Estados Unidos e Israel regímenes sicóticos (Parte I)

Los estudiosos de la mente y su compleja estructura suelen definir los trastornos psicóticos como aquellas complicaciones mentales, consideradas graves y que suelen causar ideas y percepciones anormales de la realidad, que en este caso pongo como ejemplo a dos regímenes cuyas acciones han causado y ocasionan enormes daños a grandes masas de población.

Estados Unidos e Israel regímenes sicóticos (Parte I)

Autor: Pablo Jofre

En general, aquellos medios que suelen dedicar sus esfuerzos a definir los trastornos mentales de una manera cercana al lego en estas materias afirman que las personas con psicosis pierden el contacto con la realidad y que dos de sus principales síntomas son el delirio y las alucinaciones. En el caso específico del delirio, se expresa, entre otras, con aquellas falsas creencias respecto a que algo o alguien están en contra de la persona que sufre la perturbación. El grado de convencimiento es tan alto de esta creencia, que ningún razonamiento, por más lógico que sea, es capaz de refutarlo. En el caso de las alucinaciones, estas son aquellas falsas percepciones como escuchar, ver, sentir o visualizar algo que es inexistente, en lo que se denomina “percepción sin objeto”.

El tratamiento depende de la causa que origina esta psicosis. Los profesionales que tratan el trastorno pueden aconsejar fármacos, de tal manera de controlar los síntomas e incluso una psicoterapia. Para aquellos casos más complejos, serios y que pueden significar un peligro para sí misma o para las demás personas, se aconseja la hospitalización. Lo descrito parece tener cierta claridad con respecto a las personas que padecen un trastorno psicótico y la manera de enfrentarlo, pero… ¿qué pasa cuando esos síntomas, cuando ese trastorno es sufrido por grupos organizados, con vasto poder político, económico y militar, que presenta esa sintomatología y que visualiza sus temores en un supuesto enemigo allende sus fronteras? ¿Qué se puede hacer contra una clase política, en el país más poderoso del planeta y su aliado sionista cuando se comportan, se conducen y realizan acciones, que claramente están en el ámbito de la conducta psicótica?

En materia de trastornos mentales, Estados Unidos e Israel y con ello me refiero a su administración y el Complejo Militar Industrial, conformado, lógicamente, por seres humanos pero que carece de la más absoluta conciencia de enfermedad. Esa irreflexión distingue entre una estructura neurótica desde el punto de vista del manejo de la política exterior; de una conducta psicótica, que es la que sostengo posee el grupo de poder que controla el gobierno norteamericano y la administración nacionalsionista. Al no tener conciencia de enfermedad, existe una incapacidad de enjuiciar lo que se piensa, las ideas, creencias y producciones, es decir, todo tipo de conductas asociadas.

Tania Lascar Cortés. Psicóloga Clínica. Magister en Psicología Clínica de Adultos

Para la psicóloga Tania Lascar “como un subtipo de psicosis, existe el trastorno delirante, por largo tiempo denominado por la psicopatología como paranoia. En esta modalidad la sicosis está referida a la idea delirante, que los otros están decididos a hacerme daño. Lo interesante de esta patología es que ese trastorno delirante suele convencer a los otros, respecto a la idea que alguien me quiere causar daño, lo que genera una ola de simpatía y entendimiento y, por tanto, perfectamente se puede convencer al mundo entero de ella”. Salvo, por supuesto, y en esto un guiño a nuestros lectores, a los más perspicaces. El convencer, sobre todo en materia de política internacional no necesariamente significa que se haga en virtud de la legalidad de dichas acciones, sobre todo cuando están en juego intereses económicos, políticos, geoestratégicos, militares y de poder en general.​​

