Dos hechos marcan derrotas políticas sucesivas del régimen sionista en el ámbito internacional. Muestra de la debilidad de una entidad, que fundamenta su impunidad delictiva en el apoyo que Washington suele ofrecerle y que exige sea otorgado por sus aliados incondicionales.
Esos hechos refieren. Primero, el aviso fuerte y claro de Rusia de romper todo tipo de relación con el gobierno israelí si este régimen llegaba a concretar la venta de armas a Ucrania y, en segundo lugar, la decisión del gobierno australiano de no reconocer a Al Quds Oeste –Jerusalén– como capital del régimen israelí, en una ciudad que estaba considerada como corpus separatum (1) en la recomendación del Plan de partición de la resolución 181 del año 1947, y, por ende, imposible de entregar como capital a una entidad ocupante y colonizadora, cuando se trata históricamente de la capital única e indivisible de Palestina.
En el caso del contencioso entre Rusia y el régimen sionista, fue el ministro de la guerra Benny Gantz quien se encargó de mostrar que temen a Moscú, al señalar que el gobierno presidido por Yair Lapid no tiene como objetivo el vender armas al régimen de Kiev, cuyo presidente, Volodimir Zelensky, declarado sionista, estrechó lazos con Tel Aviv. Temor acrecentado tras las palabras del vicepresidente del Consejo de Seguridad de Rusia, Dmitri Medvédev, advirtiendo a los jerarcas sionistas que el envío de cualquier tipo de apoyo o ayuda militar al gobierno ultraderechista ucraniano “destruirá todas nuestras relaciones interestatales”, que no son pocas tomando en cuenta que en la Palestina histórica se encuentran un millón de colonos rusos, que han visto facilitada su llegada a Palestina gracias a las relaciones entre Moscú y los gobiernos israelíes.
Difícil encrucijada para el régimen infanticida israelí, que obtiene jugosos beneficios vendiendo armas propias y como intermediario de complejos militares de Estados Unidos, Francia y Gran Bretaña, principalmente. Esto, porque el canciller ucraniano, Dmitri Kuleba, al mismo tiempo que Rusia ponía sobre aviso a Israel, declaraba que Kiev enviará una petición oficial para que el gobierno ocupante israelí suministre “en forma inmediata” sistemas de defensa antiaérea, en el marco de los ataques rusos que han ocasionado grandes daños al sistema energético ucraniano bajo el uso de drones y misiles. El apoyo de Israel a Ucrania resulta una paradoja y muestra la hipocresía del sionismo, que apoya al régimen neonazi con toda la experiencia de una política de exterminio que europeos de creencia judía sufrieron a manos del régimen nacionalsocialista del Tercer Reich. Son las paradojas que la dirigencia política militar sionista no ha aclarado.
Las advertencias de Moscú, frente al gobierno de Lapid, que creía tener contralada la relación con el gobierno ruso, tuvo su antecedente crítico en el momento que el gobierno presidido por Vladimir Putin ordenó a la Agencia Judía cesar todas sus actividades en el territorio de la federación rusa, lo que implica, en primer lugar, el suspender todo traslado de colonos rusos de creencia judía a territorio palestino. Las cifras no son menores: sólo el año 2021 siete mil rusos llegaron a Palestina como ocupantes, cifra que se ha elevado a 60 mil en lo que va de este año 2022 cuando comenzó la operación militar rusa contra la administración nacionalsocialista de Kiev.
Otra línea de problemas para el régimen ocupante sionista, radica en que el Ministerio de Defensa ruso señaló al ejército ocupante israelí, que no se aceptaría operaciones aéreas sin restricción en cielo aéreo sirio, que incluso puede llegar a la toma de medidas relacionadas con el proyecto israelí de exportar el gas desde el Mediterráneo a Europa –desde los yacimientos en disputa tanto con El Líbano, como aquellos que están siendo explotados y pertenecen al pueblo palestino–. Ello en el marco de la profunda crisis energética que está sufriendo Europa a raíz de las presiones digitadas por Estados Unidos como sanciones contra Rusia. Únase a ello la existencia de una franja de mar de 860 kilómetros cuadrados, que reclaman tanto Beirut como Tel Aviv. Franja donde día a día las noticias vislumbran una enorme riqueza energética.
La política rusa con relación al régimen israelí pretende, no sólo evitar que esta entidad enclavada en Asia Occidental le otorgue armas a Ucrania –propias y aquellas que Estados Unidos le suministraría utilizando al gobierno sionista como puente–, sino también hacer más concreto el apoyo a Siria, de manera tal que Tel Aviv comprenda, con claridad, que con Moscú no se juega y que no aceptará impunemente el suministro de drones y sistema de misiles al régimen de Zelensky sin que ello tenga respuestas que políticamente para Israel son un duro varapalo. Así es el caso de no reconocer en absoluto la anexión de los Altos del Golán sirio, ocupado por el sionismo desde el año 1967.
Lo anterior, unido a la exigencia que en Al Quds –Jerusalén– se otorgue el control absoluto y soberano del llamado complejo ortodoxo de la Iglesia Alexander Courtyard –también conocido como Casa Rusa–. Un conflicto que día a día se exacerba con las declaraciones del primer ministro israelí Yair Lapid, quien acusó a Rusia de crímenes de guerra en Ucrania, lo que tuvo la inmediata respuesta de Moscú, que señaló su molestia frente a este tipo de declaraciones que muestran su sometimiento a la política hostil de Occidente contra la federación rusa y que sólo encubren la política de ocupación que se lleva cabo contra Palestina. Rusia ha colocado al régimen sionista en la lista de países que apoyan al “régimen neonazi de Kiev”.
