La elecciones presidenciales en Venezuela, que dieron la victoria al Presidente Nicolás Maduro por un 67% de los votos válidamente emitidos, abren un nuevo escenario para las fuerzas de la revolución bolivariana, que estará marcado por el desafío de la guerra económica y el aseguramiento de la estabilidad internar. No obstante, lo que nos convoca ahora es apuntar algunas conclusiones que pueden desprenderse del reciente proceso electoral, para aportar así a un diagnóstico preciso de la situación, en un contexto en que los oligopolios comunicacionales se empeñan por desinformar a la población, haciendo de la mentira y la calumnia armas de manipulación masiva.
Para ello, utilizaremos tanto datos internacionales como de las pasadas elecciones presidenciales de 2013 que enfrentaron al actual presidente Maduro, con el entonces candidato opositor Henrique Capriles.
El nivel de participación
Es preciso señalar y reconocer que la participación bajó en relación a las elecciones del 2013 de un 79,69% a un 46,02%, es decir 33,67 puntos porcentuales, lo que no es motivo de alegría en ninguna democracia, aún cuando en honor a la objetividad ese 46,02% es similar al 46,7% de las últimas elecciones en Chile y superior al 40,65% en Colombia, lo que no lo constituye en una excepción, sobre todo si se toma en cuenta que la Mesa de Unidad Democrática (MUD) decidió no participar de los comicios encabezando la campaña por la abstención.
Ahora bien, la baja en la tasa de participación ¿puede ser leída como una victoria electoral de la MUD? La respuesta no puede ser otra que ¡no!, en tanto que la MUD venía de haber obtenido un 49,12% de los votos en 2013, en circunstancias que la abstención había sido de un 20,32% sobre una población de 18.903.143 personas habilitadas para votar, lo que hace que el porcentaje de votos que obtuvo sobre el total de la población habilitada sea de 34,868%, porcentaje que si se suma al 20,32% de la abstención de 2013, nos da aproximadamente el 53,98% de abstención actual. Es decir, la MUD no convenció a nadie, solo sumó su abstención a la abstención histórica.
No obstante, el hecho de que no sea una victoria electoral, no implica que no sea un acierto político, toda vez que la MUD ante la certeza de no poder ganar las elecciones se restó para bajar la participación y abrir un flanco internacional, que sin duda las derechas utilizarán para atacar la legitimidad del Presidente Maduro. Legitimidad indiscutida e indiscutible, dado que el proceso se llevó acorde las leyes del país, con controles físicos y electrónicos para asegurar la identidad del votante y evitar fraudes, en un contexto donde el voto es un derecho y no un deber legal, por lo que a la autoridad solo le compete asegurar las condiciones del libre ejercicio del voto mas no obligar a los ciudadanos a su ejercerlo.
La memoria histórica y la consolidación del núcleo de la revolución
El análisis del resultado de las elecciones, en el actual contexto político venezolano, nos da algunas pistas de cómo se ha desarrollado la correlación de fuerzas en el país de Bolívar. Es indiscutible que el Presidente Maduro y las fuerzas Bolivarianas retrocedieron en 1.314.726 votos con respecto a las elecciones de 2013, cuando obtuvieron 7.505.338 votos, pero igualmente indiscutible es que el 67% obtenido es una victoria aplastante en contraste con el 50,61% de la elección anterior.
La pregunta entonces es ¿qué sucedió? Y la respuesta debe buscarse en la comprensión profunda de los procesos revolucionarios. Las revoluciones no son un continuo, ni la revolución bolivariana ni ninguna otra, las revoluciones se producen a saltos, acorde el desarrollo histórico de las fuerzas sociales y también las coyunturas políticas, teniendo momentos de expansión y momentos de constricción.
Al respecto, y solo en términos presidenciales es apreciable que el chavismo ha ido aumentando su fuerza electoral en la medida que se desarrolla el proceso, pasando de los 3.673.685 votos en la primera elección del Comandante Chávez en 1998 a los 8.191.132 votos en 2012 y a los 7.505.338 ya citados del Presidente Maduro el 2013, lo que sugiere un alza significativa en la legitimidad de la revolución.
Lo anterior, sin duda aparejado del aumento en los estándares de vida y la justicia social que produjo el chavismo en Venezuela, bajando el hambre de un 22% a 5%, disminuyendo la desnutrición en un 57%, aumentando casi 60 veces la inversión en salud, ampliando la cobertura educacional, instaurando pensiones justas, y un largo etcétera que generó una identificación progresiva del pueblo venezolano con el Socialismo del Siglo XXI, siendo del todo atribuible la baja de 685.794 votos entre 2012 y 2013 al recambio de liderazgos y no a una disminución del apoyo popular al proyecto.
Fue el momento expansivo de la revolución, que sin duda tuvo sus bemoles, pero que si se analiza en términos globales, se hace evidente el alza sostenida de la adhesión a pesar del asedio internacional y del boicot interno de la derecha y el empresariado.
No obstante, con la muerte de del Comandante Chávez el imperialismo inició una ofensiva económica sin precedentes, la que sumada a una larga sequía y un bloqueo comercial despiadado, junto a la fuerte violencia desatada por la MUD en las guarimbas, hicieron que la prosperidad alcanzada se ponga en duda, dando inicio a un momento constrictivo, al que el Presidente Maduro supo hacer frente de manera ejemplar.
Las revoluciones son procesos, y sus momentos expansivos se generan a partir de un núcleo duro que suma a su proyecto de sociedad a otros grupos sociales, por lo que mientras más se expande su núcleo central, mayor serán sus posibilidades de resistir a las fuerzas reaccionarias. Por eso no ha de extrañarnos que en los momentos de crisis los estratos medios, y aquellos cuya conciencia de clase ha sido menos desarrollada, desistan de la revolución, pues su adhesión al proceso tiene un carácter más clientelar que militante. Y es ahí donde el Presidente Maduro ha dado la gran sorpresa.
Pocos procesos revolucionarios en América Latina han sufrido una embestida económica tan brutal como Venezuela y el mérito del Presidente Maduro y las fuerzas políticas y sociales bolivarianas, ha sido afianzar un núcleo social revolucionario que se ha mantenido firme ante la crisis, pues en su memoria está el proceso histórico que los constituye como un motor de justicia y desarrollo social.
El 67% del Presidente Maduro refleja dos cosas, la primera es que no existe en este momento ningún otro proyecto de país que haga sentido al pueblo venezolano y que la oposición no conforma una fuerza social capaz de conducir a una victoria. La segunda, es que las fuerzas revolucionarias han logrado una vinculación orgánica en la base social que no tiene precedentes y cuya altura moral ha sido probada una vez más.
Es cierto, el bloqueo económico ha provocado escases de comida, de medicamentos y de otros enseres básicos, pero tan cierto como eso es que el pueblo de Venezuela sabe que si hoy no tiene medicamentos, al menos tiene el derecho a ellos, porque recuerda perfectamente que antes de la revolución los medicamentos sobraban, pero los derechos faltaban.
El triunfo del Presidente Maduro es el triunfo de aquellos que con la revolución han ganado su dignidad como personas y que entienden que la única forma de mantenerla, es profundizando el proceso. Hoy no solo el chavismo cuenta con más de 6 millones de votantes, sino que Venezuela toda cuenta con más de 6 millones de militantes de la revolución.
Por Xiomara Serrano y Jamadier Uribe