Se va José “Pepe” Mujica, conocido internacionalmente como “el presidente más pobre del mundo”, cuestión desmentida por el propio Mujica. Alguien que gana alrededor de U$S 13.500 mensuales y que está casado con otra persona que gana una cifra parecida mensualmente, no es pobre, todo lo contrario. Menos aún si en su patrimonio se cuentan tres inmuebles por valor de más de U$S 200.000, dos vehículos, tres tractores y más de 2 millones de pesos en tres cuentas bancarias (según su propia declaración jurada).
Y es muy difícil juzgar a alguien que en el imaginario popular es prácticamente un santo. Se dedicó a promocionarse él y le salió bien. Tal vez por su vida austera, su desprendimiento del dinero, su aporte al Plan Juntos, su prédica anti consumismo y su aspecto y léxico campechanos. Lo cual es loable, sin duda, pero no fue para eso que lo votamos, sino para que actuara como presidente de la República, y eso sería lo que habría que juzgar.
La esperanza de muchos que lo votamos estaba puesta en un “giro a la izquierda”, cosa que no sucedió. Si tenemos en cuenta el cumplimiento del programa, veremos que dos de los aspectos que podían significar un giro a la izquierda fueron expresamente desechados y frenados por el propio Mujica: la instalación de una constituyente y el frigorífico multimodal. Tampoco se cumplió con el retiro progresivo de las tropas de Haití, algo muy sentido por la izquierda frenteamplista, y su papel en el bochornoso proceso de la anulación de la ley de impunidad (yendo al Parlamento a convencer a los parlamentarios del FA que no votaran la anulación de la ley –contra lo decidido en todas las instancias orgánicas del FA) fue lamentable y patético.
En el exterior cumplió un papel dual; si bien estuvo cerca de los latinoamericanos, también siguió su acercamiento con los EEUU (rol que había jugado en el gobierno de Vázquez según lo demuestran los cables de wikileaks), y con los grandes magnates e inversores extranjeros. Extranjerizó más aún la tierra, nos llenó de transgénicos y pesticidas que están contaminando el agua y el aire y metió capitales privados como nunca aún a costa de contaminar nuestro suelo y fuentes acuíferas…pasteras, forestación, minería, etc.
En cuanto a algún logro en lo económico, difícilmente pueda ser adjudicado al presidente -así como tampoco los errores- aunque posiblemente haya jugado un papel importante en la desastrosa salida de PLUNA.
Y sus caballitos de batalla: el Plan Juntos (muy lejos de cumplir con lo planeado) y su famoso “educación, educación, educación”, fueron un fiasco.
Uno tiene la percepción de que su principal acción como gobernante fue hablar, y hablar mucho, y de cualquier cosa que se le viniera a la mente. Sin embargo, pocas veces aportó alguna idea o posibles soluciones a los problemas planteados.
Pero el presidente habló también de los uruguayos. No de sus problemas concretos, problemas para cuya resolución los uruguayos lo votaron a él. No, al presidente le gusta hablar sobre la forma de ser de los uruguayos, sobre sus gustos, sus actitudes o su moral.
En un encuentro con políticos y empresarios españoles dijo que «no nos caracterizamos por matarnos en el laburo»; «Somos medio atorrantes, no nos gusta tanto trabajar”. Nos ha criticado cientos de veces por ser consumistas, y de no ser solidarios. Se ha ensañado con los intelectuales, los mismos a los que elogió hasta el hartazgo en la Universidad, antes de las elecciones. La emprendió reiteradas veces contra los empleados públicos, a quienes los acusó de ser “trabajadores con coronita”. En particular con los docentes, diciendo que “por cuatro libros más que leyeron, no son más que cualquier analfabeto que camina por la calle”. Por cierto, Mujica no es otra cosa que un empleado público desde el año 94, desde hace 21 años, como ministro, como diputado, como senador y luego presidente. Y seguirá siéndolo por otros cinco años más -al igual que su esposa- con los salarios más altos que paga el estado.
¿Qué hizo Mujica en estos 20 años que los uruguayos le hemos pagado el salario, para cambiar lo que tanto critica? Yo tengo una respuesta provisoria: nada, absolutamente nada.
Si tuviera que destacar algo positivo, su participación en la liberación de los presos de Guantánamo, el refugio a ciudadanos sirios, y la condonación de la deuda a Cuba (si es que se concreta).
Por José Luis Perera
Semanario Voces, Montevideo