Terminada la administración del expresidente estadounidense Donald Trump, en enero del año 2021, el triunfo del demócrata Joe Biden hizo pensar a varios incautos dedicados al análisis internacional, que las deterioradas relaciones entre la República Popular China y Estados Unidos iban a mejorar significativamente. Sin embargo, el anciano mandatario estadounidense se ha enfrascado en una política destinada al fracaso, catalizando la definitiva y sin vuelta atrás enemistad con China y Rusia, en la clásica glotonería expansiva estadounidense de creer que dos enemigos son mejor que uno.
No pasó ni tan siquiera un mes, desde que el veterano dirigente demócrata Joe Biden -ex vicepresidente bajo Barack Obama– ocupó como inquilino la Casa Blanca, que el liderazgo chino señaló, por boca del presidente Xi Jinping, invitado de honor en el 53° el Foro de Davos de aquel año 2021-hecho en forma telemática- que China y el mundo debían estar alertas ante “las consecuencias catastróficas de una confrontación global si otras potencias mantienen su mentalidad de una nueva guerra fría, ante lo cual debemos abandonar los prejuicios ideológicos y seguir una camino de coexistencia pacífica, beneficio mutuo y cooperación, para que todos se vean beneficiados”. Xi Jinping llamó a desarrollar el multilateralismo, defendiendo un mayor papel del G20 en la gobernanza del mundo –en clara alusión a la crisis que atraviesa una anquilosada Organización de Naciones Unidas –ONU-(1).
Desde la trinchera estadounidense, Biden y los suyos –con un gabinete conformado en un 75% por personajes ligados al sionismo y una postura fuertemente proclive a seguir manteniendo el status quo en el mundo– no se guardaron elemento alguno de diplomacia para afirmar que la administración Biden “parte de un enfoque de paciencia, para responder adecuadamente a los abusos de China”, refiriendo con ello esencialmente a la guerra comercial, económica, política y geopolítica que libra Washington con Beijing, en el área de influencia de la nación asiática. La opinión del gobierno estadounidense es claramente belicosa y que ha significado un incremento de las tensiones entre ambas potencias en amplios ámbitos. Ello, en el marco de la decisión de Beijing de darle un fortísimo impulso, junto a la Federación Rusa y la República Islámica de Irán, a un camino de relaciones y desarrollo cooperativo que conduzca a la consolidación de un nuevo balance del poder global. Una visión y práctica de multilateralidad, que se constituye en sí, en un enorme eje dinamizador de nuevas relaciones internacionales en el más amplio sentido de la palabra.
La operación militar rusa para la desnazificación y desmilitarización del régimen ultraderechista ucraniano, presidido por el comediante Volodimir Zelensky, ha sido un punto de inflexión de enorme trascendencia en la política internacional. Un proceso que ha visibilizado nítidamente que la política exterior estadounidense y con ello el impulso obligatorio de acompañamiento de sus aliados OTANistas, incluyendo a Australia, Nueva Zelanda y Canadá, junto a los de Europa agrupados en la llamada Unión Europea. Conjunción político militar que tiene como rivales y enemigos, tanto a Rusia como a China, parte componente de esta denominada política de doble presión occidental.
Esta política desastrosa, que sólo beneficia ideologías belicistas y al complejo militar industrial, ve en la guerra su fértil campo de generación de multimillonarias ganancias y poco le importa avanzar en procesos de negociación de paz, mientras su punta de lanza contra Rusia, en este caso Ucrania, les sirve fielmente a los propósitos de presionar a Rusia y al mismo tiempo frenar el avance inexorable de China a la cúspide de la economía más potente del mundo. Esta política de doble presión lo que ha hecho es arrastrar a nuestro planeta a múltiples campos de confrontación: Mar Meridional de la China, Golfo Pérsico, Cuerno de África, Asia occidental, Magreb, Europa oriental y, en general, todos aquellos territorios donde Washington lleva a cabo políticas de desestabilización continúa destinadas a impedir el vigoroso desarrollo e influencia de China, Rusia, Irán y otros países que buscan caminos alejados de la hegemonía estadounidense y que, además, en la confrontación política con Occidente las pérdidas de líderes europeos se suceden permanentemente mientras la línea multilateral muestra su fortaleza.
