Lima ha sido desde su fundación una ciudad escandalosamente anormal. Pareciera que el aire contuviese una desconocida sustancia aletargadora que nubla mentes y voluntades, impidiéndo históricamente a sus élites salir del arrastrado submundo de la dependencia, la nula determinación y la entrega a los poderes fácticos, de afuera y de la casa. Mas borbónica que Madrid. Sus calles aun sudan polvo y peluca.
No es casualidad que el grupo de lima se fundara en ese espacio de tanta pequeñez espiritual. No es casualidad que Pedro Kuczinsky lamiera a Trump auto endilgándose la rastrera condición de perrito feliz.
Es inaudito y posiblemente un hecho inédito en este nuestro confundido y ametrallado continente, que se active un cartel de ansiosos gobiernos para ofender a un pueblo y su gobierno y no para plantear soluciones y colaborar con espíritu constructivo.
El tal grupo asume por mampuesto el papel que los EEUU les asignan. Eso si, que no se vea la mano que mece la cuna. A eso en lenguaje diáfano se le conoce como gangsterismo.