El G20 es a la crisis lo que el gobierno de Piñera es a la reconstrucción. Inútil.
El tiempo pasa pero es urgente esperar. A primeros de junio, los ministros de Finanzas del G20 se reunieron en Pusan y prometieron reformar rápidamente el sistema financiero mundial y consolidar la frágil reactivación económica. Tres semanas más tarde, en Toronto, la Cumbre del G20 no fue capaz de abordar ninguno de los temas que tocan la interminable crisis financiera, económica, social y política que sigue sacudiendo el planeta y lanzando millones de trabajadores al desempleo y la pobreza.
Obama defendió el gasto público para sostener el crecimiento, mientras que Europa, liderada por Angela Merkel, optó por una política diametralmente opuesta: La disminución del gasto, la tendencia que podría llevar a una Gran Recesión. Resultado: cada cual hace como quiere o puede, cada uno para su santo.
No se habló de regular el sistema financiero, ni de la reforma del sistema monetario, ni de tocar los paraísos fiscales, ni de aplicarle impuestos a las transacciones financieras especulativas. Glorioso avance, “El G20 espera con interés los resultados del grupo consultativo de alto nivel del Secretario General de la ONU sobre los financiamientos, que explorará las innovaciones financieras”. Esto no se inventa. Los especuladores pueden dormir tranquilos, el fraude y la estafa seguir como si nada y Felipe Larraín, realizar su reforma del mercado de capitales (MKB) para transformar a Chile en el paraíso de los rufianes financieros.
Paul Krugman, economista mediático, intentó hace unos días desviar la atención hacia la moneda china. En una nota titulada “La tomadura de pelo del yuan”, Krugman pretende que el anuncio de revaluación del yuan “lejos de suponer un paso en la dirección correcta, (…) fue un acto de mala fe”. Él condena a China “porque hay restricciones legales al movimiento de fondos tanto de entrada como de salida del país, lo que permite que la intervención gubernamental domine el mercado monetario”. Y lamenta “la moderación de Estados Unidos”.
El “progresista” Krugman olvida un par de detalles: La moneda de reserva internacional es el dólar, no el yuan. Quien manipula el valor del dólar es la FED, no China. Si China deja de financiar los gigantescos déficits estadounidenses… adiós los Estados Unidos. El país que crece a tasas del 10% es China, donde el gobierno “domina el mercado monetario”.
Y olvida que la era en que los imperios abrían los mercados chinos a cañonazos se terminó definitivamente. Cuando, en marzo pasado, Obama criticó la política monetaria china (que define una paridad fija yuan/dólar), Su Ning, gobernador adjunto del Banco Central chino, le respondió: “Siempre hemos rehusado hacer del yuan una cuestión política y pensamos que un Estado no debe pedirle a otro que le resuelva sus propios problemas”. En vez de tomarnos el pelo, Krugman debiese leer su propio libro “La mundialización no es culpable: virtudes y límites del libre mercado”.
Por su parte, Europa y Japón no tienen la autonomía de los chinos frente a los Estados Unidos. Si Sarkozy y los ministros de finanzas japonés y alemán dicen que la debilidad del dólar afecta la competitividad de sus productos, no son capaces de devaluar ni el euro ni el yen. La caída (moderada) del euro le debe todo a los especuladores financieros.
Entretanto, Felipe Larraín ve todo color de rosa. En mayo decía que la economía chilena ya se estaba recuperando del terremoto y preveía un “impacto mínimo” de la crisis griega en Chile. Puede que Larraín no fume sólo tabaco, porque agregó: “Es indudable que en la segunda parte de este año vamos a tener un crecimiento fuerte, potente, que va a estar apoyado por todos los proyectos de inversión, y reconstrucción”. Hay que explicarle que la crisis no es “griega” sino planetaria y no se ha terminado, que por el momento no hay ni una escuela ni un hospital reconstruido, que los municipios no tienen plata ni para los salarios de su personal, que los hospitales públicos siguen desfinanciados y endeudados, que disminuir el empleo modificando el método de cálculo no es plan, y que todavía no vemos el millón de empleos y el crecimiento a tasas del 6% prometidos por Piñera.
En línea con el G20, y con Larraín, seguimos esperando. Con estos genios siempre “Es urgente esperar”.
Por Luis Casado