Un simple kiosco puede ser revelador. Sólo observar y constatar que la alternativa de periódico es cuasi nula. El Mercurio, La Tercera, La Cuarta, Las Ultimas Noticias y, por la tarde, La Segunda. Cinco diarios de dos grupos; Edwards y Copesa. El duopolio es evidente, todas son plataformas de la derecha. Cómo un simple kiosco puede indicar lo angosto de una democracia, o que ésta no existe.
Mirar los informativos en la televisión chilena, si se les puede llamar de esa forma, es ver bodrios asaltos, sensacionalismo, fútbol y periodismo corporativo. Después nos preguntamos por qué la delincuencia es el plan estrella de este Gobierno. Todos los informativos arman juntos sus pautas, crean un clima de terror y desinformación. En televisión abierta ningún canal ofrece un criterio distinto. Suelen comenzar con las mismas noticias y las fuentes son idénticas.
Bajo este contexto, algunos programas de radio y diarios independientes son una real luz de esperanza. En lo más básico del concepto, según la Real Academia Española (RAE) pluralismo es: “Un sistema por el cual se acepta o reconoce la pluralidad de doctrinas o posiciones”. En Chile ese sistema no existe. Apegado a la definición, los anti-sistema no son los que critican la falta de información sino los que fomentan las barreras entre las diversidades de opiniones.
En dos décadas, la Concertación jamás impulsó el pluralismo. Le dio la razón al mercado, y algo más; todos los avisajes estatales fueron a parar a los Grupos Edwards y Copesa. Así, desapareció Siete Más Siete, La Época, La Nación papel, entre otros. Fabuloso escenario. En Chile no existe un diario de oposición.
La Concertación, cobarde, se jacta de la creación de la Ley Nº 19.733 sobre libertades de opinión e información y ejercicio del periodismo, conocida como Ley de Prensa. Dicha norma quedó obsoleta a las necesidades de un país que desea entrar en la vía del desarrollo. La Concertación nunca quiso impulsar leyes profundas para la creación de medios o plataformas autónomas o potenciar el acceso a información. ¿Miedo a la crítica? ¿Temor a la transparencia? Los Fondos de Medios –supuestamente para fomentar nuevos medios de comunicación- son solo migajas para medios comunales.
Atento a esta realidad, el Colegio de Periodistas intenta hacer un llamado de atención. “El derecho a estar informado debe tener rango constitucional, y para ello el Gobierno y el Parlamento deben asumir el desafío de hacer la reforma a la actual Constitución Política”. Pero más allá de las buenas intenciones del gremio, es ínfimo el poder que tiene para incidir; participa como consultor “técnico” en la designación de los fondos, ya que la responsabilidad recae en los Consejos Regionales (Core). Demasiado pobre para la relevancia que debería ostentar dicho Colegio.
La falta de voluntad política para crear leyes que fomenten el pluralismo no es sólo de la Concertación –la derecha no lo necesita- sino también de la izquierda chilena, incapaces de ocupar sus sillas en el parlamento para exigir proyectos constitucionales pro derecho a la información. Informarse es un derecho de todos los ciudadanos, y en Chile tal facultad es coartada.
Ahora, la responsabilidad para que el Congreso actúe es de los periodistas y ciudadanos. No hace falta ir muy lejos para ver países que velan y trabajan constantemente por el derecho a la información. Es el caso de Uruguay. Su normativa sobre el tema resguarda “la responsabilidad de la prensa respecto al sistema democrático, tomando en cuenta los estándares establecidos por el derecho internacional de los derechos humanos”. En Argentina, recientemente se aprobó una ley que «desconcentra y desmonopoliza» el mercado mediático. Ni hablar de Francia y España, países que entregan fondos del Estado para la creación de nuevos medios, aunque vale decir que se han visto reducidos por la recesión económica.
Pluralismo y democracia van de la mano y se deben defender ambos conceptos para crecer en un mundo de posibilidades, con argumentos y opinión. Es respetar la diversidad, la transparencia y ayudar a formar criterios individuales y colectivos. Sin diversidad en el acceso a la información es imposible lograr que un país sea desarrollado.
En Chile el pluralismo tiene nombre y apellido, es de cara y sello. La democracia chilena se convierte en una falacia, la idea de país en vía de crecimiento, aún más. El pluralismo agoniza.
Por Carlos Philippe
Periodista
El Ciudadano Nº97, primera quincena marzo 2011