El invierno nos pilla crispados con todo tipo de asuntos a nivel nacional. Sobre todo los relacionados con plata. Si antiguamente era mal visto hablar de dinero, a día de hoy, escándalo tras escándalo, estamos prácticamente todo el tiempo hablando de él, refrescando nuestras redes con el minuto a minuto de nuevos y jugosos desfalcos, comentando las ostentosas dietas de algunas autoridades o simplemente, comparando nuestro futuro retiro laboral con los extraordinarios jubilazos de los mismos que nos defraudan, al extremo que tendemos a pensar cada cierto tiempo, que somos los únicos que no nos estamos llenando los bolsillos.
Y es que la línea de razonamiento del chileno ha cambiado. Si antes era, “no están cagando” hoy es “soy el único g#### que no gana”. Desafortunadamente, el ciudadano común se ha convertido en un observador cotidiano del lucro de otros y por el contrario, del empobrecimiento propio.
¿Cómo es posible que periódicamente algún individuo o colectivo se enriquezca en forma ilícita? Lo que tenemos que comprender como sociedad es que nadie se avivó ayer, la mayoría de los fraudes que nos visitan a diario provienen de prácticas sostenidas por años y aquellos malamente favorecidos han venido amasando en el tiempo el desfile de bienes raíces, automóviles, terrenos agrícolas, acciones e indemnizaciones que hoy ostentan, propias de magnates y NO de funcionarios, fuerzas del orden, administrativos o empresas de Gobierno.
Ciertamente los tiempos han cambiado, y los modales también. El chileno de esta era no quiere transformarse en un individuo permanentemente vapuleado por los titanes de turno. Por los políticos, ejecutivos, líderes de opinión, funcionarios o administrativos. El chileno moderno está más colérico que nunca, y la plata, es el tema de moda. Por lo mismo, está más dispuesto que antes a salir a la calle y exigir un poco de orden, aunque sea a los gritos.
Consecuencia de aquello, es que a día de hoy todo mundo es un ente fiscalizador de las platas. No sólo aparecen comisiones investigadoras debajo de las piedras, sino que defensores públicos con capa de superhéroe y medios de comunicación que con labores detectivescas persiguen hasta el último peso. Y es que es duro asumir que se derrumban las instituciones y que finalmente algunos de nuestros líderes y encomendados han sucumbido al encanto del dinero.
Sólo para que conste y siguiendo la línea de la temporada, el Paco Gate asciende hoy a los 20.000 millones de pesos. Basta irse unos días de Chile, volver y encontrarse con un número de inculpados que continua en progreso y la angustia de ya no saber ni siquiera de cuánta plata estamos hablando ni para qué podría servir. Lo calamitoso de la situación, es por ejemplo, el reciente llamado de los altos mandos de carabineros y específicamente de Julio Pineda, a “dar vuelta la página” cómo si no sólo aceptáramos impasibles las casas en la Dehesa, los viajes, fundos, cabezas de ganado, y el patrocinio económico que involuntariamente le haremos a todas las futuras generaciones de los acusados, sino que además, debemos asumir que fue un evento desafortunado al interior de la institución castrense y que hay que avanzar. Pues no. Lo correcto es procesar, juzgar y criminalizar los delitos económicos.
Por otro lado aparece el ítem CODELCO. De una gravedad que curiosamente a nadie le ha parecido asombrosa. No el “pelo de gato” de las ganancias de Hernán Vidal “Hervy”, el castigado caricaturista cuestionado por los 30 mil dólares que rentó en años por amenizar las webs de Codelco, sino por el informe de Contraloría General de la República que reveló los gastos realizados por la cuprífera de una millonaria indemnización (521 millones) a un ex ejecutivo frente a la escasez de plata que lloraban cada vez que podían, básicamente en la recordada frase de su presidente Nelson Pizarro de “no hay un puto peso”. Parece que sí había.
Roberto Merino, destacado poeta, columnista y autor del conjunto de crónicas Todo Santiago o En busca del Loro atrofiado y el de ensayos Luces de reconocimiento, entre otros, nos cuenta con algunas de sus ideas.
Del 1 al 10 ¿qué tipo de bebedor eres? (entendiendo el 10 como máximo)
Solamente 4. Una enfermedad crónica me impide optar a posiciones superiores en esta medición.
Del 1 al 10 ¿Cuánto bebe Chile?
10 o más. El alcoholismo está instalado desde el siglo XIX en la estructura identitaria nacional. Una exhibición inconsciente de esta dependencia endémica aparece en las fotos tan habituales de tipos mostrando botellas y vasos a la cámara con expresión de complicidad.
¿Qué es lo más traumático de tener caña?
Todo. La visión de mundo, el desánimo, la desesperanza.
¿Qué tipo de trago POR NINGÚN MOTIVO aceptarías beber?
El vino en tetrabrik. El pájaro verde.
¿Es Chile un país que produce escritores?
A la luz de las evidencias, parece que sí.
A tu juicio, ¿A qué escritor(es) le perjudicó el consumo sostenido de alcohol?
Bueno, a Teillier supongo que lo perjudicó. Se creó una mitología plañidera justificando un poco su problema al otorgársele una chapa melancólica. Una especie de celebración del fracaso.
¿A cuál le hizo extremadamente bien?
No conozco muchos casos, pero Scott Fitzgerald usaba el alcohol como estimulante para escribir. Se deduce que en este caso el trago ejerció un efecto benéfico aunque no exento de dramatismo.
A quién le invitarías un trago, que no lo hayas hecho….
Es un misterio. Me alegra saber que me queda por conocer a esa persona.
¿Cuál es la noticia del momento?
El fascismo de los defensores de causas nobles.
¿Próximo Presidente de Chile?
Sepa Moya.
¿Por qué debiéramos brindar hoy?
«Por los fracasos del amor«. Lo dice el tango.