Corea del Norte sigue tocando sus tambores de guerra batiendo a todo trapo. Muchos, en EEUU y Corea del Sur, creen que es pura retórica del joven Kim Jong-un. Otros temen que, entre amenazas y amenazas, las cosas pasen el terreno de las palabras, aunque más no sea por un error de cálculo. Además de mover misiles y reactivar plantas nucleares, el régimen de Pyongyang presiona a Corea del Sur con el cierre del complejo económico de Kaesong, donde producen más de un centenar de empresas del sur capitalista en territorio del norte comunista.
En verdad, con sus amenazas nucleares la dictadura norcoreana quiere curarse en salud y reponer las mesas de negociaciones. Corea del Sur es gobernada por la conservadora Park Geun-hye, hija del dictador Park Chung-hee, cuyo régimen -entre 1961 y 1979- estuvo marcado por las violaciones a los derechos humanos; Park fue además un colaboracionista de los japoneses. El joven Kim le quiere marcar la cancha a la nueva Presidenta. Y detrás de él se sospecha que están sus tíos: la hermana de Kim Jong-il, Kyong-hui, y el marido de ésta, Jang Song-thaek.
Los norcoreanos creen que sus armas nucleares, sumadas a un enorme ejército, los salvaron de correr el riesgo de Sadam Husein o Muamar Gadafi, sus medios de comunicación mantienen siempre la sensación de peligro inminente. El Norte ha lanzado tres misiles de largo alcance y detonado dos bombas nucleares desde la toma de posesión de Obama en 2009. Pero más allá de eso, fue China la que siempre jugó el papel de paraguas protector de la Corea “comunista” (en verdad es gobernada por una mezcla de religiosidad confusiana y stalinismo bastante sui géneris). La novedad, esta vez, es que Beijing se sumó a las sanciones internacionales promovidas por EEUU. Hace tiempo que la nueva élite china muestra su hartazgo con el régimen de los sucesores de Kim Il-sung.
Además, Beijing mantiene cada vez más tensas relaciones con Japón por el control de las islas Senkaku/Diaoyu. Y todos saben que gran parte de la estrategia de EEUU en la región no es para detener la heroica marcha norcoreana, sino contener la influencia china. Ese creciente poderío chino explica también que Vietnam comenzara maniobras militares conjuntas con su viejo enemigo estadounidense. El mapa asiático es sin duda complejo.
Pero pese a que Norcorea tiene armas nucleares -que podrían causar mucho daño-, un enfrentamiento con el Sur y EEUU sería un suicidio nacional. Aunque crece la tensión prebélica, las agencias chinas siguen enviando turistas al norte (que pueden ver poco y nada de la vida real en la Corea del Juche), y aunque el régimen aconsejó a las embajadas evacuar a sus integrantes, al parecer ninguna tomó muy en serio las advertencias. Algunos expertos esperan que el 15 de abril Kim Jong-un decida lanzar algunos misiles: ese día se conmemoran los 101 años del nacimiento de su abuelo y presidente eterno, Kim Il-sung.
Mientras el régimen invierte enormes cantidades de recursos en armamento, la mayoría de los coreanos vive en la pobreza (cientos de miles o millones murieron en las hambrunas de los años 90). Por eso, en 2002, el régimen inició una serie de reformas tímidamente liberalizadoras. Si hasta mediados de los 70 el PIB del Norte era mayor que el del Sur, hoy el ingreso per cápita del Sur es 20 veces mayor que el del Norte. El Sur pasó de ser una sociedad agraria a una industrial, con niveles científico educativos en la frontera mundial. Al parecer el sistema norcoreano está basado en una brutal estratificación social: mientras en Pyongyang vive una élite con relativo acceso al bienestar, en el interior las condiciones de vida son tan penosas como poco visibles para los observadores.
Quizás algunos stalinistas residuales que siguen defendiendo al régimen norcoreano (en Bolivia hay algunos también) deberían explicar por qué gobiernos populares de izquierda como el de Evo Morales y de Rafael Correa hicieron acuerdos con Seúl y no con Pyongyang. El primero para cooperación científica para explotar litio y el segundo para poner en pie la Ciudad del Conocimiento.
Corea del sur es, además, uno de los principales destinos de las exportaciones bolivianas.
Pablo Stefanoni
Periodista
08/04/2013
Publicado originalmente en Página Siete