El trabajo en la metrópoli neoliberal

De la centralidad del trabajo se avanza a la totalidad del trabajo, pero a un trabajo distinto, ya no es el asalariado, del cual solo van quedando sus vestigios. El de estos tiempos está desprovisto de un poder visible y subordinador. Así, el trabajo forzado impuesto desde arriba queda atrás, para imponerse y disfrazarse como auto explotación.

El trabajo en la metrópoli neoliberal

Autor: Wari

Por Florencio Pardo [1]

“Nos encontramos pues ante una antinomia, ante dos derechos encontrados, sancionados y acuñados ambos por la ley que rige el cambio de mercancías. Entre derechos iguales y contrarios, decide la fuerza”. K. Marx

El trabajo como actividad creadora, job en latín, derivaría del verbo trabajar, registrándose en latín como tripaliāre e interpretado como “torturar”, el que arranca del latín tardío tripalium, en referencia a un instrumento de tortura. Un yugo fabricado con tres maderos que usaban los romanos para amarrar y azotar, como modalidad de castigo a los condenados. En la polis griega el trabajo manual era considerado indigno, puesto que estaba asociado a la condición de sclavus (esclavo). Quien vivía de un salario no se podía considerar una persona libre, y su forma de vida no resultaba estimulante. En la cívitas romana perduró el menosprecio hacia las actividades productivas más básicas, ya que la vida plena era aquella que se centraba en el ocio, en el arte y la filosofía. A su vez, el término negocio (ne-gotium), tenía un significado despectivo y etimológicamente remite a la negación del ocio (otium), no dedicar el tiempo a uno mismo.

Con el advenimiento de la modernidad y la necesidad de repletar las nacientes fábricas de cuerpos enérgicos para ponerlas a producir, desde el campo fueron desplazados millares de campesinos para la nova vita en la ciudad. Los juegos de azar, la mendicidad y la prostitución, junto a otras tantas formas de ganarse la vida o de disipación, tempranamente fueron criminalizadas, incluso la vagancia, pues lo ético ahora, será vender su fuerza de trabajo a un patrón, desde la salida del sol hasta que este se oculte a cambio de un salario. El tiempo se mercantiliza.

Karl Marx, concibe el trabajo como una actividad específica del individuo, donde expresa su humanidad. Esta materialización del ser humano mediante el trabajo cobra vida en un producto que es externo al individuo, es creado por él y al mismo tiempo él sufrirá modificaciones en su propia constitución. Bajo la producción capitalista, el trabajo asalariado, una condición de existencia del capital [2], es trabajo forzado. No es, por lo tanto, la satisfacción de una necesidad, sino solamente un medio para satisfacer carencias que nada tienen que ver con la necesidad. Es así, expresa Marx, que “el obrero, alienado de su producto, es, al mismo tiempo, alienado de sí mismo. Su propio trabajo ya no le pertenece, y el hecho de que se haya convertido en propiedad de algún otro, configura una expropiación que toca la misma esencia del hombre” [3]. Por lo que, para Marx, como escribe H. Marcuse:

 “el trabajo, en su forma más auténtica, es un medio para la autorrealización verdadera del hombre, para desarrollo de sus potencialidades; la utilización consciente de las fuerzas de la naturaleza debiera efectuarla para su satisfacción y disfrute. Sin embargo, en su forma corriente, mutila todas las facultades humanas y no permite la satisfacción. Ese obrero no afirma, sino que contradice su esencia. En lugar de desarrollar sus energías físicas y mentales libres, mortifica su cuerpo y arruina su mente. Ocurrirá que sentirá que está consigo mismo cuando no trabaja, y alejado de sí mismo cuando trabaja. Está en su hogar cuando no trabaja, y lejos de él cuándo lo hace. Por lo tanto, no trabaja por su voluntad sino porque está obligado a hacerlo [4].

Así se conformará un potencial ejército, integrado por productores expropiados y convertidos en dependentes de un salario, que compartirían las mismas penurias y anhelos y que darían cuenta de su poder al unirse y organizarse. De lo que también tomará conocimiento el patrón, adoptando una serie de dispositivos y tecnologías para su división y sumisión. Asimismo, forjando la mano de obra como un engranaje de la máquina de fabricación capitalista. Para lo que se empleará una amplia gama de mecanismos para el “control social” (estrategia tendiente a naturalizar y normalizar un determinado orden social construido por las fuerzas sociales dominantes [5]) o su disciplinamiento, con el fin de garantizar el orden del trabajo asalariado en la ciudad. Bien expresa Foucault, “el problema que se plantea entonces es el de fijar a los obreros al aparato de producción, de incardinarlos o desplazarlos allí donde se los necesita, de someterlos a un ritmo fijo, de imponerles la constancia y la regularidad que dicho ritmo implica, en suma, constituirlos en fuerza de trabajo [6]”. Requiriéndose por la clase dominante “un cuerpo obrero concentrado, aplicado, ajustado al tiempo de la producción, que proporcione exactamente la fuerza que se requiere de él [7]”.

