Los medios de comunicación y las agencias encuestadoras, desempeñan roles ideológicos en la sociedad. Cierto. Pero saberlo, no significa que estemos vacunados de su influencia. Tampoco las fuerzas de cambio lo están. Por el contrario, en contextos electorales, dichas fuerzas se verifican débiles, desarmadas y expuestas a ser moldeados por tales instituciones de la sociedad civil.
Y la articulación entre la arbitraria delimitación distrital de las candidaturas parlamentarias, los imperativos presentados a través del Servel a la competencia electoral, la pesquisa semanal de las encuestadoras y las preguntas e historias desplegadas a través de los medios de comunicación; devienen en un quiebre para los esfuerzos de transformación, observable en el discurso.
Se anula la posibilidad de un lenguaje político, en favor de un lenguaje de los votos.
El lenguaje de los votos se hace cargo de la asfixiante conjugación entre aritmética electoral, delimitación territorial y atributos comunicacionales a los que se reduce la discusión pública. Todo en favor de escrutar si se maximiza o no los votos. De este modo, se amarra una lectura lineal de la realidad, transformando el proceso electoral en una muy comentada carrera de caballos, en que mientras no suceda B, no se puede conversar sobre C.
Queda, entonces, fuera de juego aquella idea que sugiere que el D, se juega en A, en B y en C. Puesto de otro modo, que la estrategia se juega en cada paso táctico. Por cierto, también queda fuera la idea de que la política se trata de un ejercicio de conducción de distintos grupos sociales que se van articulando en la medida en que confrontan diferencias. Así queda fuera el lenguaje de una política transformadora.
En el Frente Amplio se ha producido esta diferencia. Primero de modo más soterrado y con posiciones más ambiguas; hoy el imperativo de una Segunda Vuelta Presidencial y la presión -exógena y endógena- por definiciones, obliga al todo y las partes a tomar posición de modo público. Y se ha producido una diferencia que se expresa en el quiebre entre un lenguaje político y otro lenguaje de los votos.
Los diputados Boric y Jackson se habían ya pronunciado en contra de abrir un diálogo con la Nueva Mayoría en segunda vuelta, en caso de no ser el Frente Amplio el que pasara. Además, proponían la necesidad de resolver a través de un procedimiento participativo la decisión, es decir, un plebiscito. Resumir el problema a las alternativas «sí» o «no».
Pero fue el llamado que distintamente realizaron Partido Poder e Izquierda Autónoma al FA el que abrió públicamente la diferencia.
LOS VOTOS Y LA POLÍTICA
Partido Poder apuntó en el texto “Hacia una Mayoría Popular”, que “no es suficiente con hacer un llamado a un plebiscito”, sin un debate y reflexión previos. En específico, consideran que el Frente Amplio “aún no es capaz por sí solo de derrotar a la casta y a los conservadores, así como también que no se trata solamente de derrotar a Piñera”.
Por su parte, Izquierda Autónoma propuso al Frente Amplio convocar “a un diálogo con Alejandro Guillier y los partidos que lo apoyan -la otra fuerza con opciones de pasar a segunda vuelta- para comprometerlos con reformas orientadas a garantizar aquellos derechos sociales hoy arrebatados por el mercado, avanzar en desmantelar el Estado subsidiario heredado de la dictadura, y sentar las bases de una democratización de la política que revierta su captura a manos del gran empresariado”.
Francisco Figueroa, coordinador de la organización, fundamentó la propuesta señalando que “tendremos chances reales de pasar a segunda vuelta -o poder influir en ella si no lo conseguimos- solo si logramos imponer nuestra concepción de las reformas que Chile necesita en el centro de la discusión política y de cómo afrontar la ofensiva empresarial que representa Sebastián Piñera”.
La respuesta de algunos de los dirigentes más emblemáticos del Frente Amplio no se hizo esperar. Aquí se hace visible la diferencia.
