Si pudieras elegir, ¿qué preferirías? ¿Un mundo gobernado por una moneda virtual como el Bitcoin, que no obedece a los Estados ni a ningún tipo de patrón monetario, o un mundo gobernado por una moneda real en poder de las comunidades y basada en la miel, único producto de la naturaleza que tiene duración indefinida?
En este momento existe un consenso dentro de la comunidad financiera y económica que señala que en 2023 comenzará una nueva recesión mundial. Los análisis sólo divergen en la forma que tomará esta recesión, en los plazos de duración y en su profundidad. Al mismo tiempo, la opinión general mayoritaria advierte que el declive económico de Estados Unidos se hace evidente en relación al dólar. Es difícil imaginar que la moneda norteamericana pueda mantener su supremacía en el futuro y que no sea reemplazada por otra moneda o conjuntos de otras monedas en un mundo cada vez más multipolar. Más todavía si pensamos en el impulso que tomó el yuan de China, la gran súper potencia económica emergente del siglo XXI.
Como he señalado en otras oportunidades, este año estará caracterizado por la hiperamenaza. Por un lado, la humanidad enfrenta la amenaza del conflicto nuclear y por el otro, la agudización del cambio climático con la aparición, a finales de este año, de El Niño. Esta corriente marina semitropical va a disminuir la capacidad de absorción de CO2 de los océanos y podrá elevar sustancialmente el sobrecalentamiento del planeta. La conjunción de estas dos crisis, la climática y la nuclear, podrá incidir y marcar el camino a las alternativas al dólar como patrón monetario.
Un patrón monetario es la estructura en que se organiza legalmente un país para la circulación de su dinero. Durante mucho tiempo, se utilizó el oro como patrón por ser un material escaso y considerado como “valioso”. Este sistema monetario establece el valor de la moneda de un país en relación a la cantidad de oro que el país posee. El patrón oro ha sido el más utilizado por los países hasta 1971, cuando el presidente de Estados Unidos, Richard Nixon, lo reemplazó por el dólar.
Hoy en día, mientras transcurre la guerra por la invasión de Rusia a Ucrania, los inversores no están utilizando el dólar o el Bitcoin como moneda refugio. Al contrario, han vuelto a refugiarse en el oro.
Es por esto que podríamos sostener que se vislumbran para el futuro dos sistemas monetarios, aunque sería deseable un tercero. Por un lado, el sistema tradicional controlado por los Estados, pero ahora no basado en el dólar norteamericano sino en una canasta compuesta por las principales monedas gestionadas por organismos internacionales como el FMI (esta alternativa es la que propone China y algunos economistas ganadores del Premio Nobel). Y, por el otro lado, el Bitcoin, que es el sistema preferido por el mundo empresarial ya que no tiene el control de los Estados y dicta sus propias normas de regulación en base al comportamiento de los mercados.
Finalmente, agregaría un tercer sistema, que es mi preferido. Este sistema tendría que surgir de las propias comunidades a la hora de hacer frente al colapso climático y nuclear.
El sistema monetario surgido desde las comunidades es básicamente uno que permitiría practicar el trueque respaldado por algún patrón en una situación de supervivencia. Esta situación podrá presentarse cuando las comunidades se sientan abandonadas y los Estados y los mercados no puedan neutralizar los grandes peligros que acechan a la humanidad.
El patrón de este sistema podría ser la miel, un producto orgánico de duración indefinida que está al alcance de la población que la puede cultivar. La miel es un producto indispensable para la vida humana y estamos obligados a cuidar a sus productoras, las abejas, ya que de ellas depende la polinización de los cultivos.
El Bitcoin nos hace esclavos de Internet, de los satélites y de la tecnología que se ha desarrollado para que algunos pocos puedan disfrutarla. Al mismo tiempo, nos hace desviar el uso de la energía. Si consideramos al sistema de Bitcoin como si fuera un país, sería el quinto del planeta en materia de consumo energético. Además, nos lleva hacia una libertad vigilada y toda libertad que no se traduce en autonomía es falsa.
En cambio, la miel es un alimento noble que nos entrega la naturaleza y que será indispensable para regenerar la vida en el futuro. Creo que vale la pena jugársela por la miel y por sus mentoras, las abejas.
Por Manuel Baquedano
Presidente del Instituto de Ecología Política
Publicado originalmente el 9 de marzo de 2023 en Poder y Liderazgo.