Con el advenimiento del Estado Benefactor –New deal– o Social, las orgánicas sindicales se fortalecerán, tanto por la masividad de asociados, como también por los derechos laborales y sociales reivindicados, elevados muchos de ellos a niveles constitucionales y/o a Convenios Internacionales (OIT), como la libertad sindical, la negociación colectiva y en casos, el derecho a huelga. Generando relaciones laborales más estables y protegidas.

Ya asentado desde fines de los 70s, el neoliberalismo no solo será una más de las versiones que ha adoptado el capitalismo, ni una tecnología más de gobernanza social o un mero dispositivo para permitir el libre acceso del mercado a la producción y el consumo. Es una racionalidad total, que ha logrado desplegarse en todos los aspectos de la vida social de las subjetividades, imponiendo la competencia, como la ley para la conformación social, la conducta social e irradiando al fuero interno del individuo que habita en la Metrópoli Neoliberal. Gestionando biopolíticamente [8] los cuerpos residentes a fin de instalarlos aptos para una nueva y determinada producción; inclusive, en cuanto a los que nacen, puesto que “la demanda de hombres regula necesariamente la producción de hombres, como ocurre con cualquier otra mercancía” [9]. Asimismo, decidiendo cuántos mueren, pura necropolítica [10].

Ya en el nuevo milenio, y en tiempos políticos, la gubernamentalidad se ejerce mediante una “Smartpolítica”, seductora de las subjetividades. Por la cual, éstas necesitan estar todas conectadas en una deseada realidad-virtual, lejos de lo real, “encavernizadas”, unas con otras y entre todas si se precisa, pero a la vez des-vinculadas. No constituirán un cuerpo social, pues solos y con fines individuales, sin affectio societatis y moldeados mediante el costo y el beneficio, serán novos homos economicus.

Los derechos laborales de los trabajadores, desde el viraje y consolidación de la racionalidad neoliberal, serán vistos como una traba para la marcha del mercado, justificándose su elusión y/o evasión. Gestionándose y violentándose a tres vías: i) atacando la normativa laboral tanto en lo individual, arrebatando derechos y desconociendo otros, como en lo colectivo, principalmente para desarticular el poder de los sindicatos; ii) la desproletarización de los trabajadores, mediante la utilización de dispositivos de control soft y su división, impulsándolos hacia una abierta competencia entre ellos, como mano de obra individual dócil, endeudada y disciplinada; iii) y una más invisible, pero más eficiente, la huida al No trabajo [11] o relaciones de trabajo encubiertas como civiles, regidas por el derecho civil, es decir, relaciones laborales, pero sin los derechos laborales, desprovistas de toda seguridad, de corto tiempo y vacía de garantías; un empleo del todo precario. Léase trabajadores a honorarios, de plataformas digitales, deliverys, etc.

Pero también se ha atacado -gestionado- al trabajo asalariado mismo, transformando a la fuerza de trabajo, de mera mercancía, en capital humano. Por lo que, en la lógica neoliberal y la economización total de la vida, su producto, el hombre-empresa o empresario de sí mismo, ya no cae en el desempleo, sino en la insolvencia. No busca empleo, sino emprender. Capitalistas sin capital más que sí.

Bajo el neoliberalismo ya no hay más trabajadores; solo existen capitales humanos. Hombres empresa, que deben invertir en sí, a fin de incrementar su eficiencia productiva, para lograr competir en el mercado. Vendiéndose a sí mismos, con mayor valor agregado y obtener ingresos, ya no salarios.

Si el trabajador no logra emplearse o vender su producción, es su exclusiva responsabilidad y no del Estado ni del mercado, puesto que no ha invertido lo suficiente en sí mismo o ha errado en sus decisiones. Irracionalidad que no se puede fomentar, a riesgo de que se expandan como fallas por toda la urbe.

