Estados Unidos se acordó de América Latina

La mayoría de los países de América Latina sufrirán su propia realidad de vivir en tiempos y en una zona de fragilidad y peligro, justamente porque habitamos el espacio vital estadounidense.

Estados Unidos se acordó de América Latina

Autor: El Ciudadano

Por Carlos Gutiérrez P.

Tradicionalmente la élite genuflexa de nuestros países se queja que en la política de Estados Unidos no aparecemos como prioridad, y yo digo que en buena hora porque eso nos permitiría poder desarrollarnos política, social y económicamente en plena autonomía e independencia.

Siempre nuestra presencia en los salones del poder estadounidense ha sido para ser subordinados a sus intereses estratégicos, nacionales e internacionales, siempre bajo la amenaza y la imposición de la fuerza, económica o militar.

Esto ha sido galardonado con una retórica ideológico-mesiánica que partió en 1823 con la consigna del presidente James Monroe de “América para los americanos” que ha marcado la política exterior del imperio negando la injerencia de países ajenos a la región; siguió con el “Destino Manifiesto” del presidente James Polk en los años 40 del siglo XIX, que justificó la expansión territorial hacia el oeste y sur, la guerra con México y la anexión de Texas, así como el genocidio de los pueblos originarios y la esclavitud de la población afroamericana; continuó con la consiga de “Arsenal de la Democracia” manifestada por Franklin Roosevelt en 1941 bajo la idea de una responsabilidad moral y estratégica para defender la democracia y la libertad en el mundo; hoy estamos con “Hagamos América grande otra vez”, de Donald Trump, que quiere recuperar una grandeza que está en decadencia, tanto en el plano interno como en el externo, a costa del resto de los países, pero pensando nuevamente en el rol que tiene a escala global.

Por lo tanto, las brutalidades del actual presidente, tanto las de palabras como de hechos realizados hasta ahora, no son una extravagancia producto de la personalidad del personaje, sino un continuo propio de un sistema imperial. Lamentablemente esto es lo que ocultan los analistas actuales, tanto la academia como los medios de comunicación (incluso tiendo a pensar que algunos ya extrañan a Biden, el mismo que desató la guerra en Ucrania y el genocidio del pueblo palestino).

Debemos reconocerle al presidente Trump que está cumpliendo sus compromisos de campaña (por lo tanto, estábamos todos avisados, y no podemos alegar inocencia), que es un líder relativamente obvio, y que juega con las reglas de un empresario de las finanzas: arriesgado, especulador, bravucón, prepotente.

En cartas anteriores ya habíamos caracterizado dos cosas claves de su mandato: su principal esfuerzo está en el plano interno, que necesita ordenar para poder proyectar su hegemonía externa. Lo interno es el eslabón débil de la cadena que necesita repararse, ya que sus condiciones de pobreza, crimen organizado, consumo de drogas, inmigración ilegal, deuda interna impagable, división social, crisis de la educación y la salud, datos demográficos catastróficos, son los indicadores evidentes de su acelerada decadencia.

Por otro lado, asumir que el mundo de hoy es más complejo, que tiene competidores estratégicos que lo están superando en la economía y en el potencial militar, que la tendencia mayoritaria en el sistema internacional es caminar hacia un mundo de multicentros, donde Estados Unidos será uno más, y ya no el único hegemón, y para eso necesita refugiarse y consolidar su “espacio vital”, que está dado por el continente americano con una prolongación hacia el noreste, que es Groenlandia.

Así se entienden sus declaraciones sobre la compra de la isla, su invitación a Canadá a ser el estado 51, el cambio de nombre del Golfo de México (que ya realizó), y la vuelta del Canal de Panamá a su dominio.

Así también se relaciona el blindaje de la región ante potencias extranjeras, entre ellas principalmente China y en menor medida Rusia, definiéndolas como las principales amenazas a su seguridad nacional (viejo tópico para justificar medidas de fuerza).

Con América Latina, por tanto, tendrá una relación de fuerza con la mayoría de los países ya que los necesita como un incondicional. A unos pocos los consentirá más, como son los casos de Argentina, Ecuador, Perú y El Salvador, ya que se sienten cercanos ideológicamente.

Con ellos conjugará todo su relato político, como por ejemplo con Bukele en cuanto a la lucha sin cuartel, incluso sin normas legales ni de derechos humanos, contra el crimen organizado y las migraciones irregulares. Con Milei el registro es más amplio, porque las coincidencias también son mayores, como por ejemplo la reciente declaración del mandatario argentino criticando el “verso” del cambio climático acusándola de “estafa climática deshonesta liderada por la ONU”.

