condiciones para sentarse a esa mesa.
- El conflicto en Medio Oriente parece ser también una guerra de desgaste, que en este caso afecta más a Israel, tanto en lo económico, como en lo militar y el propio apoyo ciudadano interno. Se ha visto que mayor entrega de armamento y apoyo estadounidense no ha consolidado una victoria israelí, por lo tanto, solo queda un espacio para negociaciones políticas.
- Corea del Norte legalizó una alianza estratégica con Rusia en el plano militar con la firma del presidente Putin el 9 de noviembre ratificando el Tratado de Asociación Estratégica Global, que considera el apoyo mutuo militar en caso de agresión contra una de las partes. También ha avanzado notablemente en la complejidad de su arsenal militar.
- Para la región africana, Rusia ya ha firmado acuerdos de cooperación regular técnico-militar con 33 estados africanos, y consolida su presencia a través de la diplomacia de cumbres, como ha sido la reciente conferencia ministerial del Foro de Asociación Estratégica Rusia-África, con la participación de 54 delegaciones oficiales. También en este continente ha aumentado en forma importante la presencia y la asociación china en el campo económico, energético e infraestructura. También en el BRICS están participando una cantidad importante y relevante de países africanos.
- El fortalecimiento de la alianza BRICS en sus distintas esferas, aunque todavía tiene mucho camino que recorrer, es una excelente cobertura para países más pequeños que buscan mejores oportunidades económicas y un nuevo sistema internacional más justo. Su proyección también aparece como auspiciosa, y se ve difícil un retroceso. Al calor de esta alianza y de acuerdos bilaterales han aumentado las oportunidades para un intercambio comercial en monedas nacionales, lo que también asoma como una realidad que no se detendrá, porque esta alianza configura el futuro económico-comercial y financiero de la mayor parte del mundo.
- Con la OTAN tendrá una relación contradictoria y tensionada. Por una parte, no puede prescindir de un aliado que, siendo débil, proyecta una imagen de solidez y además opera con tanta genuflexión hacia su líder. Por la otra, es su patio trasero económico: le vende productos más caros de los que podía conseguir comerciando con Rusia; le vende prácticamente todo su arsenal del complejo militar-industrial; le arrebata industria y talento que emigra a Estados Unidos; le exige pagar más por la protección. Con toda la amenaza que supondría Trump para Europa, esta sería la oportunidad de “liberarse” de tal liderazgo y aspirar por lo menos a ser un jugador de segunda división en el contexto mundial. Aunque para eso necesitaría de líderes menos pusilánimes que los actuales.
En definitiva, al triunfo de Trump se le presenta un nudo gordiano. Ganó con una promesa de hacer América grande otra vez, poniendo el acento principal en su escenario interno que tiene varias urgencias que atender. Pero, a su vez, se le exige una participación determinante en el campo exterior, que no parece ser la cuestión principal para el pueblo estadounidense, y donde tampoco parece tener las capacidades ni es el mundo de principios del siglo XXI donde dominaba sin contrapesos.
Parafraseando a la tesis sobre la situación revolucionaria: los de arriba ya no pueden y los de abajo ya no quieren.
Creo que tendrá que elegir si quiere, como parte de su narcisismo, dejar una huella histórica (al estilo Roosevelt y el New Deal) y un legado de mejoras en la vida de sus ciudadanos y una mejor imagen internacional de su país. Y para eso no puede optar por escalar y aumentar los conflictos, menos en la cantidad de flancos que actualmente tiene abiertos y ante países más potentes que antaño.
Por Carlos Gutiérrez P.
Carta Geopolítica 22. 12 de noviembre de 2024
Centro de Estudios Estratégicos – Chile [[email protected]]
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