Por Carlos Gutiérrez P.

A poco más de un mes de iniciado el gobierno estadounidense de Trump, el panorama internacional se ha visto atolondradamente revuelto, hasta ahora más debido a declaraciones que a acciones materiales, pero que indudablemente empiezan a avizorar que muchas cosas cambiarán.
Como siempre, intento alejarme del análisis político de caracterización del jugador principal en este caso (si es fascista, egocéntrico, ideológicamente básico y muchas otras que seguramente son así), para analizar sus intenciones y movimientos estratégicos que guían su accionar en la búsqueda del cambio de los escenarios actuales.
Como las disrupciones que han transcurrido en poco tiempo son muchas, y todas con alcances complejos, en esta ocasión desde mi punto de vista me limitaré a reseñarlas brevemente para abrir debates posteriormente.
1.-El conflicto en Ucrania: todo indica que se acerca el final, que no significa de inmediato, y que igual tendrá dos ritmos, por una parte, militar, y otra diplomática. Esta segunda ya comenzó muy activamente con el nuevo gobierno estadounidense, que ha permitido encuentros con la parte rusa, que hasta ahora ha manejado la agenda de forma magistral, poniendo el acento en dos ámbitos claves: la reanudación y el mejoramiento de las relaciones bilaterales entre estos dos grandes actores globales, y que el asunto de las condiciones de seguridad para Rusia va más allá de una perspectiva solo fronteriza, y que por el contrario tiene alcances más globales.
En cuanto a la dinámica estrictamente militar, la cruda e indesmentible realidad del campo de batalla (aquella que el liderazgo europeo no quiere y no deja ver) hace irrisorio cualquier relato de victoria ucraniana o de continuar artificialmente el conflicto con la vana esperanza de una mejora sustantiva de la posición negociadora de Zelensky.
Toda la iniciativa estratégica está en manos rusas, ha incrementado el ritmo de avance, se ha consolidado en las cuatro regiones que ya consideran suyas y ha penetrado hacia dos nuevas. Se espera que, con la estación primaveral, si es que no se acuerdan negociaciones antes, puedan comenzar acciones mayores de nivel operacional que consolidarían la victoria rusa en toda la línea.
Las condiciones ucranianas en términos de logística, sistemas de armas, soldados, calidad del mando son cada día peores, y conducen no solo a la derrota, sino a una proyección compleja de la existencia del estado-nación ucraniano.
2.-Europa sigue en una rodada sin frenos, con la élite política más mediocre de su historia, no logra dar con las coordenadas del tiempo actual, y en cambio sigue aferrándose lastimosamente a una narrativa gastada, pero por sobre todo cínica de los supuestos “valores civilizatorios” que ha prodigado por el mundo. Pero, como bien se los acaba de recordar el canciller ruso, en los últimos 500 años todas las tragedias del mundo se originaron en Europa (por solo nombrar algunas como conquistas, esclavitud, imperialismo, genocidios, dos guerras mundiales). Es dominada por el doble estándar, como lo dijo su propio representante de la política exterior de la Unión Europea, Josep Borrell, y hoy exuda lamentaciones por su enorme dependencia de la política y la economía estadounidense, una vez que ya no tiene correspondencia con la visión de mundo de su patrón atlántico.
La Unión Europea sí está en una coyuntura crítica, pues su refugio ético que era su narrativa liberal de la modernidad tiene que ser suspendida en algunos casos cuando esta no coincide con los intereses de la nueva élite política y económica, consumida en un globalismo neoliberal, que no esconde su concepción basada un supremacismo occidentalista (es bueno recordar frases del propio Borrell y del presidente Macron) y cae en los bochornosos episodios de desconocer la libertad de prensa, la soberanía popular y la autodeterminación de los pueblos.
Tuvo que ser el propio vicepresidente estadounidense, el republicano J. Vance, quien se los recordó dramáticamente en el encuentro de Munich.
