Estuve en Irán desde el 10 hasta el 17 de febrero de 2011, a invitación del “Comité Emdad Imán Khomeini”, una ONG que realiza una formidable labor orientada a los sectores humildes. Fui parte de un grupo de doce periodistas latinoamericanos, invitados por esa entidad con motivo de la celebración en Teherán del 32º aniversario de la revolución islámica que en 1979 derrotó al sha o rey Reza Pahlevi.
El 11 de febrero fuimos llevados al palco de prensa instalado a metros de donde habló el presidente Mahmud Ahmadinejad, en la plaza Azadi, de la Libertad. Había centenares de miles de personas y muchas más en los alrededores y avenidas, con actos en otras ciudades.
Esa multitud mostró la vitalidad de la revolución islámica. Y el discurso presidencial explica tal apoyo popular, porque detalló el 1,2 millón de viviendas construidas o refaccionadas, el tendido de redes de agua, gas y cloacas para el pueblo, sus 85 viajes al interior para conocer las demandas.
El jefe de Estado expresó que el Irán de hoy no es más el de pistacho y alfombras, sino el de la ciencia y la biotecnología. En once años pondrán un ser humano en el espacio, con tecnología y ciencia iraní, dijo.
En el curso de la semana, cuando visitamos el Royan Institute donde se curan enfermedades complejas y se realizan operaciones de córneas, fertilidad, problemas de médula espinal, columna, etc., pudimos apreciar que aquellas palabras no eran una fanfarronada. En efecto, Irán es el país número 8 en la investigación y aplicación de las células madre, con el que tratan diversas enfermedades y problemas. Allí también clonan ovejas, terneros y cabras, con la obvia aclaración de no hacerlo con seres humanos por razones éticas.
En los diálogos con los dirigentes del “Comité Emdad Imán Khomeini” se apreció su preocupación por llegar a los 4 millones de pobres que hay en el país. Puedo dar fe de que su labor es múltiple porque en ese trajinar por las calles de la capital nunca vi un chico pidiendo ni hombre o mujer cirujeando o durmiendo a la intemperie. Eso tiene que ver con la preocupación social del Gobierno y las organizaciones humanitarias, que contrasta con la mala fama que les han hecho desde Argentina.
Un país que tenía 80 por ciento de analfabetismo durante el reinado de Reza Pahlevi y hoy cuenta con una tasa de escolaridad superior al 90 por ciento, evidentemente ha cambiado sustancialmente.
En esa preocupación por la situación social se aprecia un costado positivo de la tremenda influencia de la religión islámica. Estos musulmanes se toman bien a pecho el amor al prójimo, la solidaridad y hasta la caridad bien entendida (sus alcancías en las calles no son robadas pese a tener el dinero a la vista, algo increíble para los argentinos).
La economía iraní parece ser de desarrollo medio, con similitud con Argentina, con 1.700.000 alumnos (mitad mujeres) en cien universidades, terciarios y educación superior, con 1,3 millón de autos fabricados al año y modelos propios como el Samand, con poderosas reservas y producción de petróleo, que supone 85 por ciento de los ingresos del fisco.
Consciente de que Bush lo sentó en “El eje del mal” ya en 2002, las autoridades se preocupan por su defensa nacional, con unas Fuerzas Armadas bien preparadas y pertrechadas. Un dirigente advirtió que en caso de ser agredidos por EE UU e Israel, mil misiles suyos pegarían sobre Tel Aviv y la flota yanqui del Golfo Pérsico sería hundida.
Los iraníes han logrado muchos objetivos desde 1979 y no tienen el menor interés en generar conflictos armados. Ya sufrieron en carne propia la guerra entre 1980 y 1988 cuando fueron agredidos por Irak, que gozaba del apoyo norteamericano. Ellos se preparan para defenderse y disuadir ataques.
Han sido objeto de cuatro rondas de sanciones del Consejo de Seguridad de la ONU con la falsa acusación de que buscarían fabricar “armas nucleares”. Es un refrito de las mentiras norteamericanas de las “armas prohibidas” de Saddam Hussein que antecedieron el ataque a Bagdad en 2003.
Debe ser por eso que dirigentes iraníes están a favor de un frente antiimperialista mundial. Este es el punto de afinidad entre Ahmadinejad y Fidel Castro, Hugo Chávez y otros. El PL de Argentina también está de acuerdo con esa unidad antiimperialista.
Naturalmente que uno no coincide en todo con Irán. Para nuestro gusto hay una excesiva influencia de la religión en asuntos políticos y sociales. Hacen críticas al marxismo muy superficiales que por supuesto no compartimos. La mujer aún tiene campos vedados, como ser candidata a presidenta o integrar la Corte Suprema de Justicia, y su representación parlamentaria es muy pequeña (10 legisladoras sobre un total de 300 bancas). Etcétera.
En el balance de los pros y contras, los primeros superan ampliamente a las segundas. Irán no es ningún “Eje del Mal”. Por eso la conclusión política más importante del viaje es que se debe trabajar por la amistad y reconciliación entre Argentina e Irán.
Por Sergio Ortiz