El reciente anuncio del Frente Cívico Nacional sobre su intención de constituirse como partido político plantea preguntas respecto al futuro de la oposición en México, especialmente en el contexto del inicio del gobierno de Claudia Sheinbaum. Con Morena y sus aliados controlando no solo la mayoría en el Congreso de la Unión, sino también la mayoría de gubernaturas y municipios, la posibilidad de desarrollo de la oposición se antoja complicada. ¿Es este el primer paso hacia una oposición renovada, o simplemente un intento desesperado de supervivencia de figuras desacreditadas?
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Antes de emitir juicios categóricos, es justo reconocer que cualquier esfuerzo político que se inscriba dentro de los cauces democráticos y pacíficos merece saludarse. La democracia no solo se nutre del debate y la confrontación de ideas, sino que también encuentra su fortaleza en la pluralidad de voces, incluso cuando éstas parezcan condenadas al fracaso desde el inicio. En este sentido, la decisión del Frente Cívico Nacional de intentar convertirse en un partido es, al menos en el plano formal, un signo de compromiso con las reglas del juego democrático.
¿Cómo un proyecto sin líder ni credibilidad puede construir un partido político? El desafío más evidente del Frente Cívico Nacional es su falta de liderazgo aglutinador y credibilidad social. En su mayoría, sus integrantes son figuras que enfrentaron una contundente derrota en las elecciones de 2024, muchas de ellas con un historial de mala fama pública y descrédito ante los ciudadanos. Sin una causa clara más allá de oponerse a la Cuarta Transformación (4T), su viabilidad como fuerza política resulta incierta.
El éxito de Morena, bajo la dirección de Andrés Manuel López Obrador, ofrece una lección clave sobre persistencia y estrategia política. En 2012, tras su segunda derrota presidencial y en un contexto adverso, AMLO inició la construcción de Morena desde la ruptura con el PRD. Aunque las comparaciones con el Frente Cívico Nacional resultan tentadoras, las diferencias son abismales: Morena nació con un líder carismático, una narrativa de cambio claro y un llamado directo al descontento social. El Frente, en cambio, parece carecer de estos elementos esenciales.
Una oposición necesaria, pero carente de rumbo. Es cierto que el Frente Cívico Nacional representa, aunque de forma minoritaria, a un sector de la sociedad que expresó su descontento en las urnas el pasado 2 de junio. Sin embargo, no basta con ser oposición; se requiere construir una narrativa que conecte con las necesidades y aspiraciones de la ciudadanía. La simple negación de la 4T no es suficiente para convertirse en una opción viable.
Los partidos tradicionales, como el PRD, el PRI y el PAN, ofrecen un espejo del peligro de no renovarse. El PRD perdió su registro, convirtiéndose en un recuerdo de lo que alguna vez fue una izquierda combativa. El PRI y el PAN, lejos de reinventarse, parecen gestionados por grupos que administran la debacle de sus respectivas fuerzas. Movimiento Ciudadano, por su parte, enfrenta su propio dilema interno, con un desgaste evidente en su liderazgo y la incertidumbre sobre su futuro.
La paradoja de Morena: una oposición como elemento de estabilidad. Paradójicamente, quien más podría necesitar una oposición estructurada y fuerte es el propio gobierno de Claudia Sheinbaum y Morena. Durante el gobierno de Andrés Manuel López Obrador, la polarización sirvió como una estrategia efectiva para consolidar apoyos y desviar críticas. La existencia de una oposición frágil y dividida fue clave para mantener este discurso. En ausencia de un contrapeso claro, el desgaste de Morena podría acelerarse al no contar con un «enemigo» que catalice la movilización de sus bases.
La gobernabilidad no solo requiere mayorías legislativas; también depende de un ecosistema político donde las diferencias ideológicas y programáticas encuentren cauces institucionales. Una oposición débil podría llevar a Morena a enfrentar un vacío de legitimidad en el largo plazo, particularmente si sus propias dinámicas internas no logran mantener la cohesión.
¿Un intento válido o una estrategia de reciclaje político? El Frente Cívico Nacional enfrenta un camino cuesta arriba. Si su intención es sinceramente construir una alternativa viable, deberá superar la percepción de ser un simple refugio para políticos derrotados y desacreditados. Esto implica abrirse a nuevos liderazgos, construir una narrativa propia y, sobre todo, ofrecer respuestas a los problemas que aquejan a los mexicanos. No será tarea fácil, especialmente en un contexto donde la hegemonía de Morena y la falta de credibilidad de los partidos tradicionales han reducido los espacios para la oposición.
Si el Frente se limita a repetir los errores de los partidos que buscan reemplazar, su destino estará sellado. El país no necesita más vehículos para las ambiciones personales de políticos reciclados; requiere proyectos que articulen las inquietudes de una ciudadanía cada vez más demandante y menos dispuesta a tolerar la mediocridad.
El anuncio del Frente Cívico Nacional, más que una solución, es un recordatorio de la crisis que enfrenta la oposición en México. En un escenario donde Morena domina el panorama político, el reto de construir un contrapeso efectivo es monumental. No se trata solo de registrar un partido, sino de ofrecer una visión del país que logre captar la imaginación de los votantes y que articule una alternativa real frente a las políticas del gobierno.
Por ahora, el Frente tiene derecho a intentarlo, pero la historia reciente nos enseña que el camino hacia la relevancia política está lleno de obstáculos. Si logran aprender de los errores de sus antecesores y construir sobre los cimientos de un proyecto claro y auténtico, podrían encontrar un espacio en el escenario político. Si no, su destino será el mismo de otros intentos fallidos de oposición: el olvido. Eso pienso yo, usted qué opina. La política es de bronce.
@onelortiz
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