A esto, deben sumarse las crisis políticas internas en varios países, la crisis económica en estados claves y en la propia eurozona, las disidencias internas en asuntos internacionales, las disputas por el rol hegemónico al interior de la Unión, que por supuesto también desmienten fácticamente todo el mediatizado discurso de la unidad férrea de acción.
3.-A partir de la implementación del unilateralismo de Estados Unidos desde la década de los noventa del siglo pasado, logró imponer un modelo en el sistema internacional que paulatinamente comenzó a alejarse del derecho internacional y pasó a constituirse en la lógica del mundo basado en reglas, que evidentemente eran las enunciadas (ni siquiera codificadas) por Estados Unidos, que gustosa y complacientemente eran acompañadas por los estados europeos atlantistas.
En medio del conflicto en Ucrania y como parte de su campaña, el gobierno de Trump empleó el concepto de la búsqueda de la paz por la fuerza, que también fue recibido con beneplácito por sus seguidores europeos porque esperaban una continuidad de la política ejercida desde un inicio en la generación de acciones, políticas, económicas y militares, que obligaran a Rusia a sentarse en una mesa de negociaciones que anularan todas las reivindicaciones que dieron inicio a la operación militar.
Pues, ese mismo método hoy se ha dado vuelta contra sus propios defensores atlantistas y se puede transformar en una peligrosa herramienta peor que el mundo basado en reglas, y por eso hoy lo critican con ahínco, lo que demuestra el cinismo político de estas élites que, no actuando por convicción, sino por mera conveniencia circunstancial, demuestran solo la incapacidad de una reflexión estratégica que apunte a un verdadero compromiso con la paz, estabilidad y justicia internacional.
4.-Las reconfiguraciones geopolíticas siguen su curso controversial y atolondrado, los casos más dramáticos son los que ocurren en África y el Medio Oriente. En el primer caso, se avizora una nueva etapa de descolonización, no sin drama y violencia, simultáneamente a regiones susceptiblemente desestabilizadas por grupos terroristas e intereses internacionales por los recursos básicos.
En el segundo caso, los frágiles acuerdos entre Israel y los intereses palestinos, más su entorno vecinal van constituyendo una subregión que se reconfigurará dramáticamente, chocando intereses de potencias medias como el propio Israel, Turquía e Irán.
5.-El objetivo principal de la administración de Trump, bajo la consigna de hacer América grande otra vez, tiene una doble vinculación determinante: por un lado, mantener el liderazgo internacional, aunque esta vez tendría que ser compartida, y mejorar las condiciones internas económicas y sociales, junto a una reorganización interesada del sistema burocrático estatal, el llamado estado profundo.
Para esto ha desarrollado una intensiva política de cambios institucionales, que en algún momento generará expresiones concretas de contradicciones y conflictos, así como la desestructuración de áreas claves de influencia política mayoritariamente manejadas por el mundo demócrata. Quizás el caso más paradigmático lo constituye el desmantelamiento de la agencia de “ayuda externa”, la USAID (como cada vez más se conocen públicamente hacia dónde se dirigían estos millonarios aportes, es llamativo el silencio de la socialdemocracia a nivel mundial en lo que le corresponde del financiamiento dirigido hacia acciones políticas en las cuales estaban involucrados).
En el plano internacional, la estrategia principal es económica, para poder recuperar competitividad y balances comerciales favorables, a través de los mecanismos arancelarios y la protección a ultranza del dólar como divisa internacional. Aquí han primado las amenazas verbales, muchas de las cuales debieran empezar a producirse en esta semana, bajo la fórmula de lograr objetivos a través de la fuerza. México, Canadá, China y la propia Europa ya están avisadas, así como una primera lista de bienes y materias que ingresan al mercado estadounidense.
6.-Tanto el conflicto en Ucrania, en Medio Oriente, como la ansiedad desbordada del atlantismo europeo por imponerse militarmente a Rusia (objetivo declarado explícitamente a través de la consigna de “hasta el último ucraniano”), han traído a colación nuevos debates sobre las políticas de defensa y la ciencia militar.
