En Chile falta hacer oír a los sordos y hablar a los mudos

«Le presentaron un sordo que, además, hablaba con dificultad, y le ruegan imponga su mano sobre él

En Chile falta hacer oír a los sordos y hablar a los mudos

Autor: Director

padrepizarro

«Le presentaron un sordo que, además, hablaba con dificultad, y le ruegan imponga su mano sobre él. Él apartándolo de la gente, a solas, le metió sus dedos en los oídos y con su saliva le tocó la lengua. Y, levantando los ojos al cielo, dio un gemido, y le dijo: «Effatá», que quiere decir : «¡Ábrete!». Se abrieron sus oídos y, al instante, se soltó la atadura de su lengua y hablaba correctamente. … Y se maravillaban sobremanera y decían: «Todo lo ha hecho bien; también hace oír a los sordos y hablar a los mudos».

El Evangelio de hoy nos relata un hecho que denota un mensaje universal. El hecho sucede en un lugar, pero su significación corresponde a todas las épocas y a todos los lugares. Los personajes que intervienen ya pasaron, pero ellos representan, de una u otra forma, a cada uno de nosotros, a todos y a los distintos lugares: países con su sociedad actual. Por eso el Evangelio es siempre actual.

El Evangelio de hoy nos dice que Jesús devuelve a un sordo su capacidad de oir. Como los testigos de este milagro, nosotros podríamos quedarnos en la admiración por Jesús«que todo lo ha hecho bien».
Seguramente, como muchos de los testigos del milagro, nuestra fe crecería con fuerza; más de alguno decidiría seguir a Jesús como discípulo.

Pero eso no sería suficiente, pues «la fe sin obras es fe muerta». Es imperioso que un verdadero cristiano, pase del hecho y de sus enseñanzas inmediatas del mensaje, a acciones y compromisos auténticos y verdaderos. En este Evangelio tenemos que descubrirnos a nosotros mismos en los protagonistas del hecho y sentirnos interpelados a actuar en consecuencia.

Jesús es el que da la capacidad de escuchar: «hace oír a los sordos». Y esto es puesto como un signo de esperanza en cuanto que así se empieza a hacer más presente el Reino de Dios, que llega porque «los sordos oyen». (Lucas 7,22).

Y, ¿quiénes son más claramente los sordos hoy día?

Los sordos somos todos y cada uno de nosotros. Y, en Chile, especialmente los ricos poderosos, que coludidos con los partidos políticos, con sus senadores y diputados, incluso, hoy, con el gobierno de turno, no escuchan o no quieren escuchar el clamor de un pueblo mayoritario y soberano. ¿Y qué tienen que oír la Presidenta, su Gobierno, los senadores y diputados y el poder a todo nivel? ¿Cuál es la sordera, cuando aparentemente ellos se escuchan, porque buscan conversar entre ellos y dialogar con una inutilidad alarmante?

Son sordos porque no saben o no quieren escuchar el clamor de los pobres y de un pueblo postergado, marginado de toda participación efectiva en la marcha del país. El clamor del pueblo, dominado por una minoría sorda y empoderada, sube incontenible hasta Dios. Recordemos al pueblo oprimido por los egipcios en el Antiguo Testamento. Dios dice a Moisés: «Bien vista tengo la aflicción de mi pueblo en Egipto, y he escuchado el clamor que le arrancan sus capataces; pues ya conozco sus sufrimientos. He bajado para librarle de la mano de los egipcios y para subirle de esta tierra a una tierra buena y espaciosa; a una tierra que mana leche y miel. … Así pues, el clamor de los hijos de Israel ha llegado hasta mí y he visto además la opresión con que los egipcios los oprimen. Ahora, pues ve; yo te envío a Faraón, para que saques a mi pueblo, los hijos de Israel, de Egipto».

