Es la soledad del mánager. Bogotá, Colombia, se ha convertido en la sede del gobierno del autoproclamado presidente de Venezuela, Juan Guaidó. No comanda el ejército de su país. Lo defienden las tropas de una nación vecina.
No tiene control de ningún territorio. Sus órdenes no son acatadas por autoridad alguna. Ni siquiera sus antiguos aliados de la oposición meten el hombro por él. En el peor momento de la crisis del 23 de febrero casi ninguno abrió la boca para darle aliento. Optaron por pagarle con la misma moneda que él utilizó con ellos. Su único apoyo interno significativo es su jefe Leopoldo López.
Fracasado su intento insurreccional, en el que, con el pretexto de hacer pasar la «ayuda humanitaria» pretendió tomar control territorial de una franja fronteriza con Colombia, para instalar allí la sede de su administración, acabó estableciendo un fantasmagórico «gobierno en el exilio».
Pero el único soporte real con el que cuenta es el diplomático, por parte de Estados Unidos, Colombia y algunas otras naciones. Tiene, también, algunas bases que están con él dentro de Venezuela. Pero mastican el amargo sabor de la derrota. Les dijeron que ahora sí se iba Nicolás Maduro y allí sigue.
Sin embargo, aunque se vista con el ropaje de los derechos humanos, la democracia y la ayuda humanitaria, el apoyo de Donald Trump dista de ser desinteresado. En la página 136 del libro de Andrew McCabe, en el que reconstruye una reunión en la Oficina Oval de la Casa Blanca de 2017, el ex director interino de la FBI, recuerda: «Entonces el presidente habló de Venezuela. Es el país con el que deberíamos ir a la guerra, dijo. Tienen todo ese petróleo y están justo en nuestro patio trasero».
No pareciera ser una baladronada. Un alto funcionario de seguridad ruso acusó este martes a Estados Unidos de desplegar fuerzas en Puerto Rico y Colombia como preparación para una intervención militar en Venezuela para derrocar al presidente Nicolás Maduro.
«El traslado de fuerzas estadunidenses de operaciones especiales a Puerto Rico, el aterrizaje de fuerzas estadunidenses en Colombia y otros hechos indican que el Pentágono está reforzando sus tropas en la región para usarlas en una operación para sacar… a Maduro del poder», afirmó Nikolái Pátrushev, secretario del Consejo de Seguridad de Rusia, en una entrevista con el semanario Argumenty i Fakty.
LA DIFÍCIL NORMALIDAD
Poco a poco, las ciudades fronterizas con Colombia comienzan a tomar su dinámica tradicional de vida. Tan normal como puede serlo en una región fronteriza con un intenso intercambio comercial cuando se cierra el paso de mercancías y personas. Los comercios abren sus puertas (no todos), la gente sale a las calles y los padres piensan en si es el momento de llevar a sus hijos a las escuelas.
El tamaño de la normalidad puede apreciarse, también, en que, del lado colombiano del puente Simón Bolívar, un grupo de guarimberos venezolanos le solicitó a la policía de ese país que les permitiera regresar a Venezuela. Se quejaron de que sus líderes los habían convocado y luego los dejaron colgados.
A la derrota sigue la desbandada. Apenas el pasado lunes, la policía removió el contenedor atravesado en el puente, a base de descargas de gas lacrimógeno y escudos de plástico. Los jóvenes que lo usaban como defensa salieron corriendo para refugiarse del lado colombiano. Cuando se dieron cuenta de que allí ya no los protegerían más, volvieron a poner pies en polvorosa.
Ureña es una ciudad industrial severamente afectada por el estrangulamiento económico y el cierre de fronteras. Es, también, territorio de operación de los paramilitares colombianos.
En el puente internacional Francisco de Paula Santander que une a esa ciudad con Colombia se suscitaron fuertes enfrentamientos el pasado 23 de febrero. Al llegar ahí, puede verse cómo los restos humeantes de la «ayuda humanitaria» yacen en las plataformas de dos enormes gandolas a las que se prendió fuego. El suelo está lleno de cenizas, restos de cascos de refresco y cerveza que sirvieron de bombas molotov, piedras y artefactos de metal.