Quizás, nuevamente, el caso más dramático es el de la Europa otanista, que frente al conflicto en Ucrania solo ha generado una narrativa peligrosa, irresponsable y carente de fuerza material. Una vez más toda su retórica belicista tiene dos derivas: la banalización que han hecho sobre la guerra y la superficialidad en las proposiciones sobre defensa.
Toda la abundante verbalización que han hecho del apoyo militar a Ucrania no ha tenido un sustento material acorde, y solo se sostiene en la medida que Estados Unidos sea el actor principal, tanto en lo económico, lo logístico, como en el propio componente de la fuerza.
De hecho, una nueva propuesta de apoyo a Ucrania es condicionada a la participación de Estados Unidos. La OTAN europea es una ficción, no tiene fuerzas acordes a la imagen que proyectan; toda su logística es estadounidense; sus sistemas de armas han demostrado su fragilidad en el campo de batalla real; no tienen una doctrina unificada menos aún un mando unificado; se traban en la burocracia de la cadena de mando. Pero se siguen creyendo con capacidades para una guerra real.
La decadencia del conjunto de la OTAN es otro dato clave para entender lo que se avecina.
7.-Los atisbos de un Nuevo Orden Mundial empiezan a aparecer en la escena, y al parecer la perspectiva más clara está en manos de nuevos actores, como China, o el conjunto de los BRICS+ o actores repotenciados, como lo sería Rusia. Indudablemente también Estados Unidos, pero con la diferencia que sería al interior de un mundo compartido. El gran perdedor es la Europa atlantista, y los grandes ausentes América Latina y África como conjuntos.
Una vez más, fue desde Estados Unidos, a través del secretario de Estado Marco Rubio que se les dijo que un mundo unipolar es una distorsión en un sistema internacional, y que esa realidad ya no es posible.
Lo más notorio de la actualidad, es que “Occidente” ya no determina por sí y ante sí el curso de los acontecimientos, y especialmente Estados Unidos ya tiene una brecha importante entre lo que quiere hacer y lo que realmente puede hacer.
8.- Sigue siendo una demanda aún más acuciante el alzamiento de las voces políticas y sociales para frenar el militarismo europeo, la búsqueda de nuevos mecanismos internacionales para un mundo multicentros que genere cooperación y una nueva concepción del multilateralismo y de la burocracia del sistema internacional.
El social-liberalismo europeo es pura crisis, que vive con respirador artificial a través de los espantos que producen los monstruos de la ultraderecha. Pero este crecimiento es un síntoma justamente de la decadencia de la izquierda, que siguió el camino del embellecimiento botox del capitalismo.
Ante tanta desolación para los pueblos, esta es una gran oportunidad de la izquierda para salir de su ensimismamiento, de dar el salto del facilismo de las alianzas amplias contra la ultraderecha hacia alianzas con proyectos reales de cambios profundos.
No podemos seguir siendo guiados por líderes mediocres, pusilánimes y sobre todo impunes frente a su corresponsabilidad en los genocidios y promesas incumplidas.
9.-La encrucijada latinoamericana se vive intensamente. Desde su irrelevancia como conjunto en el plano internacional y al interior de la región, sus aislamientos nacionales se llenan de peligros ante la ofensiva estadounidense por asegurarse plenamente el dominio político y económico de la región, bajo los supuestos del control migratorio y el combate al crimen organizado.
Las respuestas nacionales diversas, con poca autonomía, y aún menor capacidad negociadora se van a transformar en serios problemas para nuestros pueblos. Los fantasmas de la presencia militar, interna y externa, se hacen más visibles. Ahí esperan la evolución de los casos de México (quizás el más complejo), Ecuador, Perú, Argentina y Venezuela.
Por Carlos Gutiérrez P.
Carta Geopolítica 34, 4 de marzo de 2025.
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