Destaca, en el escenario descrito, los variados intentos de Washington y los suyos por socavar el proyecto en ejecución llamado Nueva Ruta de la Seda, que implica un cambio paradigmático en la forma que hasta ahora se habían planteado las relaciones políticas, económicas y hasta militares en los últimos 75 años. Y ello, indudablemente, visualiza la agonía de Estados Unidos, que se resiste a morir como poder hegemónico. En este panorama de esfuerzos, en el sentido de ampliar las bases de cooperación internacional impulsadas por China, apoyadas por el BRICS y naciones como Irán -que además tiene su propio campo de batalla contra Estados Unidos– resulta evidente que Washington, su complejo energético y militar–industrial, fundamentalmente, junto a aliados como Alemania, Francia, Gran Bretaña en Europa y el sionismo y la Casa al Saud en Asia occidental, llevan a cabo una guerra híbrida contra Rusia y China.
Las nuevas estrategias de guerra híbrida señalan que las potencias hegemónicas occidentales, lideradas por Estados Unido, están usando nuevas herramientas, instrumentos de presión que implican esfuerzos en ámbitos diversos, con el objetivo de desestabilizar a un país, a un Estado y sus instituciones, con un norte definido: polarizar la sociedad. Se ha definido una guerra híbrida como un “conjunto de acciones hostiles” que se lleva a cabo por parte de determinadas potencias contra un rival geopolítico con el objeto de debilitarlo desde adentro. “A diferencia de lo que ocurre en las guerras tradicionales, los métodos que se ponen en práctica en las llamadas guerras híbridas pueden englobar desde un boicot a la economía de la nación enemiga, introducirse en redes cibernéticas o incluso establecer centros culturales sólo para financiar partidos políticos afines a sus intereses”(2).
En el caso de los países europeos, ejemplificados en forma relevante por Francia, Gran Bretaña y Alemania, sus gobiernos se han empecinado en avanzar hacia la pérdida total de su independencia. Estrechar alianzas cada día más profundas con Washington, a contrapelo de los intereses de sus sociedades. Esto ha quedado en evidencia en la pugna energética contra Rusia –impulsada, alentada y ordenada por Estados Unidos– en materia de sancionar política, tecnológica, financieramente, incluso con congelamiento de activos multimillonarios pertenecientes a Rusia –300 mil millones de dólares- e impedir el suministro y la venta de petróleo y gas ruso al mercado europeo, con toda la crisis económica que ello conlleva, sobre todo ahora, ad portas del invierno en el hemisferio norte. Washington habla que Rusia debe pagar costos por su operación militar en Ucrania; el problema para los europeos radica en que parte importante de los costos los sufre también su población, no la sociedad estadounidense. Pero es tan evidente la inmoralidad y falta de soberanía de la camarilla política de la Unión Europea, que son capaces de permitir que su población pase apremios con tal de cumplir las órdenes venidas del otro lado del Atlántico.
Rusia y China, por su parte, están enfrentando mancomunadamente las presiones de la alianza Estados Unidos – Europa. Una muestra clara y evidente resultó ser un hecho, acaecido un par de semanas previo al inicio de las operaciones militares de Rusia en Ucrania -el 24 de febrero del año 2022–, cuando se procedió a la inauguración de los XXIV Juegos Olímpicos de Invierno celebrados en Beijing, donde el presidente ruso Vladimir Putin y el primer mandatario chino Xi Jinping publicaron un documento conjunto, donde detallaron, claramente, su visión y decisión respecto a los intentos de Occidente de avanzar en una política de confrontación contra Rusia y China. El documento en cuestión signaba la férrea oposición a cualquier ampliación de la OTAN hacia las fronteras occidentales de Rusia. Además, de la constatación de la influencia negativa de Estados Unidos para la paz y estabilidad de la región del Asia-Pacífico.
