En las últimas semanas, he recibido diversos comentarios y preguntas sobre la veracidad o no, con la que telenovelas y series de la pantalla chica recrean y dan vida de sus historias, a partir de ciertos hechos y etapas históricas de nuestro país. Y si bien actualmente sólo existen dos series de un mismo canal que utilizan ese contexto (“La Poseída y “Sitiados” en TVN), lo cierto es que del pasado reciente y el distante, la Historia (como relato duro) se ha ido colando cada vez más en la diversidad de ficciones que se narran en nuestra pantalla. La realidad y la visión del mundo mapuche de la conquista en el sur, tanto como el ambiente y el contexto de Santiago a fines del siglo XIX que actualmente se emiten en el quebrado y errático canal público, se caracterizan por un esforzado, pero logrado guión, así como también por un intento diverso de caracterización, el que se aprecia en vestuarios, modismos, ambientación y el rescate de diferentes elementos propios de la cultura material de cada época.
Es un hecho que la televisión no fue hecha para educar, pero sí al menos debe ceñirse a ciertos sucesos y condicionantes que no menoscaben la realidad, y peor aún, la disfracen de lo que no es. Si la televisión no quiere educar, tampoco es bueno que mal eduque a una parte importante de nuestra población. Sin embargo “Sitiados” deja bastante a la imaginación de sus guionistas y poco a la realidad de una época distante. En otras palabras, la serie de Tvn a veces mal utiliza la distancia histórica para hacernos ver aspectos propios de una cultura y realidad de una época de conquista y colonia latinoamericana, pero no por ello también propia de las circunstancias chilenas.
Si en materia de autenticidad y realidad histórica es hacia donde queremos avanzar, un deber sustancial y trascendental de parte de los productores debe ir de la mano de la importante investigación, rescate y puesta en valor de la historia de la época. Prueba de ello es el típico retrato que se persiste en hacer de araucanos o mapuches en la serie, bajo el ejemplo estereotipado de pelo largo e indígenas galanes. Mismo caso ocurre en relación a la cultura, historia y lengua mapuche. La integración, complacencia y el diálogo fluido o sistemático que ocurrió entre ambos mundos, no fue sino producto de una larga y sostenida ocupación forzosa territorial que avanzado el siglo recién encontró un punto de apoyo e inflexión. Igual modo ocurre con la utilización de ponchos o mantas, y peor aún, con las joyas de la mujer mapuche, las que sólo son propias avanzada la colonia, o más bien, incluso entrada la época republicana ven una aparición. En este caso particular, “Lo Araucano o Lo mapuche”, como identidad supraterritorial, en la serie pecan de no interiorizase acerca de esa fragmentada idiosincracia, que al fin y al cabo, es la que obliga y causa al retroceso español, y que hace vencer a nuestro pueblo por sobre la corona de España.
La caricatura de nuestros propios pueblos originarios sólo avanza en un imaginario que no se confronta, y que peor aún, insiste en retratar a modo de estereotipo la realidad del pueblo mapuche como parte de la identidad indígena nacional, obviando los sucesos e historias que podrían narrarse acerca de nuestros hermanos Onas, Yaganes, Selknam y sus encuentros con el otro.
¿Ficción histórica? O ¿Histórica ficción? Un giro interesante en materia televisiva sería revisar, narrar y construir más bien acerca de cómo el “otro” impacta en la realidad de vida de nuestros pueblos originarios, o inclusive, entrar dentro del terreno de la ficción, y evidenciar cómo habrían sido la vida y los problemas cotidianos de nuestros propios pueblos originarios a modo de teleserie o serie de televisión. La adopción, perspectiva y forma de mostrarlo bajo esas determinadas características, sólo abunda en un mismo discurso que se encuentra en una lenta transición, que ahora, más bien omite, desconoce y profundiza en relatos de una profunda falsedad histórica. De no asumir y costear los cambios a la hora de exponer los relatos, osa de no contar con la aprobación de los nuevos espectadores, evidenciando más bien una profunda y fuerte ausencia de visiones que de folclor y cultura deja poco a la imaginación y realidad, develando que la televisión tiene mucho camino aún por andar, que de real y respetuoso sobre nuestra cultura originaria deja mucho que desear.
Hugo Ramos Tapia
Licenciado en Historia
Estudiante Magíster en Historia y Gestión del Patrimonio Cultural