Mucho se ha discutido sobre la efectividad de la campaña que HidroAysén inició hace algunas semanas en múltiples medios de comunicación. La polarización del mensaje y la idea fuerza que apunta a las supuestas necesidades de duplicar en 10 años la demanda energética porque en caso contrario se morirán los pacientes en las salas de operaciones o no podremos ver partidos de fútbol, han sido tema de conversación no sólo en las redes virtuales sino incluso en medios de comunicación donde expertos en publicidad han hecho notar las fortalezas y debilidades de tal argumento.
Este enfoque utiliza el temor a carecer de energía con el objetivo final de motivar a la población a aceptar cualquier alternativa de solución con tal de no sufrir las graves consecuencias de no contar con un suministro tan estratégico con éste. Donde HidroAysén y sus múltiples represas no sería una opción más sino la fundamental, la esencial.
Este discurso se ha venido escuchando desde hace bastante tiempo. Ése de que para que Chile crezca (asumiendo como axioma que el crecimiento económico per se es positivo y es independiente de mecanismos como la redistribución de la riqueza o la valorización de aspectos no materiales para definir la calidad de vida) se debe duplicar la generación energética en la próxima década. Y triplicarla en 20 años más.
Lo primero que se omite en tal afirmación es lo que se ha dicho y demostrado de múltiples formas. Esto es que la necesidad del SIC (Sistema Interconectado Central) por duplicar la energía es de la gran minería trasnacional (Codelco representa sólo un tercio de la explotación del cobre chileno). Eso, y seremos majaderos en reiterarlo, lo reconocieron incluso ejecutivos de Endesa en el origen de la presentación de su proyecto en 2005 cuando expresaron que “con la incorporación al SIC de nuevos proyectos mineros, la tasa de crecimiento de la demanda en el período 2008-2017 se sitúa en torno al 6,8%”.
Donde la minería privada es el sector productivo que más utilidades obtuvo durante el primer semestre de 2010 llegando a los US$ 4.656 millones. ¿Y qué sector le sigue? El eléctrico, con otros miles de millones de dólares en el mismo período. Y ambos rubros obtienen sus ganancias utilizando en su mayoría bienes comunes que les fueron entregados gratuitamente (los minerales y el agua son, legalmente, pertenencia de todos los chilenos) y sobre los cuales siempre que se plantea gravarlos para su aporte al bien general utilizan todo su poder económico, político y comunicacional para evitar el necesario ajuste en bien de todos.
Porque hay que recordar que la minería es el sector productivo que menor empleo directo genera; un exiguo dos por ciento según datos del INE (Instituto Nacional de Estadísticas) para el trimestre móvil a octubre-diciembre de 2009.
Y la que menor reparto hace entre sus trabajadores de las ventas que realiza. Según el estudio de Profiles International Inc aplicado en 122 países del mundo, la minería chilena es la que mayor productividad laboral muestra, estando sobre sus pares internacionales de EEUU, España, Gran Bretaña y Colombia. Dicho así suena bonito. Pero en la práctica quiere decir que es la que menor distribución de utilidades hace entre quienes en ella se desempeñan. En concreto, sus propietarios ganan más dinero por trabajador que otras actividades productivas. Por ejemplo Minera Escondida vende 1,32 millones de dólares por empleado. Le siguen Collahuasi con US$ 880 mil, El Tesoro con US$ 420 mil, Codelco con US$ 284 mil, Quebrada Blanca con US$ 240 mil, Cerro Colorado con US$ 197 mil y Minera Michilla con US$ 81 mil por trabajador.
Es esa minería la que presiona por duplicar la demanda, toda vez que se calculan en U$ 50 mil millones los que invertirá esta industria altamente consumidora de energía de aquí al 2017. Entonces no es que la persona que hoy tiene dos televisores en 10 años tendrá 4o o que en vez de un secador de pelo usará tres. E incluso aunque lo hiciera no produciría el salto cuántico que pregonan los que precisamente tienen su negocio en la venta de electricidad.
Lo que pedimos muchos, en realidad, es que las empresas con las mayores utilidades del país (las mineras y las eléctricas) inviertan en tecnologías apropiadas, sustentables de verdad y que no utilicen el patrimonio común en beneficio directo de sus utilidades. Ya, que ganen un poco menos. ¿No es acaso justo aquello?
Con estos datos, es extraño que alguien se compre el discurso de que sin HidroAysén se apagará la luz. Hay que ser demasiado ingenuo, estar muy desinformado o tener intereses ocultos.
Por eso, decidoras son las palabras de Sebastián Piñera en una entrevista a Las Últimas Noticias publicada hace algunas semanas: “Mire, a la larga necesitamos energía para nuestros hogares, para los televisores, refrigeradores, estufas, lavadoras, cocinas, y no podemos tomar la actitud irresponsable de oponernos a todo. Y quiero que la gente tome conciencia: si no tenemos energía, no va a andar el Metro, no van a funcionar los celulares, no van a prender las ampolletas”.
Recuerdo cuando el Presidente se defendió de quienes señalaban que había intervenido en la elección de la ANFP alegando que con él se estaba utilizando la estrategia del “miente, miente, que algo queda”, hermana de la máxima que apunta a que no por mucho repetir una mentira ésta se transforma en verdad.
Por ello, aunque algunos digan lo contrario y tengan el megáfono gracias al poder del dinero («inundando» en la práctica la TV, las radios, los diarios, los portales web, el metro, los partidos de la Roja, el Colo y la Cato… si falta que aparezca un pendón en las misas) esta energía no es para la gente, es para la gran minería del SIC. Y más aún ahora que pretenden empalmar el Interconectado Central con el del Norte Grande.
Es así incluso aunque el Presidente se sume a la campaña del terror.
23 de enero de 2011
Por Patricio Segura
Fuente: www.elquintopoder.cl