Al lado de latas de atún y galletas que sobrevivieron al fuego por alguna razón que sólo un químico experimentado puede explicar, hay rollos de alambre y más rollos de alambre, clavos, cortaúñas, silbatos, seguros, gel para bajar la temperatura. El kit indispensable del guarimbero. Están concentrados, sobre todo, en la parte delantera de los contenedores.
Los dos camiones entraron al puente de Ureña temprano por la mañana el 23 de febrero. En la parte de atrás del segundo camión, trepados en el toldo, iban grupos de jóvenes con el rostro cubierto y con pesadas vallas de metal de la aduana venezolana como escudo. Como ha relatado Madeleine García, de Telesur, cuando un policía le quitó la llave al primer vehículo impidiendo que la caravana siguiera su avance sobre el puente, los encapuchados lanzaron bombas molotov para prenderle fuego a la mercancía. Avivaron el incendio echando gasolina que transportaban en unos bidones de plástico.
Simultáneamente, en la retaguardia del puesto del comando de zona N° 21 Táchira, Destacamento N° 212, 3ra Compañía Ureña, grupos de guarimberos tomaron camiones de pasajeros, sacando algunos de ellos por la fuerza de la escuela en la que se encontraban estacionados, les rompieron los vidrios, les poncharon las llantas y les prendieron fuego. En una operación en pinza, los opositores rodearon a los militares y comenzaron a atacarlos con cohetones disparados desde bazucas de PVC, piedras, palos y cocteles molotov. Parte de los combatientes antichavistas de Ureña venían de fuera de la ciudad. En la operación tenaza participaron unas tres mil personas.
JORGE RAMOS
Y, mientras las fuerzas políticas venezolanas se preparan para una nueva etapa de confrontación, el asunto Jorge Ramos recibió una importante cobertura mediática en la prensa de habla hispana.
El periodista mexicano de Univision y su equipo fueron expulsados de Venezuela este martes. Desde su hotel hasta el aeropuerto fueron acompañados por funcionarios diplomáticos de las embajadas de México y Estados Unidos.
Según la versión del periodista, el pasado lunes entrevistó al presidente Nicolás Maduro en el Palacio de Miraflores, y transcurridos 17 minutos, el mandatario suspendió la sesión cuando Ramos le mostró un video en el que aparece un grupo de jóvenes comiendo de un camión de basura. El periodista y su equipo de Univision fueron retenidos allí mismo durante dos horas, interrogados y sus equipos confiscados.
Antes de salir de Caracas, Ramos le dijo a Carmen Aristegui: «he sufrido en carne propia la dictadura». Y, al llegar a Miami, denunció: «Lo que ha ocurrido es un acto de represión, una violación al derecho internacional, una violación a nuestro derecho como periodistas de hacer cualquier pregunta. La conclusión es que nuestro trabajo es seguir haciendo preguntas incómodas a los que tienen el poder. Si no hacemos esas preguntas incómodas, no estamos haciendo periodismo».
El periodista estadunidense Max Blumenthal, editor de Gray Zone Project, le preguntó en el mismo aeropuerto a Ramos si, ahora que está de vuelta en Miami tiene planes para confrontar a Marco Rubio por llamar a asesinar a Nicolás Maduro. El periodista de Univision se negó a contestar la pregunta. Se limitó a decirle que «mucha gente en Estados Unidos está apoyando lo que hicimos. Marco Rubio, el vicepresidente Mike Pence y muchos otros estaban apoyando lo que nosotros estábamos haciendo».
Jorge Rodríguez, ministro de Comunicaciones del chavismo, desmintió la versión del periodista. Aseguró que «no era cierto» que estuvieran detenidos. Dijo que, durante la entrevista, Jorge Ramos llamó a Maduro asesino y dictador varias veces.
“Por Miraflores han pasado centenas de periodistas que han recibido el trato decente que de forma habitual impartimos a quienes vienen a cumplir con el trabajo periodístico, y han publicado el resultado de ese trabajo. No nos prestamos a shows baratos”, dijo Rodríguez. Y añadió: “En el mismo momento en que @ABC publica una entrevista con el presidente @NicolasMaduro, el Departamento de Estado (de EU) inventa un nuevo falso positivo con un show y un montaje”.
Por Luis Hernández Navarro
Publicado originalmente el 27 febrero de 2019 en La Jornada.