No hay que engañarse: por lo menos uno de cada cuatro chilenos quiere un cambio profundo y rápido hacia la izquierda en el país.
El 20 por ciento de Marco Enríquez-Ominami es el voto que debió ir a Jorge Arrate, pero que fue desviado por la tangente aquel fin de semana de invierno en que unas semiencuestas de la prensa de derecha instalaron el fenómeno MEO, que aniquiló a la Concertación y dejó a la izquierda en su nicho habitual. Del que quería, y podía, salir por fin.
El voto de Enríquez-Ominami es abrumadoramente un voto de izquierda, una rebelión contra el sistema. A eso debe sumarse un gran porcentaje del 29 por ciento de Eduardo Frei. Y, por cierto, el seis por ciento de Arrate.
Y más aun, el de los centenares de miles de personas que votaron por Piñera creyendo que hará un gobierno de izquierda, o sea, personas que atribuyen las desigualdades y abusos del mercado al “centroizquierda” representado por la Concertación y no a la dictadura, y mucho menos a la oposición de derecha, no sólo porque la memoria es corta, sino porque es verdad ¿Acaso no hay ya una generación entera que creció bajo gobiernos de la Concertación? ¿Quién ha organizado y desarrollado en Chile el sistema neoliberal? ¿Pinochet?
Algunos dirán que la rebelión representada por Marco es una rebelión “light”, pequeñoburguesa, más cómoda y flexible que el compromiso de una opción revolucionaria. Es verdad. Otros piensan que el pacto del PC con la Concertación abortó las posibilidades de Arrate desde el principio. Esto también es cierto, porque el 13 de diciembre Arrate se fue a dormir agotado y el PC estaba de fiesta.
El programa de Arrate es el único que plantea un cambio radical en Chile, pero es MEO quien aparece más limpio, alejado de las componendas secretas, y de Frei.
Quienes al inicio de la campaña de Arrate propusimos la idea simple de la Izquierda como concepto único y puro de toda la campaña, nos quedamos algo fríos ante esta relación tal vez insana con la Concertación. Pero era un callejón sin salida, como el propio Arrate explicó desde el principio: ¿se puede criticar a los comunistas por llegar al Parlamento tras 37 años de exclusión?
Ahora hay que volver a la Izquierda, a la Asociación General de la Izquierda que parece representar el novísimo Partido de Izquierda que encabeza Salvador Muñoz. Que debe ser asociación y no partido, porque en los partidos no caben todos y en las asociaciones sí. Hay que federar a los pequeños movimientos locales, a los que dan pequeñas batallas en el barrio, por los perros abandonados, por el salario, por los cisnes de cuello negro, por el agua, por todo lo que hace jodida la vida del pueblo y beneficia a los ricos. Y por ese camino, quien sabe, federar a los partidos también. Federar, no anexar.
Que sigan su curso la política, los grandes acuerdos, los titulares, y que los diputados del PC hagan su trabajo en el Congreso. La Izquierda, por su lado, que se repliegue al pueblo, a los municipios, a las poblaciones. No pensando en pactos para 2014, sino en construir un movimiento social indestructible. Cuando Arrate habló de Luis Emilio Recabarren se refería a eso, a ese trabajo federativo por un programa de cambio real, no a conquistar votos para esta elección.
Asi, capaz que un día nos sorprendamos de haber ganado una elección aquí y otra por allá. Y empezaremos a ser indispensables, no para segundas vueltas, sino para fortalecer la agenda que las campañas de Arrate y MEO afincaron: no se puede gobernar más en Chile como se hizo hasta ahora, y contar con la misma docilidad.
Comenzaron los importantes descalabros.
Por Alejandro Kirk