El 14 de mayo pasado la bancada de senadores del Partido Socialista se reunió por primera vez con el ministro del Interior Jorge Burgos. A la cita le llevaron un regalo: el libro que lleva por título “Contrademocracia: La política en tiempos de desconfianza” (2007), del intelectual francés Pierre Rosanvallon. ¿Por qué llevarle este libro de presente y no la serie televisiva House of Cards?
Si los escándalos de corrupción se incubaron en las instituciones de la transición pactada fue porque las mayorías ciudadanas no construyeron contrapoderes efectivos que se opusieran a las prácticas corruptas de la casta político-empresarial. En otras palabras, “el interés general no le supo ganar a la política”. No obstante, se rompió el vínculo de confianza entre las instituciones (Congreso y Gobierno) y la “sociedad civil y, como si esto fuera poco, se impuso una desconfianza generalizada hacia la “democracia de legitimidad electoral”. Estas ideas se desprenden directamente de la lectura de la obra de Rosanvallon.
Las tesis de San Pierre Rosanvallon
Pero obvio. Y habría que agregar algo que Rosanvallon no dirá nunca para Chile: que no serán las instituciones propias del régimen político del modelo neoliberal las que le pondrán coto al enriquecimiento ilegal e ilegítimo de quienes han pervertido los principios democráticos e instrumentalizado los dispositivos institucionales en provecho particular. Sin embargo expresará otras ideas que a las fuerzas de transformación social podrían inspirar.
Atónitos hemos tenido que leer al cándido ex ministro PPD Jorge Insunza decirle a El Mercurio que actos impropios de un político experto como él, ex empleado de Enrique Correa en Imaginaccion y compinche de Francisco Javier Cuadra, el servil funcionario de Pinochet, son sólo “errores” productos de la “ceguera”. Pamplinas.
¿Hay acaso diferencia en el plano de la inmoralidad política y el abuso de funciones entre los políticos UDI y los PPD? Absolutamente ninguna.
Desde la otra perspectiva, la del pueblo trabajador decente, estudiantil, poblador, de mujeres, pensionados, ambientalistas y pueblo mapuche, la última década ha sido de una gran actividad de los movimientos sociales en lucha por demandas insatisfechas que han contribuido a la emergencia de una ciudadanía crítica y alerta ante los abusos de las elites dominantes.
Y pese a una cobertura de prensa obligada a dar cuenta de los escándalos que investiga el Ministerio Público de PENTA, Caval, Soquimich, Corpesca, Aguas Andinas, etc, la búsqueda de justicia para evitar la impunidad, en manos de fiscales honestos, puede ser obstaculizada por el poder político y económico, pese a las declaraciones y discursos de que no habrá arreglín; hechas por los ministros políticos Marcelo Díaz de la Segegob y del Interior, Jorge Burgos.
Ya hemos visto como han surgido con insistencia las críticas a lo que analistas de derecha llaman la “judicialización de la política”.
Lo importante de retener es que las crisis políticas de la clase dominante —de sus instituciones de democracia formal que junto con sus partidos de clientela se revelan incapaces de dar garantías y apariencias de legitimidad a los ciudadanos— son una oportunidad extraordinaria para las clases populares y sus múltiples organizaciones y movimientos sociales para actuar y avanzar en mayores grados de consciencia y variadas formas de organización social y política en pos de la disputa por la orientación que debe tomar la sociedad.
Pese a la represión y criminalización, y a contrapelo de la dirección a la que la llevan la derecha ultraneoliberal y la Nueva Mayoría de corte muy parecido.
La contra-democracia según Pierre Rosanvallon
Tanto así, que debido a aquello que los politólogos llaman “crisis de la representación”—profundizada por los casos recurrentes de corrupción de los partidos de la casta político-empresarial chilena— algunos autores de la derecha socialdemócrata han llegado a darle sustento teórico a la actividad ciudadana de rechazo y desconfianza hacia los poderes establecidos. Estos constatan la aparición de una “contra-democracia” en las sociedades neoliberales capitalistas donde impera el individualismo, la corrupción política, el endeudamiento alienante como modo de vida y, donde las grandes mayorías navegan en la precariedad e inseguridad material cotidianas.
Entonces, aquí, el dato aparentemente anecdótico del libro regalo de los jerarcas socialistas a Burgos hace más que sentido.
Es en ese libro donde el intelectual socialdemócrata francés elabora el concepto de “contra-democracia”. El mismo Rosanvallon advierte que este es un término engañoso, que no supone violencia social (que podría ser incluso legítima) sino que él lo utiliza para describir un “demos” (pueblo en griego) o ciudadanía (los gobernados) que ha dejado atrás la apatía, puesto que en realidad ha “mutado” y comenzado a dar muestras de capacidad de acción y de ejercicio cada vez mayor de un “poder de vigilancia” sobre los gobernantes (Congreso y Gobierno).
Precisemos que la teoría política liberal (en teoría por supuesto) también postula un tipo de contrapoder entre los mismos poderes, o de balanza entre ellos, para evitar derivas autoritarias o totalitarias que aplasten la libertad (el manoseado concepto del liberalismo de todos los pelajes).
Ojo, “la contra-democracia no es lo contrario de la democracia” aclara Rosanvallon: “es más bien la forma de democracia que contraría a la otra. Es la democracia de los poderes indirectos diseminados en el cuerpo social; la democracia de la desconfianza organizada (de los movimientos sociales y sindicatos) frente a la democracia de la ‘legitimidad electoral” (en crisis de abstencionismo en el país). Y Pierre Rosanvallon, quien ha venido a Chile a dar conferencias en la UDP acerca de los desafíos de la democracia contemporánea, ha identificado los diferentes “rostros” o formas de esta contra-democracia a la vez que ha tratado de demostrar su inscripción en la historia.
