Corría el año 1874 y Estatismo y Anarquía, de Mikhail Bakunin, llegó a manos de Carl Marx. De su lectura se conserva la copia de los párrafos claves, y la refutación de cada una de las tesis ahí expuestas por el padre del anarquismo, cuya lectura da la impresión de un debate interesantísimo entre algunas de las principales figuras del pensamiento progresista del siglo XIX y de la historia.
Sucintamente, la controversia decía relación con el escepticismo de Bakunin respecto a que quienes lleguen a la cúspide de la pirámide estatal, aun cuando sean trabajadores, no devengan en clase política, pues dada su nueva posición social, sus intereses por consiguiente, pasarían a ser otros., ya no representando los de la clase trabajadora, sino más bien los suyos propios respecto a mantener el control sobre el pueblo. Quienes dudasen de lo anterior, sostenía Bakunin, no sabían nada sobre la naturaleza humana.
A lo anterior, respondía Marx, en base a su Tesis sobre Feuerbach (1845), trabajo en que había sostenido que “…la esencia humana no es una abstracción inherente en cada individuo solitario. Es en realidad el conjunto de relaciones sociales”. Por lo que, evidentemente, si se puede cambiar totalmente el “conjunto de relaciones sociales”, se puede cambiar completamente la naturaleza humana.
Gancho al hígado y Knock Out para Marx, y hasta ahí todo bien, al menos aparentemente, pues los no tan sólo porfiados, sino también irónicos hechos, parecieron finalmente darle la razón a Bakunin, dado que en la extinta URSS reconocidamente se instaló en la cúspide de la burocracia estatal y económica, la nomenklatura, un cuerpo directivo con toda una serie de regalías y prerrogativas claramente diferenciables, respecto de las que podía “presumir” el proletariado.
En un debate que al día de hoy aún no se ha cerrado, (y no es nuestra intención tampoco tratar de hacerlo en esta pequeña tribuna), es útil de igual manera, quizá, tratar de extraer de este contrapunto (y otros), algunos aprendizajes que puedan ser útiles tanto para la izquierda en general, como para el Frente Amplio en particular.
Es decir, en el caso hipotético de que Bakunin tuviera razón y los trabajadores-dirigentes devienen en “aristocracia obrera”, ello no invalida, (de hecho urge), la posibilidad de generar estructuras organizacionales de control orientadas precisamente al examen permanente de dichas tendencias “naturales” nocivas (Peter Singer). Si por otra parte, la esencia humana de Marx es la “verdadera”, es decir, es transformable en base a la modificación de la estructura social, ello es perfectamente coherente con el potencial impacto en la “naturaleza del ejercicio del poder”, que ejerzan sobre éste estructuras permanentes de fiscalización. Dichas herramientas son conocidas, pero quizás no utilizadas con la sistematicidad requerida: La rotación en el ejercicio de los cargos, la paridad de género, la accountability, la revocabilidad de decisiones y cargos, etc.
De la misma manera, la hipótesis marxiana vuelve plausible también una modificación en “la naturaleza del ejercicio del mandante”, del pueblo, en que se pueda cultivar una “confianza lúcida”, y/o un sano escepticismo respecto a quién y cómo se ejerce el poder, sea quien sea, y por muy positiva que sea su performance. Nullius in verba.
Cuando ya se ha cumplido más de una semana desde la superación del “affaire Mayol”, es prioritario que el Frente Amplio sepa dotarse en el corto plazo, de una institucionalidad lo suficientemente robusta, democrática y flexible, para que nuevos sucesos como el descrito no vuelvan a repetirse. Con ello no nos referimos a que no vuelvan a existir tensiones internas., de hecho, ojalá que no dejen de existir, pues ello es sinónimo de que la entidad está políticamente viva, sino a que, independiente de la magnitud del problema que llegue a generarse, la totalidad de las bases y adherentes del Frente Amplio mantendrá serenidad y confianza, (la “fuerza moral” de Clausewitz), ante cualquier evento, pues, independiente de las características personales de quienes lo protagonicen, es la propia institucionalidad interna, la que se constituye en garante de la democracia del conglomerado.
Dicha institucionalidad debiese inspirarse en la Declaración de Principios del conglomerado, y en consecuencia fundamentarse valóricamente en la transparencia, democracia y participación, de tal manera que, ello se operacionalice en la consideración del debido proceso como procedimiento único de investigación ante cualquier denuncia, por ejemplo; o, no se tomen decisiones sin sopesar de manera prudente las pruebas; que existan garantías de transparencia durante el proceso de toma de decisiones, de tal manera que cualquier adherente que desee “auditar” los fundamentos de una decisión determinada, pueda acceder a la totalidad de los antecedentes de ésta, etc. Y si aun así, existiesen decisiones que transgredan nuestra declaración de principios y difieran del sentir y deliberar de las bases, dichas disposiciones sean revocables, de la misma manera que el ejercicio del cargo de quienes alcanzaron dichas determinaciones.
Igualmente, dichos mecanismos institucionales debiesen ser democrática y participativamente constituidos, de modo tal que adherentes de todas las sensibilidades y jerarquías, puedan ser (auto) convocados a participar de dichas orgánicas internas, desde el más antiguo y conspicuo dirigente al más joven y sencillo de nuestras/os tantas/os independientes, y que las resoluciones de dichos organismos institucionales sean vinculantes del actuar del Frente Amplio. Pues “…cada uno de nosotros, de cualquier estado o condición que sea, si tiene algún conocimiento de virtud, tan obligado está a procurar el bien y la honra de la ciudad como los otros, y no será nombrado para ningún otro cargo, ni honrado, ni atacado, por su linaje o solar, sino tan sólo por su virtud y bondad. Que por pobre y bajo que sea, con tal que pueda hacer bien y provecho de la República, no será excluido de los cargos y dignidades públicas” (Pericles).
En un escenario como el presente, en que a causa del suceso referido se han abierto distancias, no tan sólo entre partidarias/os de cada una/o de l@s actor@s involucradas/os, sino también entre bases y dirigentes, una institucionalidad interna como la que hemos tratado de delinear, sería indispensable no tan sólo para dirimir conflictos entre candidat@s, por ejemplo, sino también para sanar el tejido social interno y finalmente alcanzar el objetivo de fondo: la superación del neoliberalismo vía la profundización de la democracia.
De lo contrario, estaremos saliendo a un escenario de contienda con un claro problema de sincronización valórica entre bases y dirigencias, y eso constituye un problema doctrinario significativo (Sun Tzu)., sin cuya superación se vuelve absurda cualquier estimación de mayor globalidad respecto a nuestras capacidades para disputar el poder, pues como bien pronostica el notable estratega oriental, dependiendo del manejo de los factores fundamentales de la lucha, (de los cuales la doctrina es sólo el primero entre todos ellos), puede predecirse con facilidad de qué lado quedará la victoria y la derrota.
Gustavo Cesped Cariaga, Militante RD, Santiago.
Richard O’Nell Ibarra. Militantes PH, Arica.
Frenteamplistas.