Putin y Xi Jinping, en el marco de su declaración de la necesidad de avanzar hacia relaciones internacionales de nuevo cuño, “Una Nueva Era” dieron a conocer su “extrema preocupación” por la creación en 2020 de la alianza militar entre Estados Unidos, el Reino Unido y Australia, conocida como AUKUS, que significa, en lo esencial, establecer un frente de guerra al sur de China, dotando una flotilla de submarinos de propulsión nuclear a Australia en al menos cuatro submarinos de propulsión con combustible nuclear. Esto, en plena efervescencia de conflicto en el Mar Meridional de la China. Se sumó la demanda respecto a que tanto la OTAN como Washington abandone su política propia de la guerra fría y respetar la exigencia rusa de la “indivisibilidad de la seguridad”, que Moscú ha planteado desde el fin de la ex URSS. Para la alianza Sino-Rusa la seguridad de unos no puede lograrse a costa de otros. No puede haber paz impositiva donde los únicos favorecidos son los que lo han estado los últimos 77 años (3).
La falta de respeto a la soberanía de los países, la idea que las políticas imperiales que alguna vez Europa tuvo con sus colonias o territorios sometidos a la influencia de esos imperios extintos, siguen vigentes, se expresa cada vez que la camarilla política europea trata con Rusia o China. En la última Cumbre Bilateral Europa-China, celebrada en forma telemática, en plena guerra en Ucrania, en abril pasado, la Unión Europea, a través de la procónsul jefa de la Comisión Europea, Úrsula von der Leyen, advirtió a China que sus lazos con Rusia podrían provocar una fuga de la inversión internacional. La política de las cañoneras estadounidense en versión monetaria europea. Xi Jinping no pudo ocultar su desagrado ante tamaña estupidez y tal como en la posterior Cumbre del BRICs, celebrado en el mes de junio, señaló ácidamente “la política de sanciones son bumeranes y espadas de doble filo. Aquellos que politizan, apalancan y arman la economía global e imponen voluntariamente sanciones, aprovechando el dominio en los sistemas financieros y monetarios internacionales, acabarán perjudicando a otros y a sí mismos y traerán desastres a los pueblos de todo el mundo”(4).
En forma permanente, tanto Putin como Xi Jinping han señalado la necesidad que la alianza occidental se maneje con cuidado, que no cruce líneas rojas, que la soberbia no les nuble la razón, que dejen de lado las políticas de doble presión, tan propias de Washington y los suyos. Una semana antes de la reunión del BRICS, una reunión telemática entre Xi Jinping y Putin significó el apoyo irrestricto del líder chino a su homólogo ruso en cuestiones de «soberanía y seguridad». Estas palabras hicieron reaccionar a Washington con una histeria que ejemplifica su preocupación ante la alianza entre Moscú y Beijing. Biden llamó al presidente chino a “evitar colocarse en el lado equivocado de la historia». Craso error, pues precisamente el lugar preciso, lógico y necesario es el de la trinchera opuesta a Occidente, cada día más cuesta abajo en la rodada. La política de confrontación de Estados Unidos y sus aliados contra Rusia y China sólo traerá efectos negativos para el mundo. Se requiere frenar esa política suicida.
Por Pablo Jofré Leal
Articulo para Hispantv
Permitida su reproducción citando la fuente.
1.-http://spanish.xinhuanet.com/2021-01/25/c_139696666.htm.
2.-Referencia que da cuenta de un tipo de agresión de un país o múltiples países contra otros usando para ello múltiples herramientas. El ministro de Exteriores de Rusia, Serguéi Lavrov, aseguró que el Occidente, la terminología que usa para referirse a Estados Unidos y sus satélites de la OTAN, le han declarado una guerra híbrida total a su país. «Nos declararon una guerra híbrida, una guerra total. Este término que usaba la Alemania de Hitler, hoy la usan muchos políticos europeos cuando hablan de qué quieren hacer con Rusia». https://rebelion.org/guerra-hibrida-y-el-ocaso-de-la-contrainsurgencia-el-fin-de-un-ciclo-historico/