Trasladando al plano internacional esta conexión psicología-política, para Estados Unidos esos otros son un abanico amplio de países: Irán, Venezuela, Cuba, Siria, Rusia, Corea del Norte e incluso aliados momentáneos que, al discrepar sobre la pertinencia de ver en ese otro a un enemigo potencial, terminan siendo blanco de críticas y sospechas. E incluso, aquellos grupos y movimientos que son utilizados por Estados Unidos para contrarrestar las amenazas de esos “otros” terminan, al cabo de los años, convertidos en nuevos enemigos. Tal ha sido el caso de Al Qaeda e incluso Daesh y los cientos de grupos terroristas que han recibido apoyo financiero, militar, logístico y protección en múltiples campos, tanto por Washington como por Arabia saudí e Israel, que explica que ninguno de eso supuestos enemigos del mundo del islam no hayan recibido ataque alguno de esas fuerzas que se dicen defensores contra el “poder diabólico de Occidente” y que en la narrativa manipuladora y desinformadora de los medios hegemónicos son representados como una amenaza global.

En modo alguno confundamos el actuar de estos gobiernos como administraciones neuróticas, que no es el caso de Washington, pues la afirmación que defiendo es que el gobierno estadounidense, tanto como el del nacionalsionismo respecto a su política exterior son gobiernos sicóticos, con sintomatología delirante y alucinatoria políticamente hablando. Esto, pues dejo lo clínico a los especialistas remitiéndome sólo a hacer un paralelo. Si fuese un gobierno neurótico, tendría conciencia de sus obsesiones neurasténicas y haría algo por mejorar esas conductas, que en el plano internacional equivale a tener “buenas relaciones” y trabajar por el fortalecimiento de ellas. En cambio, un gobierno sicótico como el de Washington y Tel Aviv, sea con demócratas o republicanos, no tiene conciencia alguna de enfermedad y suele asegurar con vehemencia que sus ideas, sus percepciones, son totalmente fidedignas, y en ese contexto psíquico cabe toda la política exterior de estos regímenes totalitarios, que ocupan, colonizan, agreden, invaden y exterminan a aquellas poblaciones sometidas a sus embestidas.

Gobiernos con esas características tiene rasgos, conductas, estilos y estructuras paranoicas. Como también megalómanas, “en una combinación hiperpatológica, que surge por un lado de lo paranoico, es decir de la percepción que los otros quieren dañarme, como también al país y al mundo entero, sumado a la falsa creencia que sostiene e intenta convencer de poseer un poder ilimitado y omnipotente, que es capaz de creerse los salvadores del mundo. Un poder vasto y todopoderoso, que puede estar basado en un contexto posible, pero que desborda locura”, afirma Tania Lascar. Una administración, indistintamente republicana o demócrata, del Likud o más ultraderechista aún. Convencidos que su condición de imperio y siervo de poderes hegemónicos les permite crear su propia realidad. Auto considerados únicos actores de la historia, quedando el resto de la humanidad a la vera del camino.

Amos Gunsberg, psicoterapeuta estadounidense, en su interesante texto “Más allá de la locura”, señala que “para ellos, los psicópatas, lo que sea que declaren es real. Lo que Nosotros llamamos realidad no lo es para ellos. Ellos pronuncian lo que ha de considerarse real… criaturas que aparecen en nuestro planeta con forma humana, pero que no son seres humanos: amorales, sin sentimientos, sin corazón. Criaturas que carecen de los elementos que distinguen al ser humano. No exhiben ninguna conexión ni ninguna comprensión de lo que llamamos moralidad, honestidad, decencia, juego limpio, entre otras. Carecen de la facultad que denominamos empatía. Carecen de lo que denominamos introspección. La humanidad ha pasado siglos tratando de encontrarle un sentido a estas criaturas como una forma de seres humanos. Todo fue en vano, con enorme costo para nuestra civilización. Estas criaturas no son seres humanos echados a perder. Son una especie diferente que se dedica a asesinar los valores humanos como un preludio al asesinato de los seres humanos propiamente dichos. Estas criaturas no piensan como humanos. No hablan como humanos. No saben lo que es ser humano”.

