Por Germán Gorraiz López
Los postulados de los Acuerdos de Oslo de 1993, firmados entre el líder de Al Fatah, Yasser Arafat, y el primer ministro israelí, Isaac Rabin, eran la creación de “un gobierno autónomo provisional palestino” para Cisjordania y Gaza durante un periodo de transición “de no más de cinco años hasta desembocar en una solución permanente basada en la resolución 242 del Consejo de Seguridad de la ONU”. Ello implicaba “la retirada de las fuerzas israelíes de territorios que ocuparon durante la guerra de 1967 y la creación de un Estado soberano palestino junto a Israel”.
Sin embargo, dichos postulados eran un misil en la línea de flotación de la doctrina sionista que aspira a resucitar el endemismo del Gran Israel (Eretz Israel), por lo que el Mosad israelí procedió a la gestación de Hamás en 1987 para dinamitar en una primera fase los Acuerdos de Oslo y posteriormente enfrentar a las dos facciones palestinas de Hamás y Al Fatah y lograr la conversión de la Franja de Gaza y de Cisjordania en dos entes refractarios e irreconciliables.
Así, en el 2007, siguiendo el lema de César, “divide et impera”, Israel consiguió que las dos facciones palestinas se enfrentaran abiertamente por la lucha por el poder, tras lo cual la influencia de Madmoud Abbas y Al Fatah quedó circunscrita a una Cisjordania convertida en un mero protectorado de Israel mientras Hamás asumió el poder absoluto en la Franja de Gaza aislada por un Muro que ha degenerado en una profunda crisis humanitaria entre sus más de dos millones de habitantes, logrando de paso Israel su objetivo primigenio de fracturar la otrora unidad de acción palestina.
¿Es Hamás un engendro de Israel?
El término Hamás hace referencia al acrónimo de “Movimiento de Resistencia Islámica” y surgió en 1987 dirigido por el imán Ahmed Yassin para crear un Estado Islámico que abarcara Jerusalén, Gaza y Cisjordania y enfrentado abiertamente al líder de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP), Yasser Arafat, partidario de un estado laico.
Así, Hamás se negó a formar parte de la recién creada Autoridad Nacional Palestina, creada desde el año 1994, y comenzó una campaña de cruentos atentados que logró que la sociedad israelí rechazara mayoritariamente los acuerdos adoptados en Oslo, proceso que terminó con el magnicidio de Isaac Rabin a manos del ultranacionalista Yigal Amir.
Desde un principio, Hamás fue amamantado y teledirigido por el Mosad israelí al tiempo que financiado por los sucesivos Gobiernos judíos. El periodista israelí Amnon Abramovich culpó en televisión a Netanyahu por “hacer la vista gorda ante Hamás en busca de sus propios logros políticos hasta que la ola lo ha sobrepasado, tratando ahora de contrarrestarla”.
En efecto, en 2019 el actual primer ministro israelí expresó ante los miembros de la Knéset de su partido que “favorecer a la banda terrorista suponía un torpedo a la creación de un potencial Estado palestino en el futuro”. Igualmente, añadió que “el que quiera bloquear la creación de un estado Palestino debe apoyar el crecimiento de Hamás y transferir dinero a Hamás. Es parte de nuestra estrategia: aislar a los palestinos de Gaza de los palestinos de Cisjordania”, lo cual vino a corroborar las sospechas de que Hamás era un engendro de Israel teledirigido por el Mosad.
¿Favorece a Netanyahu la ofensiva de Hamas?
Aprovechando los presuntos agujeros de seguridad en la Defensa Israelí provocados por el cisma entre los reservistas y Netanyahu, el brazo armado del grupo islamista Hamas lanzó la mayor ofensiva militar desde el 2007 con la infiltración de decenas de sus miembros en localidades israelíes y el lanzamiento de miles de proyectiles contra amplias zonas, incluyendo Tel Aviv y Jerusalén. Israel habría dado a entender que dicha ofensiva le había sorprendido totalmente al estar celebrando sus fiestas de Otoño.
Así, en declaraciones al Canal 12 israelí, el ex jefe de seguridad israelí Amos Yadlin, indicó que “ha habido una sorpresa de inteligencia y cuando te sorprenden, el precio siempre es alto”, pero tras la inicial sorpresa de Hamas asistimos a la respuesta demoledora del Ejército Israelí, no siendo descartable que la ofensiva se extienda a la frontera libanesa y siria con la entrada en escena de Hezbolá y los miembros de la Brigada Fatemiyoun, milicia chií con dependencia orgánica de la élite de las Fuerzas Armadas iraníes o Pasdarán y el riesgo de extensión del conflicto a todo Oriente Medio.
Netanyahu, sirviéndose de la dictadura invisible del temor al Tercer Holocausto —proceda de Hamás, de Hezbolá o de Irán— ha aprovechado la ocasión para declarar el Estado de Guerra (defensa de la seguridad de Israel) y desencadenar una demoledora ofensiva en la Franja de Gaza que le otorgue un incremento de la popularidad perdida por su pretendida reforma legal y le permita obviar el proceso judicial en el que está acusado de soborno, fraude y abuso de confianza. Sin embargo, su miopía política le impide intuir que un nuevo castigo asimétrico en Gaza dará al traste con la entente entre EE UU, Israel, Emiratos Árabes y Arabia Saudí para un próximo ataque a Irán.
Si a ello, le añadimos que la opinión pública israelí estaría ya haciendo responsable a Netanyahu del estrepitoso fallo de seguridad israelí al menospreciar las informaciones egipcias que 10 días antes avisaron presuntamente a Netanyahu de que Hamas preparaba una gran ofensiva, se podría incrementar la ya importante desafección del pueblo israelí respecto al Gobierno de Netanyahu por lo que no sería descartable la convocatoria de nuevas elecciones y el inicio de un proceso penal contra Netanyahu, el ministro de Defensa y el director del Mosad que significaría su definitivo ocaso político.
Germán Gorraiz López
Analista económico y geopolítico, colabora habitualmente en varias publicaciones digitales e impresas españolas y latinoamericanas.
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