Vilcún, a unos 600 kilómetros al sur de Santiago y es propiedad del agricultor de origen suizo y reconocido pinochetista, Jorge Luchsinger. La familia Luchsinger arribó a Chile desde Suiza el año 1883, en el marco de las políticas de colonización del territorio mapuche impulsadas por el entonces gobierno del presidente Domingo Santa María. Al entonces pater familia, Adán Luchsinger – abuelo del empresario- el Estado chileno le entregó “62 hectáreas, una yunta de bueyes, una vaca parida, semillas y madera” para comenzar a trabajar, según la norma establecida por la Oficina de Colonización. Al igual que miles de otros colonos, los Luchsinger fueron “enganchados” en Europa por la Agencia de Colonización, embarcados en algún puerto y desembarcados en Talcahuano, puerta de entrada del territorio recién ocupado por el ejército chileno.
Según el estudio “La reforma agraria y las tierras mapuches”, de Martín Correa, Raúl Molina y Nancy Yáñez, uno de los antecedentes del origen del latifundio en La Araucanía, obedeció a esta política de “concesiones” a colonos, impulsada por el Estado a partir de la segunda mitad del siglo XIX, y a través de la cual se asignaban vastos espacios territoriales -de histórica ocupación mapuche- a empresas colonizadoras, ya fueran estatales o privadas. En la región, se establecieron entonces las concesiones de colonización Nueva Italia, Llaima, Lanín, Budi, Queule y Nueva Etruria. Y si bien la entrega de tierras no superaba las 62 hectáreas por familia, el total de las concesiones abarcó en aquellos años una superficie total de 203.063 hectáreas. Eso, hace 100 años.
Hacia el año 1906, el predio de la familia Luchsinger se ampliaría a 120 hectáreas, hacia tierras de otros colonos que habían optado finalmente con vender. Décadas más tarde, el predio pasaría a manos de Conrado Luchsinger, padre del agricultor, quién expandiría los dominios de la familia hasta alcanzar las 1000 hectáreas hacia la década de los 60′, de las cuales una tercera parte quedarían finalmente en manos de su hijo Jorge, tras ser repartido el fundo original entre los miembros de la familia. Hoy, el Fundo Santa Margarita comprende 238 hectáreas y se encuentra rodeado de comunidades mapuche. También de un fuerte resguardo policial que comprende habitantes, dependencias, instalaciones y maquinarias. Todo ello desde el año 2001 y las 24 horas del día, guardia privada financiada con los impuestos de todos los chilenos.
Destaca en el perfil de este agricultor su marcado racismo hacia los mapuches. Tras un confuso atentado ocurrido el 9 de junio de 2005 contra su propiedad, el agricultor se mostró tal cual en una extensa entrevista concedida a la derechista revista Qué Pasa. En ella, Luchsinger deja en claro que los mapuches para él no representaban otra cosa que una raza inferior, depredadora de la naturaleza e intrínsecamente perversa. “No es posible que les entreguen tierras… va a ser una miseria absoluta, porque ellos no trabajan. No se va a resolver el problema, no van a dejar de ser miserables. ¿Usted ha visto cómo están los campos que les ha comprado el Estado? ¡No queda nada, ni un árbol parado, no producen nada!… El indio no ha trabajado nunca. El mapuche es un depredador, no tiene capacidad intelectual, no tiene voluntad, no tiene nada… El mapuche es ladino, es torcido, desleal y abusador”, afirmaría sin escrúpulos.
Por aquellos días de furia, sonó fuerte en Temuco su postulación al Parlamento. Eso al menos consignó la prensa regional, que destacó la idea de la UDI de postular al empresario agrícola como diputado por el distrito 50, de Temuco y Padre Las Casas. Si bien el mismo descartó su ingreso a la contienda electoral, fuentes de la colectividad lo mencionaron majaderamente como uno de sus posibles postulantes. Su compañero en esta aventura sería ni más ni menos que Alan Cooper, uno de los responsables del secuestro y posterior asesinato del Comandante en Jefe del Ejército, René Schneider, ocurrido en octubre del año 1970 y antesala del golpe de Estado que puso al dictador en el sillón presidencial. Enhorabuena, ni Luchsinger ni Cooper optaron por una carrera política. Según la UDI, toda una “pérdida” para la democracia.
Por Pedro Cayuqueo