Elección de rector en la BUAP: 1. El contexto

La incertidumbre ante este proceso es mayor, debido a las acusaciones por malversación y desvío de fondos en contra de la máxima autoridad actual de la universidad, Alfonso Esparza Ortiz

Elección de rector en la BUAP: 1. El contexto

Autor: El Ciudadano México
Enrique Condés, columnista de El Ciudadano México

El próximo 4 de octubre tomará posesión un nuevo Rector, o Rectora, de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla, y como siempre, dada la importancia de la institución, el hecho empieza a despertar la atención de universitarios, medios informativos y grupos políticos de la entidad. Sin embargo, a diferencia de anteriores ocasiones, actualmente la expectativa es mayor por las acusaciones en contra de Alfonso Esparza Ortiz, rector saliente, por malversación y desvío de fondos, y por el contexto en el cual se desarrollarán los comicios para elegir a su sucesor.

A lo largo de los últimos 30 años, la relación de los rectores de la Benemérita con los gobernadores del Estado fue buena y en algunos casos excelente; gozaron de su apoyo y respaldo porque les era muy importante tener a la Universidad de su lado y tranquila; incluso haciéndose de la vista gorda de excesos e irregularidades de los más altos funcionarios universitarios, que muchos observadores advertían con claridad.

Funcionó el modus vivendi. La BUAP se despolitizó y se desvinculó de todo asunto político o social incómodo para los gobernantes. Cientos de inconformes –estudiantes, profesores o administrativos— fueron depurados, a la par que fue reestructurada la vida interna de la BUAP para inhibir la disidencia; incluso por la fuerza, y eliminar la posibilidad de que avanzaran voces o movimientos alternativos y autónomos.

Pero las mutuas complacencias y complicidades acabaron con el triunfo de Morena en el país y de Miguel Barbosa en Puebla. Una  política nacional orientada, entre otras metas, a terminar con la corrupción, despilfarros y simulaciones comenzó a abrirse paso, sin retroceder ante el malestar y oposición de rectores caciques, funcionarios enriquecidos y grupos privilegiados de diversas instituciones de educación superior. Y en Puebla, la por demás legítima demanda de transparencia  en el manejo de recursos y rendición de cuentas que formuló el gobernador, le hizo entender a Esparza Ortiz que el fin de las connivencias había llegado; ante lo cual improvisó una supuesta defensa de la autonomía universitaria, que muy pocos creyeron sincera, para protegerse. Se inició así una separación que en el lapso de unas cuantas semanas se convirtió en choque frontal.

Uno de los rasgos distintivos de la actual sucesión de Rector en la BUAP, por tanto, consiste en que no habrá apoyos gubernamentales al delfín que designe para sucederle el rector saliente, como fue durante las pasadas tres décadas.

Manuel Bartlett, Melquíades Morales, Mario Marín y Rafael Moreno Valle salvaron sus gobiernos de una problemática, la universitaria, que durante años tuvo en aprietos a varios de sus antecesores. A cambio, con gusto avalaron y apoyaron sin mayores reparos las peticiones y aspiraciones de los rectores, quienes se aprovecharon para tomar la Universidad como trampolín político. Es así como el gobernador Melquíades Morales apoyó la aspiración de Enrique Doger de ser presidente municipal por el PRI. Se le dificultó a Enrique Agüera al terminar como Rector obtener el mismo respaldo de Moreno Valle para la presidencia municipal de Puebla, porque Tony Gali era ya el candidato del Gobernador; no obstante, no hubo ruptura entre ambos. Agüera perdió la elección, pero le pusieron puente de plata para un exilio dorado.

Sin embargo, todo eso se acabó. La realidad política ahora prevaleciente, cerró las aspiraciones de Esparza, quien no pudo saltar a ninguna candidatura, ni municipal, ni estatal, ni federal. Apenas asomó el intento de brincar fuera de la BUAP, se hizo un revuelo tal que desvaneció cualquier posibilidad; ni siquiera sus aliados y apoyos en Morena pudieron hacer algo. Y si no sucede algún imprevisto, muy a su pesar, estará como Rector hasta el último día de su mandato

Las facilidades para saltar a una candidatura o a un cargo público, jugaban un papel importante dentro de la Universidad porque facilitaban el triunfo del candidato oficial, es decir, del Rector saliente. Amarrada su postulación, el Rector que estaba por terminar renunciaba, y automáticamente ocupaba su lugar el Secretario General, quien a partir de ese momento tomaba las riendas del manejo y control de toda la institución; eran meses en que afianzaba su presencia dentro de la Universidad, frente a las autoridades gubernamentales y educativas y ante la opinión pública; el derroche de recursos para “posicionarlo”, no era, ni podía ser, menor. Y cuando el Estatuto indicaba, simple y sencillamente se anotaba como candidato a Rector. Por supuesto, con toda esa ventaja sobre cualquier otro candidato, ganaba. En la Universidad, salvo algunos ingenuos, todo mundo estaba atento sobre a quién nombraría Secretario General el Rector en el último tramo de su periodo, porque sabían que sería ese el siguiente Rector.

Tal procedimiento no se va a aplicar ahora. Esparza no cuenta con la posibilidad de lanzar a la palestra pública ventajosa y abiertamente a su sucesor como hacían antes. Tiene que seguir caminos más elaborados y discretos, que no tienen por qué desembocar necesariamente en la derrota, pero que hacen más atractivo el proceso eleccionario en cierne y favorecen las condiciones para una competencia menos inequitativa.

Esa es la segunda gran diferencia que presentan estas elecciones de Rector respecto de las anteriores y que las hacen de mayor importancia.

Aún así, los términos de la contienda universitaria que se avecina no son, ni serán, parejos y democráticos. Con las condiciones internas existentes en la BUAP no hay, ni podrá haber, juego limpio, como veremos en la siguiente entrega.


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