Por Jamadier Esteban Uribe Muñoz
Parece paradójico que mientras la Convención Constitucional acaba de aprobar para el borrador de la Nueva Constitución la desmilitarización de las policías, el gobierno del Presidente Boric esté logrando una mayoría parlamentaria para un “Estado Intermedio”, que es el nombre eufemístico que recibirá el futuro quinto tipo de Estado de Excepción que se incluirá en la Constitución del 80. Intermedio, porque en principio no restringirá las libertades constitucionales consagradas, pero sí permitirá el despliegue de las Fuerzas Armadas, para el resguardo de la infraestructura vial.
La paradoja es más que evidente, pero lo que no resulta tan evidente es su fuente de emanación ¿de dónde viene esa paradoja? ¿Cómo llegó a suceder que mientras las izquierdas impulsan la desmilitarización de las policías, al mismo tiempo impulsan el reemplazo de las policías por militares?
Pareciera ser que un sector del país ha caído en una profunda disociación. Ese sector en el gobierno piensan en el Chile de hoy, herido, fracturado, enfrentado, mareado en la política de las identidades, colapsado por la falta de legitimidad de las instituciones. Mientras que ese mismo sector en la Convención Constitucional, piensa en el Chile de mañana, revitalizado, rebosante de derechos, plurinacional, un país con instituciones legitimadas, donde la policía vuelva a resguardar el orden social, en lugar de levantarlo, como lo hace hoy día.
La política de las izquierdas es paradojal, porque están pensando al mismo tiempo en dos temporalidades distintas, lo que no es necesariamente malo, si lo hacen pensando en las mediaciones que deben desarrollar aquellos que piensan el hoy, para tender puentes hacia el mañana. Pero sí es malo, si es que esos puentes son puentes a ninguna parte.
El asunto es el siguiente: si se piensa que el 4 de septiembre triunfará la Nueva Constitución y que con ella volverá la legitimidad institucional del Estado, entonces este Estado Intermedio está pensado como una mediación entre el actual estado de conflicto y el futuro estado de reconciliación. Pero si el 4 de septiembre la Nueva Constitución es vencida, o incluso, si habiendo triunfado, no es un gesto lo suficientemente potente como para recuperar la legitimidad institucional, entonces una larga noche se avecina.
No seremos los primeros. Chile en los últimos 30 años se pensó a sí mismo como un Estado con amplios territorios de paz y guetos acotados de violencia. En 2019, tras el colapso de la autoridad institucional, eso comenzó a cambiar. América Latina está llena de ejemplos donde las cosas funcionan al revés, con espacios generalizados de violencia y guetos acotados de paz.
El gobierno juega una carta peligrosa. Si su administración actual de la conflictividad social –más allá de sus intenciones– no propende, no es mediación, con su proyecto de país, estamos a unos cuantos votos de que, parafraseando a Walter Benjamin, el Estado Intermedio se convierta en la norma y no en la excepción.
Jamadier Esteban Uribe Muñoz
Analista político