Me dirás que el título no invita a la lectura y llevas razón. ¿A quién le importa el G20 y el FMI? Edward Prescott dice que, a su juicio, más vale eliminar los organismos inútiles pero nadie le hace caso. De modo que henos aquí en plena reforma del Fondo Monetario Internacional, FMI, negociada en el G20. Reforma, lo que se llama una reforma no. Una manito de gato, un enlucido, un revoque.
Hace más de un año el G20 decidió (¿en nombre de quién?) transferirle a los países emergentes un 5% de los derechos de voto del FMI. Un cinco por ciento. Tremenda reforma. En comparación, solo China y la India representan un 40% de la población mundial. En otras palabras los que manejan la manija son los mismos de siempre. Los Estados Unidos siguen disponiendo de su derecho a veto. G20, alguna vez te lo dije, significa Gattopardo 20.
Aparte de estar de acuerdo en muy poco, en el G20 no están de acuerdo en nada. Los Estados Unidos culpan de sus propios déficits a China y a los países emergentes, cuyas monedas habría que revaluar para hacer más competitivos los productos yanquis. (Un chusco del norte dice: “Como todo es importado, lo único made in USA que puedo consumir son la cerveza y las putas. Mala suerte, una empresa brasileña acaba de comprar Budweisser…”). De ese modo, un problema puramente estadounidense pasa a ser de responsabilidad del prójimo. Ahora los Estados Unidos inventaron otra argucia: Condenar los países cuyos excedentes comerciales superen el 4% de su Producto Interno Bruto, PIB… La gritadera fue planetaria, pero en Chile, cuya estrategia de crecimiento está basada en las exportaciones, Piñera y Larraín callan, lo que prueba que hay gente obediente.
En fin, que según los adalides del libre mercado hay que ser competitivo, pero no mucho. Timothy Geithner, secretario del Tesoro del imperio, le pide a los países del G20 que «se abstengan de políticas cambiarias diseñadas para lograr ventaja competitiva, ya sea debilitando su moneda o evitando la apreciación de una moneda infravalorada». El ladrón detrás del juez. Y exige de algunas economías emergentes que revalúen su moneda de forma gradual. Los chinos le sugieren amablemente que se ocupe de sus nalgas y que concentre sus esfuerzos en ordenar el burdel que tiene en casa.
Para que nos entendamos, revaluar la moneda es lo que ocurrió con el peso, que pasó en un breve período de tiempo de $750 por un dólar a solo 480. De ese modo, un currito chileno, cuyo salario es de 300 mil pesos, vio “aumentar” su salario de U$400 a U$625, y perdió “competitividad”. Cada mes sigue recibiendo sus 300 luquitas pero en el “mercado mundial” su costo aumentó en un 56,25%. Lo que constituye una razón más que suficiente para no aumentarle el salario que recibe en pesos. ¿Capici? Esa es la razón que lleva a los EEUU a practicar en los hechos la llamada devaluación competitiva: bajando la tasa de cambio del dólar bajan de facto los salarios relativos de su mano de obra y los precios de sus productos, al tiempo que aumentan el precio de los productos importados.
Por otra parte Washington desea que los países con déficit «impulsen el ahorro nacional mediante la adopción de compromisos fiscales a medio plazo consistentes con niveles de deuda sostenibles y mediante el fortalecimiento de sus exportaciones». Dicho lo cual practica el no muy sofisticado deporte del Quantitative easing, que consiste mayormente en seguir emitiendo moneda sin respaldo, aumentando los déficits ya gigantescos y disuadiendo el ahorro…
El director del FMI, el “progresista” Dominique Strauss-Kahn, le pide al G20 más “fiscalización internacional” en materia financiera. Visto que su oficina está en Washington le saldría más barato llamar a Timothy Geithner (que hace ya mucho tiempo declaró que la fiscalización internacional se la suda) para sugerirle que predique con el ejemplo.
Como te decía, la pretendida reforma del FMI es una manito de gato, un enlucido, un revoque. Los que manejan la manija son los mismos de siempre y los Estados Unidos siguen disponiendo de su derecho a veto. G20, significa Gattopardo 20.
Por Luis Casado
Polítika, segunda quincena noviembre 2010
El Ciudadano N°91