« Quand, au sommet de l’Etat, on joue du violon, comment ne pas s’attendre à voir danser ceux qui sont en bas? »
« Cuando, en la cumbre del Estado, se hacen los desentendidos, ¿cómo no esperar ver bailar a los que están abajo ?
Karl Marx, Le dix-huit Brumaire de Louis Bonaparte
i- La opinión como participación
Leyendo las noticias me encuentro con reacciones eclécticas frente a los eventos que ocurren en Chile. Que la tortura “está en el ADN de los chilenos”, que “Todos somos Zamudio,” que “Todos somos Aysén,” que “Aysén también es Chile,” o un conmovedor “Perdón Daniel Zamudio por este país a medias,” como se leía en una carta dejada anónimamente en la Posta Central que varios medios reprodujeron. Me empeciné en leer los comentarios de cada noticia, buscando encontrar una respuesta a por qué ciertas cosas nos conmueven tanto y tantas otras nos dejan indiferentes.
Lo cierto es que hoy pareciera que nadie quiere “quedarse callado”. Emplazar, criticar, tomar posición: estas acciones han estado creando una nueva opinión pública en Chile. Esta afecta, como antes difícilmente lo hacía, el curso de los procesos. Si Piñera hoy ha llegado a tan bajo porcentaje de apoyo, es sin duda debido a las opiniones que circulan, a las risotadas que provocan las “piñericosas”, las entrevistas punzantes de más de algún periodista, y el “destape” de condoros gracias a distintos medios.
ii- Construyendo puntos comunes
A juzgar por estos últimos eventos, hay una denuncia de situaciones que nos parecen injustas que es nueva: hoy, lo que por mucho tiempo se había vuelto aceptable, se vuelve inaceptable. Y por que también podemos decir lo que nos parece injusto, y denunciarlo – ahora tenemos las herramientas/medios a nuestro alcance – es que más situaciones pasan al ámbito de la polémica. La construcción democrática necesita de este proceso: la capacidad de contestación de los ciudadanos. Por ahora, me parece que lo que nos conmueve es, por un lado, aquello que podemos contestar y, por otro, aquello que está en la lista prioritaria de injusticias: el asesinato de alguien, la dominación de los grupos de poder, el enriquecimiento constante de unos y el empobrecimiento de otros, las decisiones que no incluyen a la ciudadanía, el actuar político como si no hubieran habitantes en el país…
La pregunta que surge es cómo, es decir, no el por qué la opinión pública hoy logra destronar figuras, o influir procesos, leyes, y acontecimientos, que habían permanecidos intocables hasta ahora. Más bien me interesa entender cómo cosas que antes eran marginales en la opinión pública—las movilizaciones, la defensa de derechos, las reivindicaciones de los ciudadanos—empiezan a tener un lugar cada vez más importante. Que Camila Vallejo haya atravesado el planeta no se explica sólo por su carisma, o su belleza, como sostienen los menos avispados. Se trata de todo un contexto de destape que ha puesto a Chile a discutir sobre Chile, y no sólo dentro sino también fuera del país.
En este momento de ebullición, debemos considerar un análisis serio de lo que está sucediendo. Ante las piñericosas (me refiero a la torpeza en sí y a la burla que ésta desata), la risa no basta, ya que transforma algo serio e importante en un asunto de diversión y pasajero. Iván Fuentes nos demostró que para seguir desarrollando la participación de todos los ciudadanos—no sólo de los expertos, o de las élites— es necesario construir arenas de análisis y de contestación que ojalá se multipliquen a distintas escalas.
Las movilizaciones han sido determinantes por el grado de participación/adhesión/empatía que la ciudadanía ha mostrado en relación a ellas. Esto demuestra que existe un punto común: el cuestionamiento a un sistema a partir de un espacio propio de contestación. A medida que la gente ha decidido “tomar la palabra”, las opiniones han ido convergiendo en torno a la lucha contra el lucro, las reivindicación por una justicia ambiental/territorial, la contestación al Binominal, los derechos de los indígenas… Más allá de cómo se exprese, el compromiso que han mostrado en estos últimos dos años los ciudadanos en Chile da cuenta de un proceso retroalimentado: más controversias a medida que más tienen que decir los ciudadanos, y vice-versa.
iii- Entre predecir e investigar
Pareciera que ya nada es marginal a la opinión pública. Lo vimos recién con Freirina, y tantos otros casos. Creo fundamental hoy no perder esta oportunidad de poder analizar, describir e intentar entender lo que está ocurriendo, lo mejor posible. Frente a Mayo del 68, el filósofo Michel de Certeau dijo que el evento se aleja de la norma esperada, y por lo tanto no puede seguir siendo integrado en sistemas de análisis ya elaborados.