En esta dirección se conjugan sus medidas recientes en relación al tema migratorio: reforzamiento militar de la frontera sur; expulsión de migrantes irregulares a sus respectivos países; amenazas con medidas económicas a cualquiera que ose desafiarlo; amenaza con la fuerza al gobierno panameño y el combate al crimen organizado en los países de origen.

Sobre esto último debemos recordar que ya tiene acuerdos con Perú y Ecuador para la presencia militar en sus respectivos países, con el pretexto de ayuda formativa a las fuerzas nacionales en este combate. Perú incluso tuvo que adoptar una reforma constitucional al respecto y Ecuador le ha entregado una base en la Isla Galápagos. A México lo ha amenazado con desplegar tropas para combatir a los carteles de la droga, sin tener en consideración la violación de la soberanía territorial (eso sí les recuerdo a los analistas que esto comenzó con el gobierno de Biden).

Argentina ya también dio pasos al respecto con la reformulación de la prohibición de que sus fuerzas armadas actúen en seguridad interna, y está considerando la ayuda estadounidense al respecto para su frontera norte.

En cuanto a la política migratoria, en estos días hemos visto la mediática expulsión de latinos a sus respectivos países. Trasladados en aviones militares, en condiciones humillantes y por supuesto bajo ningún respeto por los derechos humanos, tan cacareados por tantos líderes de nuestra región y de la Europa liberal democrática.

A México ya se han deportados más de 4.000 personas, que la presidenta Sheinbaum ha reclamado exigiendo que se respeten sus derechos humanos, y ha trabajado aceleradamente para recibirlos en condiciones dignas en centros especiales para aquello.

El caso colombiano ha sido el más complejo, ya que el presidente Petro se negó a recibir los aviones militares estadounidense pidiendo que la devolución sea con dignidad y respeto, ya que estos venían engrillados. Para eso decidió enviar el avión presidencial para un viaje adecuado y respetuoso. La crisis generó medidas de presión por parte de Trump consistente en aranceles a productos colombianos, negación de visas a funcionarios del gobierno y otras medidas.

Petro respondió con medidas espejo en cuanto a aranceles a productos estadounidenses y también hizo un llamado a migrantes irregulares de ese país que habitan en el territorio nacional a regularizar su situación lo antes posible.

El gobierno de Brasil fue más complaciente, ya que sus connacionales también llegaron esposados, pero el ministerio de Relaciones Exteriores solo expresó que exigirá explicaciones al gobierno estadounidense.

Frente a esta crisis política, la presidente pro témpore de Honduras, citó a una reunión de la Celac para el 30 de enero.

La mayoría de los países de América Latina sufrirán su propia realidad de vivir en tiempos y en una zona de fragilidad y peligro, justamente porque habitamos el espacio vital estadounidense.

Los más complicados serán los países que tiene gobiernos de orientación progresista, y que por supuesto no tienen capacidad de poder para enfrentarse al gigante desbocado. Un buen ejemplo fue la pantomima de Biden con respecto a Cuba y su retiro de última hora de la lista de países patrocinadores del terrorismo. Esa fue una jugada para endosarle a Trump la animosidad con el país caribeño, ya que sabía que esa medida no iba a ser aceptada. La pregunta obvia era por qué no se hizo antes, en los cuatro años de gobierno demócrata, si existía la convicción sobre la integridad cubana.

La política migratoria seguirá endureciéndose, seguramente con nuevas repatriaciones violentas (aunque quizás con menos espectacularidad mediática) que traerán problemas nacionales para su reinserción social y económica a los respectivos países; en algún momento se nos hará presente la presencia china en nuestras economías, que actualmente es el principal socio de la mayoría de nuestros países, a través de presiones para dejar de comerciar o con represalias económicas, financieras o aduaneras (esto también viene desde Biden, y especialmente con el despliegue político del Comando Sur, que estuvo muy activo en nuestros países en los últimos años); nos podrá presionar para que aumentemos el intercambio comercial favorable con Estados Unidos, como de hecho lo está haciendo con sus “socios” europeos; también estará presente la variable militar, tanto desde la relación con la industria militar estadounidense como la del punto de vista operativo, en lo que podría ser una narrativa de la defensa del espacio vital, así como un mayor involucramiento de estas en tareas de seguridad interna, específicamente en la lucha contra el crimen organizado y sin duda intentará sumar voces de la región para sus postulados políticos más generales, entre ellas el cambio climático y las identidades de género.

Por Carlos Gutiérrez P.

Carta Geopolítica 33, 28 de enero de 2025.

Centro de Estudios Estratégicos de Chile – CEECH – [email protected]

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