La primera razón para poner una bomba es hacer daño directo a una persona, a varias personas, a una institución o a sus bienes. La segunda es intimidar a los antes mencionados. En ambos casos, la mayoría de las veces, hay más víctimas inocentes que los destinatarios del “bombazo”. Es decir, gente que por el azar de la vida estaba en el lugar a una hora equivocada. Sólo estos dos casos son actos terroristas químicamente puros, porque pretenden eliminar o intimidar a un adversario.
Todos los otros “bombazos” son operaciones psicológicas o distractoras. O sea, pretenden culpar a otros de esos actos. Por una parte cohesionar a la ciudadanía a favor de alguien, o cambiar el centro de atención a través de los medios de comunicación.
Los presidentes Evo Morales de Bolivia y Ollanta Humala de Perú recurren constantemente a los conflictos limítrofes con Chile con tres objetivos: cohesionar a la ciudadanía en favor del gobierno, cambiar el centro de atención de sus malas gestiones y subir en las encuestas de opinión pública. Pero en resumen, es distraer la atención. El mismo efecto que logra el fútbol, “cautivar” a las masas. Ya lo decía Mao: “al pueblo, pan y circo”. Esto no es terrorismo.
Durante la dictadura de Pinochet, éste mandaba a sus servicios de inteligencia. La mayor parte de los casos, éstos actuaban de mutuo propio colocando bombas con tres objetivos: para culpar a los “enemigos”, para crear la necesidad de un estado de excepción, y para que los agentes demostraran su compromiso con el régimen. Vale decir, el que más bombas ponía, más prestigio se ganaba, puesto que hacían merito poniendo bombas, como si fuera un futbolista que metiera muchos goles, o un arquero que atajara penales.
Todos los políticos chilenos, todos, culpan a otros. A los adversarios de la mala gestión en seguridad. Incluso llegan al absurdo “cara-de-palismo” en decir que las leyes están mal hechas, cuando ellos mismos las hicieron. En un ataque de osadía culpan a las fuerzas policiales y a la ANI. Los más “cara-de-palos” culpan a los fiscales acusadores, o incluso a los jueces por beneficiar a los defensores públicos.
He escuchado a un dirigente de derecha en tono muy docto, decir que hay que aprender del sistema español para controlar el terrorismo, como refiriéndose al terrorismo vasco, o sea, a la ETA. Pero lo que ignoran los dirigentes es que en Euskady hay cinco cuerpos policiales distintos, autónomos y no jerarquizados entre ellos. Por tanto se puede descartar de plano que sean ellos mismos los autores de los bombazos, raptos y homicidios, porque existe el sistema de espejo y auto control.
Lo que es más importante es que el gobierno vasco tiene poder absoluto sobre los cuerpos policiales que funcionan en su territorio. En Chile, por más que lo digan las leyes, el gobierno no está sobre las policías ni sobre las FFAA, puesto que cuando no hay castigo, no hay disciplina ni dependencia. En ese sentido aún no hay democracia.
Hace algunos años fue Camilo Escalona y un grupo de parlamentarios “seleccionados por turno a dedo” a ver el caso de Chiapas a México. ¿Cuál fue el resultado para el país? Nulo. No hay informe alguno y nunca se aplicó nada en Chile. Sólo fue un viaje turístico más. De eso es lo que está cabreado el anarquista, las diferencias abismantes entre patricios y plebeyos que existen en Chile. Y lo que es peor, patrocinado por la Concertación. Qué esperan.
Es posible que sean los mismos servicios de seguridad, los servicios de inteligencia, que para sentirse útiles pongan bombas. La experiencia chilena basta. Lo más lamentable es que no hay responsables. Nunca ha habido alguno. También es posible que lo hagan para ser ellos los que descubran al delincuente (el caso del “bombero pirómano”), o para culpar a otros servicios.
Porque de lo que están seguros los chilenos, es que los servicios de inteligencia y contra inteligencia de las FFAA, Carabineros e Investigaciones aún están funcionando, y los que es peor, lo hacen contra el pueblo y contra las autoridades (especialmente las de izquierda). Están en todas las protestas públicas y tienen pinchados ilegalmente a quien se destaque, al borrego que más valga, sea o no autoridad.
En el fútbol hay un refrán que dice “el que se excusa, se acusa”. Es como el alumno que en la clase grita “¿quién se cago tan hediondo?” Esto les sucede a los políticos chilenos que todo lo hacen a espaldas del pueblo, y a los sordos hay que gritarles fuerte para que escuchen. Ahí están las bombas. Hagan las cosas bien, de cara al pueblo, y Chile será una taza de leche.
Teniente (r) de Carabineros, Presidente de Omidechi y autor de los libros “OPSIC”, “SICAR”, “Curso de inteligencia militar para civiles” y otros manuales de formación y capacitación en materias de seguridad.