El transporte en la Ciudad de México

En la CDMX circulan alrededor de 6,4 millones de vehículos de motor, que pueden ser autos, camiones, camionetas, motocicletas o cualquier cosa con ruedas y motor. Pero lo principal son los autos particulares.

El transporte en la Ciudad de México

Autor: Margarita Labarca

El problema del transporte en la Ciudad de México es espantoso. Supongo que en otras ciudades también lo es, pero creo que esta se gana el premio. Por eso mucha gente, casi todas las personas de clase media para arriba tienen auto, pues el transporte público está repleto. Allí te aprietan y te roban sin que te puedas defender. Y si andas en auto y te lo tratan de robar, no intentes impedirlo, porque en ese caso lo más probable es que recibas una puñalada mortal. Experiencia para los turistas: jamás de los jamases oponerse a un robo, por favor.

Y como casi todo el mundo se ve obligado a tener un auto, cada vez hay más autos. Cada matrimonio a menudo tiene dos. En la CDMX circulan alrededor de 6,4 millones de vehículos de motor, que pueden ser autos, camiones, camionetas, motocicletas o cualquier cosa con ruedas y motor. Pero lo principal son los autos particulares.

La gente que vive un poco lejos de su trabajo, a menudo se demora dos o más horas en llegar y otras tantas en volver a su casa. No por la distancia sino por la lentitud del tránsito en la ciudad. Y para qué decir los que vienen del Estado de México, mejor ni hablar de ese tema porque es muy complicado, ya se lo pueden imaginar.

¿Ir a ver a un amigo el domingo? No, por dios, que se van a demorar más en el viaje que en la visita.

En la CDMX viven, o sea duermen porque habitan aquí, ocho millones de personas. Pero viene diariamente a trabajar, gente del Estado de México que es vecino y a veces de otros Estados. Son 12 millones más, con lo cual se mueven diariamente, comen, usan el agua y transitan por las calles, un total de 20 millones de personas. ¿Se dan cuenta ustedes de lo que es esto? He dicho que es espantoso, pero ustedes le pueden poner el adjetivo que quieran.

¿Qué hacer? ¿Poner más metrobuses, más Metro, más peseras o “micros”, como se llaman en Chile? Una línea de Metro cuesta carísima y ya no cabe. Porque aunque ustedes no lo sepan, debajo del suelo hay millones de cosas: muchísimos tubos del agua que si se rompen se acaba el agua en algún lugar y hay que cambiarlo porque ya no se puede parchar más. Hay cables de luz, cables de Internet, cables de gas, cables que no sirven para nada, pero ahí están y nadie sabe si sirven o no. Y también están las otras líneas del Metro y los cimientos de los edificios que tienen que ser muy profundos por los temblores que son comunes en México. Hace poco un edificio en construcción trató de hacer sus cimientos y le cayó tierra y lodo al vagón del Metro que pasaba poco más abajo.

Y ahorita, para colmo, un equipo de arqueólogos descubrió que dos metros por debajo de la avenida Chapultepec, una de las principales de la ciudad, hay vestigios de un muelle, de un canal de la época prehispánica y de un pequeño puerto del que arribaban y partían canoas rumbo al lago de Texcoco.

Hay un dicho en México: “Si te pones a excavar, puedes encontrar petróleo o una pirámide”.

Entonces ¿no se puede hacer nada?

No es así, hay una solución perfecta y se las voy a explicar. No hay que excavar ni poner ningún tubo, cable o una nueva línea del Metro.

La solución se llama “trabajo en casa”, también malamente llamado “home work.”

Así el tránsito disminuye en un gran porcentaje y no pasa nada. El sistema se probó durante la pandemia y resultó sensacional.

Mucha gente se vio obligada a trabajar en su casa y le gustó, naturalmente. Se gana tiempo, se ahorra dinero porque los estacionamientos en la calle resultan muy caros, no hay que recorrer largas distancias, se come en casa mucho mejor y más barato, la jornada de trabajo rinde mucho más. México es el país de Latinoamérica en el que ese moderno sistema ha tenido mayor aceptación.

Está comprobado que durante la pandemia, gracias al trabajo en casa, disminuyó en un alto porcentaje la circulación de vehículos en la CDMX. Hasta los niños pudieron recibir clases en sus casas, pues la mayoría tiene computadora y la maneja mejor que un adulto. Así no hubo que ir a llevar y recoger a los niños y adolescentes al colegio, lo que es casi obligatorio en esta ciudad, debido a la inseguridad, sea ésta verdadera o  imaginaria.

¿Y cuánto bajó el tránsito durante la pandemia? Hay diferentes cifras, pues al parecer no se hizo un cálculo gubernamental serio. Por lo tanto, unos dicen que bajó un 20%, otros un 80 % y otros un 50%.

La cifra que sea es importantísima. Ninguna otra medida de Gobierno ha logrado ni logrará resolver el problema del tránsito en esta ciudad. Naturalmente, hay personas que no pueden trabajar en su casa: un dentista, un plomero, un jardinero, un cirujano. Pero son los menos.

Desgraciadamente, después de la pandemia se planteó que había que “volver a la normalidad”, o sea volver a la fábrica o a la oficina. Lo dijo el Gobierno, en mi opinión erróneamente y lo señaló la empresa privada, que quiere tener a sus trabajadores en un lugar en que pueda vigilarlos.

La verdad es que la mayoría de los trabajos se pueden medir por los resultados y no por el tiempo. Un burócrata que debe elaborar un oficio, lo puede hacer en 10 minutos o en una hora, y basta con que el oficio se envíe correctamente en cualquier tiempo. Si un obrero de la construcción debe realizar una excavación, lo puede hacer en una hora o en varias y el trabajo quedará a la vista.

Y cada vez se usa más el Internet: hasta documentos firmados se pueden fotografiar y se envían por las redes.   

Y los niños miran la pantalla y hacen lo que dice la maestra. Cómo lo hacen, no lo sé, pero lo hacen. Mi nieta de 11 años no tuvo ningún problema, lo he visto.

Entonces, lo que habría que hacer en la Ciudad de México, es promover el trabajo a domicilio y convencer al Gobierno de que es lo mejor. Si el Gobierno lo hace, la empresa privada terminará por entender que es conveniente y lo aplicará.

Por Margarita Labarca Goddard

28 de noviembre de 2024


Las expresiones emitidas en esta columna son de exclusiva responsabilidad de su autor(a) y no representan necesariamente las opiniones de El Ciudadano.

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