La famosa frase nació en el Caupolicán, en la década de los sesentas, durante una de las célebres veladas pugilísticas que contribuyeron a hacer la fama del lugar.
Después de los preliminares, el último combate no estuvo a la altura de las expectativas y el respetable público se aburrió. Primero de estimular a los boxeadores, luego de abuchearles la falta de combatividad, finalmente de presenciar el tongo.
El término de cada round veía disminuir la asistencia en modo alarmante hasta que por ahí por el 8° asalto de un combate pactado a doce ya no quedaba casi nadie. Un chusco que a su vez decidió irse para la casa, al abandonar el recinto lanzó el conocido grito: “¡El último apaga la luz!”
Las malas lenguas le gritan lo mismo a Escalona, aunque otros tratadistas echan mano a la vieja publicidad referida a un desodorante que te abandona a media tarde…
Debe oler mal en la calle París, sobre todo si uno le cree a quienes aseguran que allí van almacenando los trigos no muy limpios…
Servidor escribió hace ya algún tiempo que el PS tiene el encefalograma plano, signo indudable de mala salud y anunciador de malas nuevas. Diagnosis y prognosis comprometidas, poco auspiciosas, pronóstico francamente pesimista.
Escalona no. Quiero decir que a Escalona aun le funciona una neurona. Lo que pasa es que le falla la sinapsis y esa sí que ya es mala, ¿cómo decir?, sinapsis. Eso es: sinapsis.
Para los propósitos convictos y confesos que consisten en eternizar la institucionalidad y el modelo económico de la dictadura no hacen falta socialistas. Ni siquiera del género algo genéticamente modificado del “disponible” que nunca estuvo disponible como no fuese para una sinecura en Washington.
Para eso basta un Frei, honores le sean rendidos, abajo los sombreros, y arriba las esperanzas de conservar el chollo. O en estricto rigor, hasta un Piñera, deseemos todos que la Convenshion del PS no tenga que tomarse la molestia de ir hasta los extremos de proclamarlo si de aquí al sábado también se baja Eduardo.
Tengo para mí que es tiempo de liberar la palabra, de reconstruir la unidad del pueblo de Chile para romper definitivamente con el legado de la dictadura.
Se trata de crear la herramienta, la organización popular en la que cristalicen las aspiraciones populares. Una capaz de convocar a esa enorme mayoría del pueblo de Chile que sufre las consecuencias de la prolongación del tongo.
Se trata de construir un frente de izquierda que ya no le tema a su propia identidad, ni a su propio lenguaje, ni a sus propios objetivos, ni a la fuerza del pueblo.
Porque a esta institucionalidad, a este modelo económico injusto y depredador, Chile entero le esta gritando cada vez más fuerte:
“¡El último apaga la luz…!
Por Luis Casado