Interpelar al Frente Amplio desde la izquierda, nos exige una cuota de responsabilidad y respeto, de manera que la crítica y la discusión se erijan como proceso constructivo de la fuerza social y no como una disputa argumental sin horizonte político, ya que bien o mal es la instancia que hoy intenta dar cuerpo a un proyecto contra hegemónico que ponga fin al neoliberalismo en Chile.
No obstante, al menos en política, nada es lo suficientemente nuevo, como para no ser deudor de la historia, ni lo suficientemente diferente como para no acusar semejanzas. El jueves recién pasado, 18 de enero de 2017, el Frente Amplio baciló ante la política del marketing y decidió pactar con ella. En una movida poco afortunada ejerció un veto personal contra el militante del partido País Alejandro Navarro.
Encabezados por el Movimiento Autonomista – fuerza de dos grandes victorias para el movimineto popular (a contrapelo de la Izquierda Autónoma) como lo han sido Gabriel Boric en Magallanes y Jorge Sharp en Valparaíso – seis fuerzas del Frente, pusieron entre la espada y la pared a PAIS: No pueden quedarse en el Frente Amplio si Navarro tiene aspiraciones presidenciales. El nombre de Alejandro Navarro fue vetado, incluso para una primaria en la que la gente pueda decidir entre más opciones del conglomerado, el tema en cuestión no fue si se llevan candidatos o no, el tema fue que Navarro no podía ser ese candidato, aun cuando sea electo democráticamente.
¿Cuál fue el motivo del veto? ciertamente los compañeros del Frente saben de la falsedad del «episodio de la moto» en el que la ministra del Trabajo Evelyn Matthei, mediante su súpertintendencia de seguridad social, rechazó tipificar un accidente de Navarro como «laboral», favoreciéndo a la Mutual Chilena de Seguridad, en circunstancias que el Senador del Biobío investigaba el millonario fraude de las mutuales en las que por sociedades espejo lucran con el dinero de los trabajadores, no reconocen las enfermedades laborales como tales, y obligan al fisco a asumir millonarios costos.
Si no fue por eso, tampoco fue porque como diputado en los años ’90 alzó la voz cuando todo el mundo político callaba y dijo «tierra para el pueblo mapuche», ni por denunciar la militarización de la araucanía, ni por las acciones judiciales a favor de los y las lamien. Tampoco fue por oponerse a la ley de pesca desde sus inicios, denunciar que las empresas pesqueras habían comprado a los líderes sindicales y que financiaban campañas políticas, lo que le costó el veto de la vicepresidencia del Senado ante la defensa coorporativa de los senadores de todos los sectores. Tampoco fue por encabezar la campaña «más médicos» y denunciar la mafia del Colegio Médico y la prueba EUNACOM, que impide a los extrangeros atender en la salud pública, pero que les da libertad de acción en la salud privada. Tampoco fue por defender a Cuba y a Venezuela, cuando la izquierda en Chile mantenía, y sigue manteniendo un silencio complice con la prensa imperialista. Ni fue por pronunciarse contra el golpe en Brasil, o por hablar a favor del Pueblo Palestino. No fue por haberse ido de la concertación el año 2008, ni de la Nueva Mayoría el año 2016, cuando estos pactos renunciaron abiertamente a sus programas de transformación. Tampoco fue por no tener aportes reservados, ni por anticiparse diez años a la complicidad mefistofélica entre los negocios y ls política con más de cinco proyectos de ley que regulan el financiamiento y las formas de hacer campaña. No fue por ser el primer parlamentario en oponerse abiertamente a las AFP y denunciar las fusiones ilegales de éstas, ni por ser el único parlamentario invitado al conflicto de Chiloé por los movimientos sociales cuando era presidente de la comisión de Medio Ambiente, cargo al que renunció cuando la comisión no cumplió sus compromisos. El etcétera sería kilométrico, y el veto no fue por ninguna de esas razones.
Lo que aconteció el jueves 18 fue inspirado en una razón absolutamente diferente. Las fuerzas política no quisieron tener cerca la figura de Navarro, porque su figura resta novedad al aplaudido nuevo impulso de la izquierda – justamente aplaudido, que de eso no quepa duda -. Asociarse con Navarro es asociarse con su historia de lucha desde que fue expulsado de la Universidad de Concepción como parte de la Federación de Estudiantes en tiempos de dictadura, lo que lo constituye en una figura difícil de vencer, incluso en una primaria, y por otro lado también es asociarse con los costos comunicacionales de decenas de demandas en su contra, por parte de los poderes fácticos de este país, aún cuando todas las ha ganado. Ambas asociaciones que la política del marketing, esa de las posverdad, no perdona. El jueves 18, triunfó la lógica de la continuidad corporativa en las fuerzas del Frente Amplio, esa parte de lo viejo que queda enquistado en lo nuevo.