En las elecciones de 1970, el diario El Clarín llamaba a Jorge Alessandri, candidato de la derecha, “la Señora”, por ser un solterón contumaz y, posteriormente, fue acusado de amante del líder Gremialista, Jaime Guzmán Errázuriz. Que las encuestas y la publicidad de los yanaconas hayan engañado a Sebastián Piñera en la primera vuelta del 19 de noviembre último, no es nuevo en la historia política chilena: en los años 70, la empresa de Mario Hamuy realizaba las encuestas de opinión, y daba un triunfo fácil para Jorge Alessandri; luego, Augusto Pinochet también fue engañado por las encuestas, que le daban una victoria segura al SÍ, en el plebiscito de 1988. Las cámaras de televisión son traidoras: basta que enfoquen en un defecto corporal y termina por hundir al entrevistado, lo que ocurrió con Alessandri, cuando las cámaras enfocaron sus manos temblorosas, signo de chochera e incapacidad para gobernar.
Sebastián Piñera ha demostrado ser el rey de los “metepatas” ante las cámaras de televisión: muestra tantos tics y mueve su cuerpo como una gelatina que provoca entre nerviosismo e hilaridad en los telespectadores. Sus asesores, entre ellos su primo, André Chadwick, le recomienda que no acepte ninguna invitación a programas de radio y televisión, menos a un foro, pero Piñera, que es un niño mimado, porfía en asistir, con el consiguiente perjuicio para su campaña.
No se puede medir daño que le ha causado, en la primera vuelta, su combate verbal con los periodistas de Tolerancia 0, Mónica Rincón y Daniel Matamala, respecto de las empresas Zombies, utilizadas para eludir impuestos – salvo el arribista Marcelo Chino Ríos, los espectadores estuvimos seguros de que el ex Presidente de la República era el rey de la elusión de impuestos – y que esta práctica sea legal en Chile no resta que sea inmoral y un muy mal ejemplo para los contribuyentes, pues los incita a esta práctica inaceptable; en este mismo rango se pueden ubicar las empresas, localizadas en paraísos fiscales, cuyos socios son, incluso, los herederos nietos del ex Presidente Piñera.
El lunes, 4 de diciembre, en una entrevista con la radio y varios canales de televisión, Piñera remató sus metidas de pata – sobrepasan, de lejos, las “piñericosas” – y haciéndose eco de acusaciones infundadas, repitió que fraudulentamente se había entregado cédulas marcadas con preferencias para Alejandro Guillier y Beatriz Sánchez, una gravísima acusación, toda vez que no fue denunciada en su momento ante la justicia, pues en el hipotético caso de ser verdad, constituiría un grave delito electoral, peor que el cohecho y el soborno. Según el director del Servicio Electoral, Patricio Santamaría, hasta ahora no existe ninguna denuncia, ni ante SERVEL, El mismo candidato Piñera, al darse cuenta del error garrafal que estaba cometiendo al emitir declaraciones tan audaces y, tal vez, malintencionadas, trató de enmendarla diciendo que “la marca” de los votos no había incidido en los resultados de la primera y que no acusaba al Servicio Electoral de negligencia.
Desgraciadamente, algunos ciudadanos son muy olvidadizos y otros ignoran nuestra historia electoral: en 1973, “un señor, de apellido del Valle” acusó al gobierno de la Unidad Popular de un fraude electoral de proporciones, que había permitido que los candidatos a parlamentarios obtuvieran el 43,3% de los votos, la más alta votación que ha obtenido la izquierda en la historia de Chile – sólo superada por los candidatos radicales, Pedro Aguirre Cerca y Juan Antonio Ríos, pero hay que considerar que tenían sólo un rival por parte de la derecha; otro antecedente fue el 51% obtenido por la izquierda en las municipales de 1971. Posteriormente, se comprobó que estas acusaciones eran falsas y expresamente colaboraron a profundizar la estrategia de los “mariscales rusos”, propuesta por Claudio Orrego Vicuña, de la Democracia Cristiana, para derrocar al Presidente Salvador Allende en crudo y nevado invierno chileno.
Beatriz Sánchez, ex candidata del Frente Amplio, asqueada e indignada por la inmoral acusación de Piñera – como si este personaje asumiera alguna ética de la responsabilidad, mucho menos de la convicción – decidió anticipar el fin de su período de reflexión y votar contra Piñera, es decir, a favor de Guillier, el próximo 17 de diciembre. O sabemos cuánta influencia tenga la determinación de Beatriz Sánchez en los votantes del Frente Amplio. Pienso que siempre se dan algunos dirigentes y simpatizantes que elegirán el camino de la abstención o del voto nulo o blanco, a pesar de que todo indica que darse este gusto, votándose a adolescente revolucionario, es regalarle el triunfo a Sebastián Piñera.
Reiterar el lugar común de que nadie es dueño de los votos es, simplemente, una majadería cuando sale de la boca algunos dirigentes del Frente Amplio, pues si pretenden ser líderes de un movimiento que se pretende nuevo, puro, renovado y sobre todo, de tener una visión del país y un programa – yo coincido en todos sus puntos – no puede refugiarse en “aguas tibias” de los lugares comunes, aunque – pienso – es buena idea exigir al candidato Guillier más decisión y menos ambigüedad en pronunciamientos respecto a puntos centrales del programa del Frente Amplio, pero a su vez, estos líderes deben colaborar en la derrota de Sebastián Piñera en el balotaje del 17 de diciembre.
Rafael Luis Gumucio Rivas (El Viejo)
05/12/2017