Prueba palpable del triunfo de la dictadura y testimonio vivo de la vigencia del tirano es el protagonismo evidente de muchos de los personeros civiles y militares que fueron activos cómplices, soplones, autores, encubridores y coautores de crímenes de lesa humanidad.
Tal profunda es esa contradicción democrática, que uno de los ministros del tirano luce sus galas en un programa de televisión que intenta demostrar lo plural que es este país.
Tal si fuera un aporte a la discusión política, de por sí ya rengueando por falta de ideas que valgan la pena.
¿Por qué Melnick participa de un panel que se supone es un espacio democrático de intercambio respetuoso de ideas?
¿Cree Melnick en esta democracia?
Melnick es un sujeto gris y romo, cuyo principal rol en esos paneles es el del provocador que intenta descolocar a los invitados con una falsa ironía más propia del cínico.
Cómplice de un régimen denunciado y acusado en el mundo como una tiranía feroz, formó parte de los grupos de extrema derecha, mucho de cuyos integrantes hoy purgan penas de por vida por genocidas.
En un país sanitizado y moralmente repuesto, sujetos así también estarían cumpliendo largas penas de prisión.
Y correspondería revisar las razones que llevan a un canal de televisión para completar un espacio de debate político con alguien que no creen en la democracia.
Por eso resulta un pequeña lucecita decente que la candidata Beatriz Sánchez se niegue a compartir un set con tan repulsivo sujeto.
Es poco, pero tiene la gracia de instalar un tema del que casi nadie habla: la mantención viva de la herencia del tirano.
Efectivamente, si se ha legitimado a un apologista del genocidio como panelista de televisión, mucho más se ha legitimado un sistema político en el cual son activos participantes sujetos de la peor calaña.
Diputados, senadores, alcaldes, dirigentes políticos, empresarios, periodistas, gente del espectáculo, que antes fueron no solo admiradores del tirano y su obra, sino que activos dirigentes, sostenedores y apologetas del tirano, se pasean por doquiera sin haber pagado sus propias cuentas con la sociedad. Y con la humanidad.
Flaco favor se le ha hecho a la ya desprestigiada política, el que criminales y soplones sean parte del tinglado que se supone con altura de miras.
Estos años han sido una farsa democrática, he ahí la prueba.
Lo que se ha llamado pomposa y mentirosamente transición democrática no ha sido sino una trenza entre los criminales civiles y militares que sostuvieron al dictadura y quienes los sucedieron a cargo del Estado y que se propusieron administrar esa herencia maldita con fruición y convencimiento.
Haría falta trasladar la actitud de la candidata Sánchez a todo el resto. Melnick es solo uno.
Más allá de la televisión hay una cultura que se afianza por la vía de ser legitimada por quienes no han tenido la decencia de desenmascararla y que conviven en una dudosa amista cívica con sujetos que debieron ser procesados y condenados hace mucho.
Mientras haya uno solo de esos criminales posando como inocente y aportadora personalidad en un ambiente que se supone democrático, todo será podredumbre y desvergüenza.
Seguirá siendo una democracia enferma de dictadura.