En el mejor de los casos las sanciones harán que China asuma más lentamente el liderazgo global de la fabricación de chips. En el peor de los casos, aumentarán las probabilidades de que la “guerra del chip” se rebase, alcanzando las esferas económicas o físicas.
Los Estados Unidos han hecho una gran apuesta con sus últimas sanciones globales a empresas chinas de la industria de los semiconductores, creyendo que puede dispararle en la rodilla a China y retener la dominación global. Desde los eslóganes de la globalización y el “libre mercado” de los neoliberales 90, Washington ha regresado a “la vieja confiable” de los regímenes de denegación tecnológica que, junto a sus aliados, siguieron durante la Guerra Fría. Mientras que en el corto plazo pudiese ser efectivo para disminuir la velocidad de los avances chinos, en el largo plazo, para la industria del semiconductor estadounidense, el costo de perder a China (su mercado más grande) tendrá consecuencias importantes. En el proceso, las industrias del semiconductor de Taiwán y Corea del Sur, más los fabricantes de equipos en Japón y la Unión Europea, tienen más probabilidades de convertirse en daño colateral. Algo que nos recuerda de nuevo lo que una vez dijo el ex secretario de Estado Henry Kissinger: “Ser enemigo de los Estados Unidos puede ser peligroso, pero ser su amigo es fatal”.
El propósito de las sanciones estadounidenses (de segunda generación luego de las primeras en agosto de 2021) es restringir la capacidad de China para importar chips de computación, desarrollar y mantener supercomputadores, y fabricar semiconductores avanzados. Aunque las sanciones se esconden bajo términos militares – negarle a China el acceso a tecnologías y productos que pudieran ayudar al ejército chino – en realidad, apuntan contra todos los principales actores del semiconductor en China y, por lo tanto, también su sector civil. La ficción de “excluir el uso militar” solamente le ofrece una débil cobertura de acceso a todos, bajo las excepciones Organización Mundial de Comercio (OMC) en tener que proporcionar acceso al mercado a todos los miembros de la OMC. La mayoría de las aplicaciones militares emplean chips de viejas generaciones y no las últimas versiones.
Las sanciones específicas que los Estados Unidos impusieron incluyen:
- Chips logic avanzados, requeridos en inteligencia artificial y computación de alto rendimiento
- Equipos de 16nm logic y otros chips avanzados como FinFET y Gate-All-Around
- La última generación de chips de memoria: NAND con 128 capas o más y DRAM con 18nm half-pitch
En las reglas, las prohibiciones de equipos específicos van aún más allá, incluyendo muchas tecnologías de vieja data. Por ejemplo, un comentarista señaló que la prohibición de herramientas es tan amplia que incluye tecnología usada por IBM a finales de los años 90.
Las sanciones también abarcan cualquier compañía que emplee tecnología o productos estadounidenses en esa cadena de suministro. Esta es una cláusula en sus leyes: cualquier empresa que “toque” a los Estados Unidos mientras se fabrican sus productos será llevada automáticamente al régimen de sanciones estadounidense. Es una extensión unilateral de la jurisdicción legal del país y puede ser empleada para castigar y destruir a cualquier entidad – una empresa o cualquier otra institución – que esté vinculada directa o indirectamente a los Estados Unidos. Estas sanciones están diseñadas para desconectar por completo la cadena de suministros de los Estados Unidos y sus aliados – países de la Unión Europea y del este asiático– con China.
Además de las últimas sanciones contra compañías que ya se encuentran en la lista de empresas chinas sancionadas, unas 31 compañías adicionales han sido añadidas a su “lista sin verificar”. Estas empresas deben suministrar toda la información a las autoridades estadounidenses en dos meses, o de lo contrario también serán excluidas. Aún más, ningún ciudadano estadounidense o nadie domiciliado en los Estados Unidos podrá trabajar para compañías sancionadas o en la lista sin verificar, ni siquiera para mantener o reparar equipos entregados con anterioridad.
Actualmente el tamaño de la industria global de los semiconductores es de más de 500 mil millones de dólares y es probable que para 2030 se duplique hasta un billón. Según un informe de la Asociación de la Industria de los Semiconductores y el Boston Consulting Group de 2020 (“Cambiando la marea para la fabricación de semiconductores en Estados Unidos”) se espera que China llegue a dar cuenta del 40% del crecimiento de la industria en 2030, desplazando a los Estados Unidos como el líder global. Este es el desencadenante inmediato para las sanciones y su intento de frenar a la industria china quitándole el liderazgo a los Estados Unidos y sus aliados.
Mientras que las medidas mencionadas más arriba tienen la intención de aislar a China y limitar su crecimiento, hay una desventaja para los Estados Unidos y sus aliados al sancionar al país asiático.
El problema para los Estados Unidos – aún más para Taiwán y Corea del Sur – es que China es su mayor socio comercial. Imponer este tipo de sanciones a equipos y chips también significa destruir una buena parte de su propio mercado sin perspectivas de un reemplazo inmediato. Esto es cierto no solo para los vecinos de China en el este asiático sino también para fabricantes como la compañía holandesa ASML, el único proveedor del mundo de máquinas de litografía de ultravioleta extrema (EUV) que produce los chips más recientes. Para Taiwán y Corea del Sur, China no solo es el destino de exportación más grande para su industria de semiconductores, como también de otras industrias, sino que además es uno de sus mayores abastecedores de una gama de productos. Es probable que la separación forzada de China de la cadena de suministros venga también acompañada de la ruptura con otros sectores.
