A raíz de la cobertura monumental del rescate a los 33 trabajadores atrapados, desde el 5 de agosto en el yacimiento de la mina San José, al norte de Copiapó, comencé a imaginar qué hubiese sido de los 32 presos políticos mapuches, que desde el 12 de julio permanecen en huelga de hambre en las cárceles de Temuco, Concepción, Valdivia, Angol y Lebu, si la atención de los principales monopolios corporativos dedicados a informar a la comunidad, estuviese puesta en promover un diálogo entre estos comuneros o sus organizaciones, con autoridades del gobierno de turno.
Considerando que los medios de comunicación ejercen un control importante sobre la masa crítica, en especial la televisión, la prensa digital y los portales sociales, y que, desde una perspectiva política, estos operan en la actualidad como plataforma electoral del mismo modo que lo hiciese la radio a mediados del siglo pasado, sin duda el sendero por el que las autoridades encaminan -hoy por hoy- el conflicto Mapuche, cambiaría radicalmente si éste alcanzara una difusión similar a la del terremoto que nos afectó en febrero, al derrumbe de la mina o incluso al rechazo a la aprobación del proyecto de central termoeléctrica Barrancones.
De ser así, probablemente veríamos a Sebastián Piñera y a miembros de su gabinete, tratando de encarnar la lucha histórica por la reivindicación de los derechos de los pueblos originarios –sin conocer siquiera su magnitud-. Desplegando todo tipo de circo y propaganda, buscarían salir del paso a punta de ofertas populares, por que eso sí, el indigenismo en “democracias como la nuestra” suele ser una anécdota electoral o un pretexto para construir un discurso demagógico.
En este contexto, imagino a Piñera vestido de Lonco apareciendo en primera plana de todos los periódicos del país, gritando ¡Libertad a los Presos Políticos! ¡No al doble enjuiciamiento! Al igual que más de algún cacique de gobierno persuadido en televisión abierta para que proponga al Congreso la derogación de la ley antiterrorista. Un montaje político como este, sólo parece comprensible si se le mira desde el rótulo “todo por el rating” que tiene envuelto al país bajo su efecto narcótico.
Dado que actualmente la encuesta Adimark pesa más que cualquier iniciativa social. No sería raro que la estrategia del administrativo sea la de equiparar voluntad política y relacion públicas. La misma clase de RR.PP. que protagonizaron la jornada solidaria “Chile ayuda a Chile” a comienzos de año. En cuyo caso el apoyo empresarial fue una excusa para posicionar la imagen de muchas empresas. De cualquier modo, ni con la venta de sus activos, Piñera podría comprar la deuda histórica de una nación ancestral que continuará en resistencia.
Hoy nos preparamos con escándalo para celebrar el bicentenario. Pero no hay nada que celebrar en la Araucanía, pues ¿de qué modo se pueden celebrar 200 años de marginación, expropiación y olvido?
En apoyo a los comuneros Mapuches.
Por Cristhián G. Palma Bobadilla