En el 20º aniversario de la pascua de monseñor Sergio Méndez Arceo, quien fuera obispo de Cuernavaca y fundador del Servicio Internacional Cristiano de Solidaridad con los Pueblos de América Latina (Sicsal), se efectuó la Asamblea General de esa entidad en Ciudad de México, entre el 8 y el 14 de febrero de 2012.
Su principal objetivo ha sido la realización de un análisis, desde la fe cristiana, para la comprensión y acompañamiento de las personas migrantes en el contexto de la globalización. Invocando el espíritu de Monseñor Óscar Arnulfo Romero, obispo mártir de El Salvador, se reunieron delegados de casi todos los países de América Latina y El Caribe, además de representantes de Canadá, Estados Unidos, España, Italia, Bélgica, Japón y Australia.
El Sicsal fue fundado en 1980, tras el martirio de Monseñor Romero y constituye una red de comités, organizaciones, grupos y personas comprometidos en la promoción de la solidaridad desde el Evangelio de Jesucristo, inspirados además en el testimonio de los mártires de América Latina, bajo el principio de que “todo aquel que se preocupa del hambriento, desnudo, pobre, desaparecido, torturado, prisionero, tiene cerca suyo a Dios”, como afirmara Óscar Romero.
En el mundo globalizado y que ha mostrado ser despiadado con el ser humano y con la naturaleza, la reciente Asamblea General del Sicsal estuvo centrada en la persona del migrante. A modo de ejemplo: de acuerdo a datos de la ONU, 4 millones de mujeres son traficadas anualmente. México es el corredor por el que transitan migrantes de los países de América Central. Se calcula un promedio anual de 500 mil migrantes que recorren 8 mil kilómetros sobre los techos de los trenes, a los que se suben y bajan estando estos en movimiento. Sólo un 15% alcanza a llegar a la frontera con Estados Unidos, para comenzar la nueva aventura de cruzar el muro divisorio y mantenerse sin documentación en “el país de las oportunidades”. El resto, o muere en el camino, o es secuestrado y torturado, o queda en calidad de ilegal en territorio mexicano, o retorna al país de origen.
Desde al año 2000, se calcula que 70 mil migrantes han muerto en México en este trayecto. El 80% de las mujeres que viaja, sufre violaciones de parte de los “coyotes”, de los “polleros” y de otros migrantes, cuyas edades fluctúan entre los 16 y los 29 años de edad, aunque también viajan ancianos y niños.
Conforme a la Comisión de Derechos Humanos de México, cada año son secuestrados 20 mil migrantes. Durante el 2011 se ha denunciado la desaparición de 50 personas, por lo que se han formado comités de madres de secuestrados que recorren las calles aledañas a los sitios de albergues, enarbolando las fotografías de sus hijos con el lema: “Vivos los secuestraron, vivos los queremos”.
En Chile, la situación es cuantitativa y cualitativamente menor, aunque es indispensable que la legislación sobre migraciones cambie, pues la ley respectiva persiste desde 1974, habiendo sido promulgada en el marco de la ideología de la seguridad nacional. Además, es necesaria la superación de las mentalidades belicista, racista y clasista, profundamente arraigadas en la cultura chilena. Esto implica la sensibilización hacia el respeto de la dignidad humana; el apoyo audaz y eficiente a los migrantes; la planificación de las políticas públicas y la distribución de la riqueza para evitar las masivas migraciones internas. Y, en particular, deben desarrollarse campañas internacionales de desmilitarización, para así superar situaciones tales como las de los límites de Chile que se encuentran infectados de minas antipersonales.
No es un secreto que la mal llamada ideología de la seguridad nacional, el militarismo y las dictaduras fascistas, han tenido como finalidad abrir el camino a las actuales dictaduras económicas.
Es por ello que, siguiendo a Monseñor Romero, es válido preguntarse: “¿De qué sirven hermosas carreteras y aeropuertos, hermosos edificios de grandes pisos, si no están más que amasados con sangre de pobres, que no los van a disfrutar?”. Puesto que si queremos que cese la violencia y que cese todo malestar, como lo es la expulsión del propio país, “hay que ir a la raíz. Y la raíz está en la injusticia social”.
Por Hervi Lara
*Comité Oscar Romero-Sicsal-Chile
Santiago, 10 de marzo de 2012.