En su libro —el mismo que la dirección del PS le llevó de regalo al ministro del Interior—, el distinguido historiador y politólogo explica cuales son los diferentes rostros que asume esta contra-democracia. Esta recubre tres dimensiones dice: “los poderes de vigilancia”, que contrariamente a Foucault, esta vez, tienen por objetivo controlar a los representantes (congresistas y personal político) para obligarlos a respetar sus compromisos; “los poderes de sanción”, que impiden a los poderes políticos y económicos realizar ciertos proyectos (considérese la movilización social contra las represas depredadoras de HidroAysén o contra la minera los Pelambres del grupo Luksic), donde según Rosanvallon, “la soberanía popular se expresa por el rechazo u oposición tajante”; y, por último, “el ascenso del pueblo-juez y de lo que se ha designado como la judicialización de la política”.
La prudencia no es una virtud de la casta político-empresarial
Ahora bien, (y aquí se nota la influencia del francés en la intelligentsia chilensis), el foso entre “sociedad civil” e instituciones, que no cesa de profundizarse, puede degenerar (es la amenaza) en lo que el socialdemócrata de derecha llama “populismo destructor”. Empero, para la casta político-empresarial el populismo puede ser cualquier proceso que ponga en peligro su hegemonía política y la dominación del capital. Y para tratar de conjurarlo, la solución de Rosanvallon, y que el Gobierno de la Nueva Mayoría parece haber adoptado como estrategia política, es la “construcción de confianzas” en una actitud marcada por la prudencia: la virtud de moda que recién ha sido descubierta por el ministro del Interior, Jorge Burgos, pese a que Aristóteles la designó hace veinte y seis siglos como la virtud cardinal del político al servicio de la Polis.
Así pues, en términos aristotélicos, Insunza y Peñailillo son la expresión misma de la imprudencia política y de la crisis de los partidos del régimen. Es decir, de gente que deja guiar sus conductas por las pasiones como el dinero, el poder y la vanidad. Porque la ética, en su sentido original, es guiar su comportamiento conforme al bien. Y en política, conforme al bien de la comunidad política o a la vida buena conducida por la razón.
En lo que respecta a los dilemas de ética y política, Rosanvallon es claro y tajante en una entrevista acordada al vespertino Le Monde cuando afirma: “[…] es necesario que el comportamiento de los políticos pueda ser adoptado como propio por la sociedad. La filosofía política del interés general implica un comportamiento ejemplar. Esto no es posible, a los ojos de los ciudadanos, si los políticos no se desprenden de manera legible y neta de los intereses particulares (del interés personal por el lucro de cada político). La indiferencia conformista a esta moral política exigente zapa todo sentimiento de respeto hacia la autoridad” (*). Lean bien señores políticos del dupolio decadente.
La estrategia política del Gobierno para sortear la crisis política será de envolvimiento de la acción colectiva para neutralizar. Envolvimiento mediante la recuperación del tema de las reformas necesarias como la AC, la reforma laboral, la educacional. Para neutralizar su poder transformador. Obvio: la tarea del Gobierno y de sus partidos es salvar al neoliberalismo y las instituciones políticas que no han funcionado. Reformas superficiales, que por lo demás le son necesarias al sistema para descomprimir la presión.
El derecho de propiedad preocupa al duopolio impreso y a Icare
Los ministros “más poderosos del gabinete”, Jorge Burgos (DC) y Rodrigo Valdés (PPD), miembros de partidos que a su vez los apoyan, fueron a repetirle por enésima vez al empresariado de Icare algo parecido. Que la Nueva Mayoría seguirá siendo de manera intransigente la defensora del sistema político-jurídico y del eje del modelo neoliberal: la gran propiedad privada de los medios de producción y del capital financiero y productivo así como del mercado ordenado según las instituciones salidas del Golpe y ajustadas durante todos los gobiernos de la Concertación-Nueva Mayoría. No por azar el duopolio periodístico (El Mercurio y Copesa) editorializó (El Mercurio el sábado 13/06/15 y La Tercera el domingo 14/0615) acerca del “debilitamiento” y de la “estabilidad futura” del sacrosanto e inamovible derecho de propiedad. Y ahí mostraron la hilacha o el hilo conductor de lo que debe ser el corazón de la nueva Constitución que garantice derechos sociales y el reparto de lo común y no santifique el poder corruptor de la gran propiedad privada y su corolario, la búsqueda del lucro y la acumulación sin límites de capital en manos del 1%.
Construir confianzas sí, pero en un proyecto popular
Después de un breve interregno donde la retórica de las reformas y los mínimos avances de un proporcional corregido hizo creer en tensiones al interior de la NM, sólo cabe trabajar en pos de una ruptura democrática con la institucionalidad vigente. Lo que implica reforzar las movilizaciones y luchas sociales a la vez que impulsar un proceso constituyente popular que culmine en una AC que impida que sean instituciones sin legitimidad como el Congreso (9% de confianza, CEP), el Gobierno (25% de confianza, CEP) o los inefables partidos del duopolio (3% de confianza, CEP) quienes decidan qué país los chilenos y chilenas queremos tener y compartir para vivir y legar a las nuevas generaciones.
(*) http://www.lemonde.fr/idees/article/2010/09/20/le-pouvoir-contre-l-interet-general_1413562_3232.html#Gt0L8eRKkYQrdAs9.99