Mediante el sujeto-empresa, se elimina las clases sociales, forjando una única clase, la capitalista y borra la plusvalía, sustituyendo la lucha de clases por la competencia entre individuos. Lo anterior, contradice la sindicalización, ya no es útil, no hay poder contra quién reivindicar, se ha difuminado. No hay unión posible ni menos organización con otro agente productor, es el competidor, un otro, con un símil objetivo, pero que es necesario derrotar en la disputa por más demanda.

De la centralidad del trabajo se avanza a la totalidad del trabajo, pero a un trabajo distinto, ya no es el asalariado, del cual solo van quedando sus vestigios. El de estos tiempos está desprovisto de un poder visible y subordinador. Así, el trabajo forzado impuesto desde arriba queda atrás, para imponerse y disfrazarse como auto explotación.

Hoy, el trabajador, ya desproletarizado, está condenado a ser libre, pero libre para el trabajo. Ya no hay límites temporales para el trabajo, todo el tiempo es el tiempo del trabajo. Para producir, cualquier lugar es un puesto de trabajo, cómo expresa Chul Han [12] y el descanso, es un descanso para seguir trabajando.

La mano de obra ya no es más una mercancía, ni una mera fuerza productiva a la que hay que disciplinar por el Estado, sino que es un capital que germinar y regular para el mercātus.

En la Metrópoli neoliberal, la precarización social será la norma. Una nuda vida [13], como diría Agamben, una que asegura el funcionamiento del mercado. En el cual los trabajadores son “una empresa” más, de la que se puede prescindir si el negocio lo requiere, a lo más como un daño colateral [14], como expondría Bauman.

Florencio Pardo

No obstante todo lo anterior, lo cierto es que nuevas formas de opresión, anidan nuevas de formas de insurrección.

Trabajar todos los aptos, trabajar menos y repartir la riqueza del trabajo para todos. La fuerza está en la unión, ¡this is the way.!

Por Florencio Pardo


[1] Abogado. Doctorando en Derecho, Universidad de Buenos Aires. Magíster y diplomado en Derecho Penal, Universidad de Chile. Correo electrónico: [email protected]

[2] Marx y Engels. Manifiesto Comunista. Editorial Sarpe. 1983. Pág. 40

[3] Marcuse, Herbert. “Marx y el trabajo alienado”. Carlos Pérez Editor, Buenos Aires, Argentina, 1969.

[4] Idem.

[5] Pegoraro, Juan. Teoría social, control social y seguridad el nuevo escenario de los años 90. en: El control social en el fin de siglo. Universidad de Buenos Aires. Buenos Aires, 1995. Pág. 82

[6] “De ahí proviene toda una legislación creadora de nuevos delitos (obligación de poseer cartilla, ley sobre despacho de bebidas, prohibición de loterías); así como toda una serie de medidas que sin ser totalmente coactivas introducen una domesticación del comportamiento (la caja de ahorros, la promoción del matrimonio y, más tarde, las ciudades obreras); se deriva también de ello la emergencia de organismos de control o de presión (asociaciones filantrópicas, patronatos); de aquí en fin toda una gigantesca campaña de moralización obrera”. Foucault, Michael. La vida de los hombres infames. La Plata, Argentina. Pág.29

[7] Foucault, Michael. La vida de los hombres infames. La Plata, Argentina. Pág.29.

[8] Foucault, Michael. Nacimiento de la Biopolítica. Curso en College de France (1978-1979). Fondo de Cultura Económica., Buenos Aires, 2021.

[9] Marx, Karl. [Primer Manuscrito]. Salario. En: Manuscritos Económicos y filosóficos de 1844

[10] Mbembe, Achille. Narcopolítica. Ediciones Sur Pop, 2024.

[11] No asimilable al “No trabajador” en Marx, quien sería el propietario que tiene la propiedad económica de los medios de producción en la sociedad capitalista, pudiendo de este modo explotar al trabajador.

[12] Byung-Chul Han. En el enjambre. Ediciones Herder. Buenos Aires, 2022. Pág. 58 y 59.

[13] Agamben, Giorgio. Estado de excepción. Adriana Hidalgo editora, Buenos Aires, 2005, Pág. 25

[14] El profesor Z. Bauman introduce el concepto militar de «daño colateral» al campo del análisis social, el cual en el vocabulario de las fuerzas militares se utiliza para denotar los efectos no intencionales ni planeados de una acción armada. Bauman, Zygmunt. Daños colaterales. Desigualdades sociales en la era global. Fondo de Cultura Económica. Buenos Aires, 2011.


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