El viraje hacia adentro de China descoloca a Occidente

Por Raúl Zibechi

El viraje hacia adentro de China descoloca a Occidente

Autor: Sofia Belandria

El Dragón se propone cambiar de estrategia. En respuesta a la situación internacional, decidió un viraje a lo que denomina «doble circulación», que supone que «el mercado y el consumo interno serán los principales impulsores del futuro crecimiento del PIB de China».

Este viraje se viene anunciando desde hace algunos meses, pero a lo largo de septiembre cobró mayor dimensión. El Diario del Pueblo publicó un artículo titulado «El desarrollo chino se plantea a través de un nuevo modelo», donde destaca que el «crecimiento económico de China estará impulsado por el consumo interno y la inversión».

Justin Yifu Lin, decano honorario de la Escuela Nacional de Desarrollo de la Universidad de Pekín y ex economista jefe del Banco Mundial, destaca la necesidad de China de «medidas de reforma más audaces para cultivar un mercado interno más eficiente y liberar el potencial del país para verificar un crecimiento de mayor calidad».

China está transitando, según Lin, de «una economía orientada a la exportación hacia una economía orientada al consumo interno y la inversión», lo que considera un paso inevitable. Según el diario oficialista, «el patrón de desarrollo de doble circulación ha generado acalorados debates y especulaciones sobre un posible cambio de la política de desarrollo de China y su potencial impacto en la economía mundial».

El presidente Xi Jinping definió que «China necesita crear un nuevo patrón de desarrollo en el que la circulación económica interna sea el pilar y los mercados internos y externos puedan complementarse entre sí».

El cambio está en marcha, al punto que la proporción de las exportaciones en el PIB de China ha disminuido desde un 35% en 2006, hasta un 17% en 2020. El consumo interno suponía, en 2008 el 35,3% del PIB, porcentaje que creció hasta un 58% del PIB en 2019.

Sin embargo, esto no quiere decir que las exportaciones dejarán de ser importantes para la economía china, ya que el país seguirá aprovechando sus ventajas competitivas para seguir ampliando la oferta de bienes a bajos precios.

China no va a aislarse, como ha dicho días atrás el presidente Xi. Prueba de ello es que mantiene en alto su principal proyecto, la Ruta de la Seda, que busca precisamente acelerar los intercambios con Asia y Europa. Como señala el economista Lin, el viraje supone aumentar los ingresos de los hogares para que el consumo interno se convierta en uno de los motores claves del crecimiento económico.

Sin embargo, este viraje que busca la mayor autonomía de China del mercado global, provoca un sentimiento de zozobra en Occidente. El Commerzbank, por ejemplo, uno de los mayores bancos de Alemania, vaticina que «China ha iniciado un camino hacia la autarquía».

Según este análisis, el viraje de China «puede perjudicar a Europa y, en especial, a Alemania en el medio plazo». Observado desde Europa, el viraje chino busca «la autosuficiencia para blindarse ante la nueva ‘era del desorden'», que «puede suponer una seria amenaza para los grandes socios comerciales».

Según el citado informe de El Economista, «China se ha convertido en un gran importador de bienes intermedios de calidad, beneficiando a Alemania, Japón, Corea del Sur o EE.UU. Esto es lo que parece estar en peligro con la nueva estrategia que pretende adoptar el país a partir de octubre».

En los próximos años, el Dragón se encamina a producir una gran parte de los bienes y servicios de elevado valor añadido que ahora importa. Los economistas de Commerzbank sostienen que China seguirá importando commodities como petróleo, pero la sustitución de importaciones industriales «plantea riesgos importantes para China y para las economías industrializadas occidentales».

Con este viraje, es muy probable que la guerra comercial con EE.UU. no haga más que intensificarse. Alemania será uno de los países más afectados, ya que se ha convertido en el principal proveedor de China, principalmente vehículos, piezas de coches, de aviones, máquinas y equipamiento industrial. «Se sentirán decepcionados, en particular los que exportan productos finales de alto valor añadido que China ahora puede producir por sí misma», estima Alicia García Herrero, economista de Natixis y una de las mayores expertas en economía china.

El economista argentino Claudio Katz ofrece una interesante reflexión sobre las causas de este viraje, que sitúa en la crisis de 2008, cuyo epicentro fueron los EE.UU. El crecimiento de China basado en las exportaciones a su principal socio comercial, «alcanzó un techo infranqueable», ya que la debilitada economía de EE.UU. «no pudo sobrellevar el desbalance generado por el superávit comercial y las monumentales acreencias acumuladas por Pekín».

En efecto, la recesión que sobrevino a la crisis «introdujo un freno a la adquisición norteamericana de excedentes chinos y al consiguiente engrosamiento de las reservas asiáticas de Bonos del Tesoro». En los años siguientes, los intentos de China por aumentar las inversiones para ampliar su mercado interno, no alcanzaron el mismo nivel de beneficios que se obtenía con las exportaciones, sobre todo porque, como apunta Katz, «el consumo interno de los sectores de alta y media renta no fue suficiente para sostener el mismo ritmo de actividad».

Según esta explicación, la guerra comercial y el desacople entre Pekín y Washington serían consecuencia, más que de la actitud de ambos presidentes, de los límites que encuentra la interpenetración de las economías de ambas potencias. Dicho de otro modo, la guerra comercial desatada por Trump es la respuesta a los límites estructurales de un tipo de relaciones ancladas en el comercio.

China necesita un desarrollo endógeno, como lo han tenido EE.UU. y la Unión Europea desde hace mucho tiempo, así como todas las potencias ascendentes. Si no promueve ese viraje, quedará como un país dependiente de las exportaciones de bienes poco industrializados, una desventaja que las naciones del tercer mundo subdesarrollado conocemos de sobra.

Sin embargo, este viraje augura cambios geopolíticos de larga duración. Las potencias occidentales tuvieron una sobrevida luego de la crisis de 2008 gracias al notable crecimiento de la economía china, que era capaz de absorber todo tipo de productos industrializados y de alto valor agregado que producían las economías desarrolladas. Ahora se verán enfrentadas a sus propios límites, ya que los mercados internos del Norte tienen muy pocas posibilidades de expandirse.


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