El diputado Boric (Movimiento Autonomista) indicó que “uno no es dueño de los votos de las personas que apoyan al Frente Amplio” y «me parece que anticiparse a eventuales negociaciones es un error en estos momentos». Por su parte, Rodrigo Echecopar (Revolución Democrática) apuntó que “negociar votos que aún no sacamos, es justamente una de las cosas que no queremos de la política y nadie debería caer en esa ansiedad».
El diputado Jackson (RD), agregó: “Dudo que la gente que nos apoya, al menos en un porcentaje importante, vaya a respaldar a Alejandro Guillier en Segunda Vuelta. No tienen sentido esos gestos vacíos de apoyos mutuos”; “haber pisado este palito de hablar de segunda vuelta, no nos suma”.
Desde el comando presidencial, Sebastián Depolo (RD) sostuvo que “no estamos por hacer conversaciones ahora con las cúpulas de la Nueva Mayoría. Nosotros creemos que ese no es el camino para diferenciarnos hoy».
Frente a estas posturas, el alcalde de Valparaíso y compañero de colectivo de Boric, Jorge Sharp, hizo la diferencia: “Pensar que la segunda vuelta no es el problema de la primera vuelta y que no es el problema de la política chilena en general, es un error. Nosotros, desde esta sensibilidad que forma parte del Movimiento Autonomista, hemos planteado que no hay que dicotomizar ni dividir ficticiamente los planos de discusión”, señaló en entrevista con El Ciudadano. Y desafió: “Si el Frente Amplio no se va a atrever a hacer política, que lo diga”.
FRÍA ENCUESTA CEP
El pasado miércoles 25 (octubre) se publicó la última encuesta CEP. Uno de los datos más relevantes, es que la candidata presidencial del Frente Amplio cayó 9 puntos porcentuales.
Los datos encendieron las alarmas, pues representan un balance del camino seguido hasta ahora, en que las dirigencias emblemáticas y en los puestos clave del FA, han hecho primar el lenguaje de los votos. Y éste no se ha traducido en mayor capitalización. No se ha roto el estancamiento.
Esta decisión ha ido en dirección contraria de la esencia del FA, es decir, de las luchas sociales que abrieron puerta a la necesidad de un nuevo actor político en el escenario. Puesto de otro modo, han ido borrando las huellas de lo caminado por la sociedad.
El Frente Amplio renegó de la sociedad al levantar la idea del “programa participativo”, pues éste toma como punto de inicio de la propia alianza, la inscripción de la candidatura presidencial. Este “punto cero” desconoce la dimensión programática de las organizaciones sociales que sostuvieron y a partir de las cuales se articularon los respectivos procesos de movilización y lucha. Las banderas de las organizaciones se han ido tomando poco a poco (No+AFP; condonación de las deudas del Crédito con Aval del Estado, CAE, entre las más visibles).
De hecho, del plebiscito programático del FA participaron no más de 17 mil personas. Del plebiscito de No+AFP, alrededor de un millón.
El Frente Amplio desconoce la complejidad de los diversos intereses sociales cuando reemplaza el concepto de la conducción, por el de la negociación. Lo hace al revés, por cierto. Dice que no negociará, implicando que no renunciará a sus convicciones. Pero en realidad renuncia a ejercer conducción.
El Frente Amplio renuncia a construir autonomía cuando cierra sus puertas a discutir la Segunda Vuelta. La sociedad observa una especulación. Y desconfía de la especulación, porque ya mucho se ha especulado con sus derechos, traspasándolos al mercado.
En definitiva, el lenguaje de los votos ha resultado totalmente dañino. Retrocede en los objetivos que dice plantearse. Pero no es tarde para enmendar el rumbo. Hay que abrirse a la política. Y cambiar la ilusión de revertir los resultados a través de una franja electoral, por la preocupación de construir: hacer un balance de las reformas del Gobierno; de la participación de una parte del Frente Amplio del mismo; de qué reformas queremos; y cómo podremos recuperar nuestros derechos.