Más aún, el pasado lunes 17 de octubre el ex presidente ruso Dmitri Medvédev y actual vicepresidente del Consejo de Seguridad de Rusia, señaló en un mensaje emitido vía Telegram: “Parece que Israel enviará armas al gobierno de Kiev. Es algo muy arriesgado. Arruinará los lazos diplomáticos de nuestros países”. Palabras que seguramente ahondarán en las decisiones rusas respecto al régimen sionista al trascender, vía informes dados a conocer por el medio estadounidense The New York Times, que Israel a través de empresas ligadas a su complejo militar industrial, servicios de inteligencia y sistemas de espionajes desarrollados por Israel, estaban proporcionado imágenes por satélites de las posiciones militares rusas a las fuerzas ucranianas. Las advertencias de Moscú surtieron efecto en el medroso gobierno israelí –que suele utilizar su poder de fuego contra civiles desarmados y ciudades que no pueden responder equilibradamente sus ataques, pero tiembla como aterrado ante quienes son capaces de responder con un poder de fuego que hará que su soldadesca huya despavorida. Es así, que el ministro de la guerra israelí, Benny Gantz, en una sesión de prensa ante los embajadores de la UE señaló: “Israel no enviará sistemas de armas a Ucrania por una serie de razones operativas”. Excusa que no oculta el temor.
En el caso de Australia, el gabinete laboralista presidido por el primer ministro Anthony Albanese, que inició su administración el pasado mes de mayo después de nueve años de dominio conservador, decidió dar un vuelco a la política exterior fuertemente influenciada por los gobiernos estadounidenses y el sionismo y que significó reconocer a Al Quds Oeste como capital del régimen israelí, a pesar de ser contrario al derecho internacional. Medida impulsada por la presión del ex presidente norteamericano Donald Trump al ex primer ministro australiano Scott Morrison el año 2018. La ministra de relaciones exteriores del país insular, Penny Wong, señaló que Australia “sigue comprometida con una solución bipartita y no se apoyará un enfoque que perjudique esa perspectiva de negociación. El estatus de Al Quds debe resolverse mediante negociaciones de paz…”. Wong afirmó, finalmente, que «el reconocimiento del ex primer ministro Scott Morrison no se hizo por convicción sino por cinismo”.
El primer ministro de la Autoridad Nacional Palestina –ANP-, Mohammad Shtayyeh, elogió la decisión australiana y la calificó de «sabia y valiente, por lo que damos la bienvenida a la decisión del gobierno australiano de revertir su reconocimiento de Jerusalén como la capital de Israel, afirmar su compromiso con la solución de dos estados y rechazar cualquier intento de socavar esta solución» (2). Si en Palestina la noticia fue recibida con entusiasmo, en el sionismo la decisión de Canberra generó urticaria. A través del premier israelí, Yair Lapid, el régimen ocupante consideró como “sorpresiva y apresurada tal decisión”, sangrando por la herida al señalar que, “a la luz de la forma en que se tomó la decisión en Australia, como una respuesta apresurada a un informe erróneo en los medios, uno sólo puede esperar que en otros asuntos el Gobierno de Australia se comporte de manera más seria y profesional”.
Un Yair Lapid que como todo dirigente del ente israelí suele considerar erróneo los informes internacionales, las opiniones de la ONU, Amnistía Internacional, Consejo de Derechos Humanos, Organizaciones No Gubernamentales, que han denunciado los crímenes de Israel. Una posición soberbia y que pretende menoscabar la seriedad de las querellas que dan cuenta de los crímenes de lesa humanidad que el régimen cívico-militar comete contra el pueblo palestino. Cuando esos crímenes no pueden ser ocultados incluso por aquellos que el sionismo cree aliados incondicionales, se vuelven locos.
Por Pablo Jofré Leal
Articulo Para Hispantv
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1.Es un término utilizado para describir el área de Jerusalén en el Plan de Partición de Palestina de las Naciones Unidas de 1947. Según el plan, la ciudad quedaría bajo régimen internacional, lo que le otorgaría un estatus especial debido a su importancia religiosa compartida. El corpus separatum fue uno de los principales temas de la Conferencia de Lausana de 1949, además de las demás fronteras y la cuestión del derecho al retorno de los refugiados palestinos. El plan fue adoptado por la Asamblea General con una mayoría de dos tercios, aunque su implementación fracasó. En específico, la Resolución N° 181 establece un Régimen Especial para Al Quds afirmando que “La Ciudad de Jerusalén será constituída como Corpus Separatum bajo un régimen internacional especial y será administrada por las Naciones Unidas. El Consejo de Administración Fiduciaria será designado, para desempeñar, en nombre de las Naciones Unidas las funciones de Autoridad Administradora. Con relación a las fronteras de la ciudad se señala que estas comprenderán el actual municipio de Jerusalén, más las aldeas y ciudades vecinas de las cuales la más oriental será Abu Dis, la más meridional será Belén; la más occidental Eim Karín (inclusive el poblado de Motsa) y la más septentrional será Shu’fat, según se indica en el mapa esquemático adjunto. (Anexo B). C. Sobre el estatuto de la Ciudad… https://documents-dds-ny.un.org/doc/RESOLUTION/GEN/NR0/041/19/PDF/NR004119.pdf?OpenElement
2.https://www.ynetespanol.com/global/opinion/article/hkhlvsbns