«Moisés respondió a Yavé: «Te suplico tengas presente que yo nunca he tenido facilidad para hablar… sino que soy torpe de boca y de lengua. Le respondió Yavé: «¿Quién ha dado al hombre la boca? ¿Quién hace al mudo y al sordo, al que ve y al ciego? ¿No soy yo, Yavé? Así pues, vete, que yo estaré en tu boca y te enseñaré lo que debes decir.
Él replicó: ¡»Óyeme, Señor!, te ruego que encomiendes a otro esta misión». Entonces se encendió la ira de Yavé… y le dijo: «¿No tienes a tu hermano Aarón el levita? Sé que él habla bien; he aquí que justamente ahora sale a tu encuentro, … . Tú le hablarás y pondrás estas palabras en su boca; yo estaré en tu boca y en la suya, y os enseñaré lo que habéis de hacer. Él hablará por tí al pueblo, él será tu boca… . Toma también en tu mano este cayado, porque con él harás prodigios… . Mientras tanto, Yavé había dicho a Aarón: «Ve al desierto y allí encontrarás a tu hermano Moisés». Partió Aarón y se encontró con Moisés… y luego Moisés le contó a su hermano las palabras que Yavé le había dirigido y los prodigios que le había enseñado. Moisés y Aarón partieron juntos a Egipto, donde reunieron a todos los jefes de los hijos de Israel. Aarón le comunicó todo lo que Yavé había dicho a su hermano Moisés; y éste hizo los prodigios delante de todo el pueblo.
El pueblo creyó, y al oír que Yavé había visto sus sufrimientos y venía a visitarlos, se postraron y adoraron. … Después se presentaron Moisés y Aarón a Faraón y le dijeron: «Así dice Yavé, el Dios de Israel: Deja salir a mi pueblo…».

He citado las palabras del Éxodo, porque Dios está con su pueblo oprimido, por el Faraón de hoy día, y puede encaminarlo hacia la patria verdadera. Lean Éxodo en capítulos 3 y 4, y verán cómo Dios indica, y quiere la liberación de su pueblo. Y lo pongo, porque he vivido la experiencia, en medio de los pobres, sé de sus demandas e interrogantes, buscando una salida de la crisis política del Chile actual. Experiencia con los pobres, que ven cómo los partidos políticos, con senadores y diputados, más grandes empresarios, que tienen un gran poder, como el Faraón, siendo minoritarios, los tienen secuestrados, siendo ellos una mayoría; mayoría que ha visto cómo los poderosos han caído en la corrupción, haciendo enjuagues con el dinero, y evadiendo con trampas los impuestos, haciendo que lo que es propiedad de todos los chilenos, quede en unas pocas manos tramposas, haciendo la pobreza de muchos. Yo sé de alguna iniciativa de gente que quiere un éxodo del querido Chile. Incluso he oído, cómo se busca la manera de hacer renunciar al gobierno de turno y de cambiar el Parlamento que no los representa, y así abrir un camino de encuentro y de éxodo de un Chile verdaderamente democrático, y con una institucionalidad legítima, y una economía cuyo centro sea la persona humana de todos y cada uno de los chilenos, economía de justicia y fraternidad. Quieren decir: ¡Basta ya! No más exclusión y opresión.
Veo que de una u otra forma se está expresando un descontento y rechazo cada vez más generalizado. Creo en Dios y creo en la fuerza y unidad del pueblo. Vendrán días mejores. Jesús puede dar término a la mudez de muchos que hoy no han hablado. Y este gran paso, puede terminar, por su peso, con la sordera de esa minoría. La mayoría ha expresado su rechazo en las elecciones, no votando el 70%. Y ahora, en estos días, los que mantienen el poder, cuentan con el rechazo de casi un 80% de la mayoría del pueblo soberano. Y,«No hay peor sordo que el que no quiere oír».

Creo, que aquí vienen bien, las palabras del Magisterio Eclesial de Obispos de América Latina:

«Desde el seno de los diversos países del continente está subiendo al cielo un clamor cada vez más tumultuoso e impresionante. Es el grito de un pueblo que sufre y que demanda justicia, libertad, respeto a los derechos fundamentales del hombre y de los pueblos».(Puebla 87).

«La Conferencia de Medellín apuntaba…, la comprobación de este hecho: «Un sordo clamor brota de millones de hombres, pidiendo a sus pastores una liberación que no les llega de ninguna parte». (Medellín: Pobreza de la Iglesia, 2). (Puebla 88).

«El clamor pudo haber parecido sordo en ese entonces. Ahora es claro, creciente, impetuoso y, en ocasiones, amenazante». (Puebla 89).

