Por Luis Mesina
El mejor negocio al que puede aspirar cualquier individuo con sueños capitalistas es a uno que le garantice un mercado cautivo, con pocos competidores, con ingresos permanentes garantizados por ley y con pocas fluctuaciones y que, además, cuente con la certeza de parte del Estado de que su negocio pocas veces sufrirá alteraciones, independiente de lo que opinen quienes son los supuestos demandantes o beneficiarios del negocio.
En Chile, existe hace 42 años una industria parasitaria que ha gozado de todos los privilegios que cualquier otra industria ya se los quisiera, es el negocio de las pensiones que administran las AFP.
Esta industria, entre 2010 y 2022 ha obtenido una rentabilidad promedio sobre el patrimonio, del 19%, resultado prácticamente imposible de alcanzar en cualquier otro tipo de actividad económica, salvo, quizá, en el negocio de las drogas, la prostitución y la venta de armas.
Solo en lo que va corrido del presente año hasta septiembre, han obtenido utilidades por mas de 349 mil 365 millones de pesos, que es un 11,4% superior a igual periodo obtenido el año pasado.
Contrariamente, los afiliados -que hacen posible este negocio ilegítimo a través del pago mensual de comisiones-, continúan expuestos a que una parte considerable de sus salarios, que mes a mes destinan obligados a las AFP, sigan perdiendo valor como consecuencia de la caída brutal que experimentan los multifondos.
Este año el Fondo E, supuestamente el más seguro, toda vez que allí se hallan las personas pensionadas o próximas a pensionarse, ha sufrido una perdida superior al 11% que impacta directamente en los montos de las pensiones de los actuales pensionados y de quienes pronto lo vayan a hacer.
Un dato que permanentemente se oculta por lo injusto que ello implica, es que la mitad de las mujeres que se han pensionado en los últimos quince años -algo más de 370 mil-, han podido autofinanciar una pensión inferior a los 35 mil pesos, lo que es una verdadera tragedia, sumado, además, a la discriminación de que son objetos solo por ser mujer, ya que para aspirar al beneficio solidario de la PGU y poder mejorar un poco sus pensiones, deben esperar hasta los 65 años y no a los 60 como establece la edad de jubilación.
Aquellas mujeres más “afortunadas” que lograron cotizar a las AFP entre 35 y 40 años, la mitad de ellas solo pudieron autofinanciar una pensión inferior a los 251 mil pesos.
Es el sistema el que está podrido, no tiene arreglo; cualquier reforma solo mejorará con recursos públicos un endémico sistema y será un nuevo respirador artificial para que siga funcionando un sistema construido sobre la más absoluta inmoralidad. A pesar de las cifras irrefutables que muestra la pobreza a la que condena este sistema, que es único en el mundo, no hay voluntad de cambiarlo. Se ha intentado en varios gobiernos: Bachelet, Piñera y Boric y el sistema se mantiene igual.
José Piñera Echeñique, la cara visible de la promulgación del D.L. 3.500 en noviembre de 1980, que dio origen al actual sistema privado de AFP, señaló refiriéndose al plan que fraguaron con la tiranía para apoderarse de una parte considerable de los salarios de la clase trabajadora y destruir la Seguridad Social que existía en Chile, que la privatización era la “Madre de todas las batallas”. El tiempo, desgraciadamente le ha dado la razón, acabar con este sistema y restituir la seguridad social en Chile está costando demasiado, se ha hecho muy difícil, incluso, tanto o más que modificar la actual constitución espuria del dictador.
El presagio de Cervantes de que “no hay mal que dure cien años” sirve de consuelo a esta desgracia que padecemos los chilenos; pero, no hay que convertirla en resignación, sino en aliciente para seguir batallando contra este sistema espurio, pues al final, ganaremos.
Por Luis Mesina
Ex vicepresidente de la Central Unitaria de Trabajadores de Chile
Columna publicada originalmente el 8 de noviembre de 2023 en Radio U de Chile.