Gunsberg entrega ciertas evidencias respecto a este comportamiento psicopático, que denomina humanoide, un ser que parece humano, pero no lo es. “Hacen declaraciones sin justificarlas. Éstas deben ser aceptadas como una definición de la realidad, diferentes de momento a momento. Ignoran la petición de suministrar los fundamentos de sus declaraciones. Se burlan del valor que los humanos atribuyen a los hechos, la honestidad, la decencia, el juego limpio. Aplauden el uso de mentiras, engaños, entre otras. Protestan alegando ser “atacados” apenas se los cuestiona. No dan ninguna explicación de lo que es el “ataque” ni de lo que está siendo atacado. No sienten sentimientos. Ven el mundo como su holodeck privado -sacado de la película Viaje a las Estrellas, es un ambiente donde son colocadas situaciones a través de una recreación computarizada en realidad virtual, en donde uno puede recrearse y vivir situaciones creadas en la mente-. Se dedican a que los humanos se mantengan en su sitio. A saber, su condición insignificante.

Permítanme, en este marco, realizar una analogía, lógicamente, con todos los bemoles que tal acción implica, entre ese trastorno mental y la política exterior del gobierno estadounidense, con respecto, en este artículo, a Rusia y que explica muchas de las situaciones tras la operación militar de desnazificación y desmilitarización de Ucrania a partir del año 2022. Y nombro este país pues es perfectamente asimilable a la conducta de Washington con Siria, con Irán, como lo fue con Libia o como lo es con Venezuela. Concédanme entonces realizar este maridaje de la política exterior de Estados Unidos respecto a Rusia y el gobierno de Vladimir Putin.

El jueves 4 de diciembre del 2014, la Cámara de Representantes de Estados Unidos, con el voto a favor de 411 congresistas y el voto en contra de sólo 10 de esos mismos representantes, se aprobó la Resolución 758. Documento condenatorio a la política de Rusia hacia otros países del espacio postsoviético y exigiendo, en ese contexto, al Gobierno norteamericano por parte del Congreso, que se siguiera ampliando la política de sanciones contra Moscú. En específico, este singular documento señala que “Se condena la agresión política, económica y militar de la Federación Rusa contra Ucrania, Georgia y Moldavia y las violaciones de su soberanía, independencia e integridad territorial”. Sin dar cuenta alguna de las violaciones permanentes de las exigencias y garantías de seguridad solicitadas a Occidente tras la disolución de la ex Unión Soviética en el año 1991.

Para el ex congresista estadounidense Ron Paul, esta resolución fue “simplemente un legajo de 16 páginas de pura propaganda de guerra contra Rusia, donde se pone en evidencia el carácter infundado de cada una de las acusaciones contra ese país”, ya sea al imputarle, en ese momento, agresiones contra Ucrania –sin dar cuenta tampoco que en febrero del año 2014 Euramaidán significó el viraje de la ultraderecha ucraniana hacia el mundo otanista y paneuropeo. Sosteniendo, por ejemplo, que los habitantes del sudeste ucraniano– de las Repúblicas de Donetsk, Lugansk y Járkov, han realizado elecciones ilegales y fraudulentas. Como también señalar, que el avión de Malaysia Airlines, derribado en julio del año 2014, fue a causa de un misil lanzado por fuerzas separatistas apoyadas por Rusia. A lo que se suma la acusación de que Moscú dio luz verde para invadir Georgia el año 2008. Como también permitir que el presidente ultranacionalista ucraniano Petró Poroshenko reinicie sus ataques militares contra las fuerzas separatistas favorables a la independencia y ante ello, solicitar al mandatario estadounidense Barack Obama que se “proporcione al gobierno e Kiev elementos de defensa letal y no letal, así como servicios y entrenamiento necesario para defender de forma eficaz su territorio y soberanía”. La guerra híbrida contra Rusia estaba lanzada por la sicosis estadounidense.

Por Pablo Jofré Leal

Artículo para SegundoPaso ConoSur

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