Se podría decir: si hay sordera y no se escucha el clamor del pueblo y especialmente del pueblo pobre y oprimido, y acuñando una frase, en otro momento, del Obispo Goic: «Si no hay cambio, querámoslo o no, vendrá el estallido social».

La sordera que es un mal físico, en el Evangelio de hoy, se hace un mal moral, pecado. La sordera como pecado es que hay hombres que no quieren oír a otros hombres, hermanos de ellos. Porque sus oídos están bloqueados por los ídolos del poder, de la riqueza y también del saber. Porque ya no saben sino escucharse a sí mismo, y a los que no les inquietan. O porque los que sufren injusticia no pueden hacerse oír; son como sin voz.

El milagro de Jesús – porque para convertir al que sólo se escucha a sí mismo se requiere un milagro, aunque para Dios todo es posible– apunta en las dos direcciones: permite que se escuche al pobre, y permite qué éste se haga oír: pueda hablar y manifestar su rechazo a la política que tiene el país, por culpa del poder egoísta, mentiroso y corrupto. El pueblo soberano tiene todo su derecho a hacerse oír con protestas pacíficas: tiene el derecho a manifestar su discenso. Así lo dijeron, en su tiempo, los obispos chilenos ante las protestas del pueblo, buscando el término de la dictadura. Y hoy, habiéndose ido el dictador, ha quedado una dictadura de los poderosos y políticos, que negociaron con la dictadura, y que manipulando, gobiernan, «en la medida de lo posible» sin representar verdaderamente al pueblo. Es otra mentira más y una traición al pueblo que tiene mártires por la democracia, y más aún en la impunidad.

«Hacer oír a los sordos y hablar a los mudos» es un gran camino que nos presenta Jesús, hoy día.
¿Acaso no es ésta la tarea de la Evangelización en América Latina? La Evangelización liberadora, la concientización cristiana, necesaria para crear justicia y hermandad, ¿no se descubre en el Evangelio de hoy?
En este momento, agreguemos, para reafirmar lo dicho, en Jesús y su Evangelio:

«Quien tiene sobre el hombre la visión que el cristianismo da, asume a su vez el compromiso de no reparar sacrificios para asegurar a todos la condición de auténticos hijos de Dios y hermanos de Jesucristo. Así la Evangelización liberadora tiene su plena realización en la comunión de todos en Cristo según la voluntad del Padre de todos los hombres». (Puebla 490).

«Nada es divino y adorable fuera de Dios. El hombre cae en la esclavitud cuando diviniza o absolutiza la riqueza, el poder, el Estado, el sexo, el placer o cualquier creación de Dios, incluso su propio ser o su razón humana. Dios mismo es la fuente de liberación radical de todas las formas de idolatría, porque la adoración de lo no adorable y la absolutización de lo relativo, lleva a la violación de lo más íntimo de la persona humana: su relación con Dios y su realización personal. He aquí la palabra liberadora por excelencia: «Al Señor Dios adorarás, sólo a Él darás culto» (Mt. 4,10; cfr. Dt. 5, 6 y ss). La caída de los ídolos restituye al hombre su campo esencial de libertad. Dios, libre por excelencia, quiere entrar en diálogo con un ser libre, capaz de hacer opciones y ejercer sus responsabilidades individualmente y en comunidad. Hay, pues, una historia humana que, aunque tiene su consistencia propia y su autonomía, está llamada a ser consagrada por el hombre a Dios. La verdadera liberación, en efecto, libera de una opresión para poder acceder a un bien superior». (Puebla 491).

En el Evangelio de hoy, todos los personajes son vigentes, en la realidad del Chile con su crisis política y moral. También Jesús, vivo en medio de nosotros, y encarnado en nuestras vidas, y en nuestra realidad nacional, está vigente. Hoy también, para que se dé esta liberación verdadera que Él anuncia en el Evangelio del sordo mudo, nosotros tenemos la misión de encarnar su Evangelio, porque, a través de nuestro compromiso, Jesús, es capaz hoy, de «hacer oir a los sordos y hablar a los mudos». Amén.

 

Con la ayuda de los pastoralistas Paoli y Galilea.


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