Es importante por ello que tengamos nuestras herramientas intelectuales propias. Los estudiantes lo están haciendo, integrando nuevos modos para mostrar su denuncia (además de los cacerolazos – que reenvían ciertamente a la Dictadura –, ver por ejemplo el flashmob de Thriller el año pasado).
Es natural que aún no tengamos lista esta caja de herramientas, pues la “novedad nos queda opaca”. Por eso no sirven los “Yo se los había dicho”, “esto pasaría”, “esto va a pasar”, “esto es lo que está pasando”…. de sociólogos o cientistas políticos en pantalla.
El año pasado, un periodista le preguntaba a un sociólogo “qué está pasando”, como si el sociólogo fuera una suerte de oráculo, un adivino, un pronosticador. El problema radica en que se ha puesto en pantalla la figura del “sociólogo de los indicadores”, el “sociólogo de la solución”, el de los “términos generales”. Aquel que tiene la verdad absoluta sobre lo que se debe hacer.
Brevemente, mostraré algunos momentos que en este caso permiten ver por qué estas maneras de analizar/dialogar/intervenir pueden ser peligrosas, y aún más, erradas.
Primero, el “especialista” en cuestión no se presenta como aquél que investiga algo, sino como el que sabe – ya, de antemano – algo. No nos presenta su búsqueda, sino un resultado.
Segundo, el rol del sociólogo o cientista político en la esfera pública nacional ha sido fundamentalmente decir “debemos hacer” tal cosa, “esto es bueno y esto es malo”. Para seguir con nuestro ejemplo, el sociólogo le decía al periodista en la misma entrevista, “¿Y por qué se está anclando el malestar social en más fenómenos hoy en día?” Respuesta: “Probablemente por que este Gobierno no sabe llevar a cabo eso…Porque este gobierno hace algo mal donde la Concertación lo hacía bien (…)”.
Si creamos análisis de este modo, le estamos imponiendo conclusiones a la realidad en base a evaluaciones no comprobadas o poco exhaustivas, y por lo mismo, poco responsables. Además que se presta para comprensiones tendenciosas – independiente de la posición política del analista en cuestión – de lo que se está describiendo (“la Concertación lo hizo bien, en este punto, y Piñera lo hace mal”). Son análisis complicados de justificar, que más se asimilan a opiniones (o gustos políticos) personales que otra cosa.
Por ejemplo, si lo hiciéramos de la siguiente manera: vamos al terreno durante varios meses o años, elaboramos proyectos de investigación, vemos cómo podemos estudiarlos y empezamos a entender de qué estamos hablando cuando decimos Gobierno, o ciudadanos, o movilizaciones. Describimos, observamos, averiguamos, nos “metemos en” y asumimos responsabilidades (las consecuencias que tendrá lo que diremos).
La investigación cualitativa profunda es un proceso iterativo, no se basa en una verdad, en una realidad ni menos en una solución. Se recogen datos en diferentes procesos a lo largo del tiempo, que se van probando …Comenzamos asumiendo que no sabemos casi nada y ¡eso es lo interesante! (Cf. La defensa de la investigación cualitativa de Howard S. Becker, « How to Find Out How to Do Qualitative Research », http://www.booksandideas.net/How-to-Find-Out-How-to-Do.html?lang=fr).
El investigador “de terreno” podrá dar cuenta entonces de sus conocimientos de la realidad “desde abajo” y/o “desde arriba”, dejando de lado las opiniones a partir de indicadores generales del país.
El sociólogo en cuestión decía, respecto a las movilizaciones estudiantiles, que movimientos así estallan cada cierto tiempo, necesitando anclarse en algún “fenómeno que movilice a la gente”. Esta idea me parece grave. Grave, porque le quita mérito el movimiento en su particularidad, en la contestación específica que ha hecho a los estudiantes movilizarse, y a los actores mismos que lo han llevado a cabo. Segundo, me parece que el foco de análisis tiene que ser justamente el opuesto, no es el fenómeno el que moviliza a la gente, sino la gente – entre otras cosas – que crea el fenómeno, movilizándose. Por eso creo que el foco todavía está lejos del meollo. Ojalá seamos muchos más siguiendo el proyecto de intentar entender qué está pasando, y no nos apuremos en dar respuestas pre-hechas, o sacarlas de lo que pasó hace años. Es hora que encontremos esas herramientas. Por ahora sigo pensando en el « If men define situations as real, they are real in their consequences » (Si las personas definen las situaciones como reales, éstas son reales en sus consecuencias) de William Isaac Thomas, porque pienso que los actores que han creado estos procesos están involucrados emocional y afectivamente, han implicado capacidades colectivas e individuales, y están obteniendo resultados de sus acciones.
Por Consuelo Biskupovic
Master en Ciencias Sociales, Doctorante en Antropología en la Ecoles des Hautes Etudes en Sciences Sociales y Universidad de Chile.