También es probable que las empresas estadounidenses reciban un golpe a sus balances, incluyendo fabricantes de equipos como Lam Research Corporation, Applied Materials y KLA Corporation; las herramientas de diseño automático electrónico (EDA, por sus siglas en inglés) como Synopsys y Cadence; y proveedores de chips avanzados como Qualcomm, Nvidia y AMD. China es el mayor destino para todas estas compañías. El problema para los Estados Unidos es que China no sólo es la parte del mundo con mayor crecimiento de su industria de semiconductores, sino que también es su mercado más grande. Así que las últimas sanciones no sólo perjudican a las empresas chinas en la lista, sino también a las firmas de semiconductores estadounidenses, secando una parte importante de sus ganancias y, por lo tanto, su futuro en inversiones para investigación y desarrollo en tecnología. Mientras algunos de los recursos para inversiones provendrán del Gobierno estadounidense – por ejemplo, el subsidio de 52,7 mil millones de dólares para la fabricación de chips – no se comparan con las pérdidas en su industria que sufrirá como resultado de las sanciones a China. Por todo esto, la industria de semiconductores ha sugerido sanciones más limitadas en su objetivo a la industrias de defensa y seguridad chinas, no las sanciones abarcantes que ahora introdujo Washington: el escarpelo en vez del martillo.
El proceso de separar el régimen de sanciones y la cadena de suministros global no es un concepto nuevo. Los Estados Unidos y sus aliados tuvieron una política similar con la Unión Soviética durante y después de la Guerra Fría, vía el Comité Coordinador para el Control Multilateral de las Exportaciones (COCOM, por sus siglas en inglés) (reemplazado en 1996 por el Acuerdo de Wassenaar), el Grupo de Abastecedores Nucleares, el Régimen Tecnológico de Control de Misiles y otros grupos de la misma naturaleza. En esencia, fueron regímenes de denegación tecnológica que se aplicaron a cualquier país que los Estados Unidos considerase “enemigo”, con sus aliados siguiendo – entonces y ahora – lo que dictase Washington. Los objetivos en la lista de prohibición de exportación no sólo fueron los productos específicos sino también las herramientas que pudieran ser empleadas para fabricarlos. No únicamente en los países del bloque socialista sino también en otros que también, como India, fueron excluidos de acceder a tecnología avanzada, incluyendo supercomputadores, materiales avanzados y herramientas para maquinaria de precisión. Bajo esta política, el equipo crítico que India requería para sus industrias espacial y nuclear fueron puestas bajo completa prohibición. Aunque el Acuerdo de Wassenaar todavía existe, con países incluso como Rusia e India ahora dentro del ámbito del Acuerdo, no representa una amenaza. La verdadera amenaza proviene de pelearse con el régimen de sanciones estadounidenses y la interpretación de sus leyes suplantando a la legislación internacional, incluyendo las reglas de la OMC.
La ventaja que tuvieron antes los Estados Unidos y sus aliados militares dentro de la Organización del Tratado para el Atlántico Norte (la Organización del Tratado del Sureste Asiático, y la Organización del Tratado Central) fue que EE. UU. y sus aliados europeos eran los mayores fabricantes del mundo. Estados Unidos también controló los hidrocarburos de Asia occidental (petróleo y gas), un recurso vital para todas las actividades económicas. La actual guerra del chip contra China está siendo librada en un momento en el que China se ha convertido en el mayor centro manufacturero del mundo y el mayor socio comercial del 70% de los países del mundo. Con la Organización de Países Exportadores de Petróleo desobedeciendo los dictámenes de los Estados Unidos, Washington ha perdido el control del mercado energético global.
Así que, ¿por qué los Estados Unidos comenzó esta guerra del chip contra China en un momento en que sus posibilidades de ganar son limitadas? En el mejor de los casos, puede aplazar el ascenso de China como potencia militar de primer orden y la mayor economía del mundo. Una explicación yace en lo que algunos historiadores militares llaman “la trampa de Tucídides”: cuando un poder emergente rivaliza con un poder militar dominante, la mayoría de este tipo de casos conducen a la guerra. Según el historiador ateniense Tucídides, el ascenso de Atenas llegó a que Esparta, para el momento el poder militar dominante, fuera a la guerra con ella, en el proceso destruyendo a ambas ciudades-estados; por lo tanto, la trampa. Mientras tales alegatos han sido cuestionados por otros historiadores, cuando un poder militar dominante enfrenta a otro en ascenso, sí aumenta la posibilidad de una guerra bien sea física o económica. ¡Si la trampa de Tucídides entre China y Estados Unidos se restringe a una guerra económica – la guerra del chip – deberíamos considerarnos afortunados!
Con la nueva serie de sanciones estadounidenses, un tema queda establecido: se acabó el mundo del libre comercio neoliberal. Mientras más rápido otros países lo entiendan, mejor será para su pueblo. Y la autosuficiencia no significa simplemente la falsa autosuficiencia de apoyar la manufactura local, sino más bien los medios para desarrollar la tecnología y el conocimiento para sostenerlo y hacerlo crecer.
Este artículo ha sido producido en colaboración con Newsclick y Globetrotter. Prabir Purkayastha es el editor fundador de Newsclick.in, una plataforma de medios digitales. Es un activista de la ciencia y del movimiento del software libre.
Fuente: Globetrotter