La Chilenidad

En estas fiestas patrias, en el año llamado Bicentenario de la Independencia, (el cual en realidad debería llamarse el Bicentenario de la Dependencia) al compas de las cuecas, de los discursos llenos de promesas y del uso indiscriminado de la Televisión Estatal TVN por inducir a un consumismo enfermante, uno se encuentra con el concepto […]

La Chilenidad

Autor: Director

En estas fiestas patrias, en el año llamado Bicentenario de la Independencia, (el cual en realidad debería llamarse el Bicentenario de la Dependencia) al compas de las cuecas, de los discursos llenos de promesas y del uso indiscriminado de la Televisión Estatal TVN por inducir a un consumismo enfermante, uno se encuentra con el concepto de chilenidad, concepto que cambia de sentido para el que vive en el extranjero, para aquellos que se nos negó el reingreso y debimos optar finalmente por quedarnos fuera de por vida, ya sea porque iba a ser muy difícil empezar de nuevo cuesta arriba, o porque los hijos echaron raíces las que finalmente nos envolvieron o porque ya no nos gusta el sistema que existe allá.

Bueno, mi intención es hablar de la chilenidad, o que tan chileno puede considerarse una persona que abandonó el país por allá por el año 1973, con unas cuantas visitas cortas por el terruño. Desde mi punto de vista me chocan varias actitudes que han adquirido los chilenos, en primer lugar una serie de palabras prefabricadas que les permite tapar la ignorancia que poseen de la situación política del país. Uno muy común es la palabra “tema”. Todo es un tema sin entrar en mayor argumento, el problema de la explotación de los mineros es el “tema minero”. El problema de la huelga de hambre de los mapuches es el “tema Mapuche”, las futuras manifestaciones de los pingüinos y universitarios que se avecina entrarán a ser parte del “tema país”, y con el tema y el sujeto se acaba la conversación, al hablar del tema se está suponiendo un conocimiento profundo del caso y se oculta la ignorancia de lo que pasa. Por eso si quieres parecer una persona conocedora de la huelga de los mapuches debes expresarlo  como “el tema es más menos la huelga de hambre” y verás que todos aplaudirán tu traje cuando andes en pelotas por la calle. Cuando escucho estos términos veo qué tan lejos estoy de pertenecer a una sociedad desinformada como la chilena, sobre todo que hoy día nunca habíamos tenido tanta información a la mano y tantos periódicos alternativos diferentes del duopolio chileno de El Mercurio y Copesa, a manera de ejemplo podemos nombrar El Clarín, El Mostrador, Piensa Chile, El Ciudadano, The Clinic, Cambio 21, Fortín Mapocho, La Nación entre muchos, y pasando afuera tenemos Rebelión de España, The Christian Science Monitor, La Jornada y Proceso de México, Página 12 de Argentina etc., etc., etc.

Han existido varias oportunidades en que he conversado, ya sea por teléfono o en personas acerca del “tema binomial” y me he encontrado con la sorpresa de que tengo que explicarles el sistema eleccionario de Chile, tanto aquí  a chilenos  en Canadá como a compatriotas en el paisito, porque ellos no sabían que así funcionaba el sistema ideado por Guzmán. No trato de hablar de tendencias ni de generalizar en base a tres o cuatro experiencias, pero sería interesante conocer por medio de alguna encuesta cuál es el nivel de conocimiento de la ciudadanía respecto al sistema binomial, no me extrañaría que no lo conocieran. Desinformación e ignorancia corriente en un sistema donde todos los periódicos de circulación nacional hablan de lo mismo o tienen un solo dueño.

Otro aspecto que me llama la atención el “ceachei” que ya me tiene chato. Cuando era estudiante en el Pedagógico, el ceachei lo usábamos en las manifestaciones de protestas en  la calle como identificación, y deportivamente en el estadio para apoyar al club de futbol de la Universidad de Chile, el equipo era de la Universidad y se mantenía con el dinero que generaba en el futbol profesional y el resto se invertía en los otros deportes que se practicaban en la Institución. Ahora el club deportivo es una sociedad anónima, sin vínculos con nuestra alma mater, que usa su nombre y enriquece a unos pocos personeros de derecha, pero de Universitario no tiene nada.

El uso de la bandera, aquella que veíamos flameando solo para las ocasiones que se suponían importantes en aquellos años, como las fiestas patrias, el 21 de Mayo y otras efemérides nacionales, se usa ahora para todo, para el futbol, para una pelea de box, para un concierto de gringos viejos pasados de moda que vienen a sacar los últimos pesos al fin del mundo, y ahora para rematarla he visto una tarjeta de crédito con la bandera como imagen. La bandera y el ceachei ya tocaron fondo hace ratito y no conmueve a nadie, todo lo contrario cabrea.

Veía el otro día la parada militar y solo pude apreciar la apología a estos milicos desgraciados que le hicieron tanto daño a nuestra nación. Hasta hoy día nunca he escuchado a ningún militar decir algo como: “Esto no puede volver a ocurrir”, “Qué horroroso es el mal que nuestra institución ha hecho a miles de nuestros compatriotas”. Todo lo contrario, ahí los veo agazapados ocultándose entre la muchedumbre, los retirados re contratados por sus ex compañeros de armas dentro de la institución, y los activos estudiando para que cuando la oligarquía los mande a  otra intentona golpista, hacer las cosas de otra manera, más efectiva pero igual o peor de sanguinaria para que no los pillen como ahora ha sucedido con los pocos que están presos, recibiendo sus jubilaciones completitas en la cárcel de cinco estrellas  y los activos viviendo un régimen socialista que ya se la quisieran los pobres de Latinoamérica. Como guinda de la torta pudimos apreciar en vivo y en directo un viaje a la Esmeralda para los políticos y sus familiares sin que nadie, obviamente, se acordara de las torturas hechas al padre Woodward lo que motivaron su muerte. Total se trata de lavar la imagen de soldados de la patria.

Sin embargo aún hay cosas que me conmueven y me llegan muy adentro, una de ellas es la cueca, brava o tradicional, del sur o del norte, pero cueca al final, nada me pone más nostálgico que una cueca, hasta dan ganas de bailarla solo. La cueca me lleva mentalmente al parque Cousiño o parque O’Higgins, sus fondas sus paradas militares y el gentío que había allí.  Hoy en día, estas fiestas son fiestas de consumo, hoy en día se va al parque o a cualquier otra fonda a consumir lo más que se pueda en empanadas, anticuchos, asados, chicha y vino hasta reventarse. TVN se encarga de darte consejos de los mejores precios e indicarte cuáles pertenecen a la clase ABC1,  aquellas que cobran por la entrada y dónde podrás ver a cantantes  que divierten a la gente con música colombiana, mexicana y por supuesto con música gringa. Para mi generación, las fiestas patrias no tenían nada de consumismo, era el ambiente, la música, las casas recién pintadas y la bandera flameando al centro de la población junto con la llegada de la primavera lo que nos motivaba. Desde pequeño mis padres nos llevaban el 18 o el 19 al parque a las fondas, lo más que nos compraban era un refresco pero eso nos tenía sin cuidado, la gente comiendo en sus jardines eran los más, los menos comiendo en las fondas. No recuerdo haber entrado a una fonda durante toda mi infancia o adolescencia, como estudiantes no teníamos ni nos sentíamos  con ganas de tener créditos en ningún almacén, vivíamos al día con el dinero exacto para el pasaje escolar, y con algunos pesitos que se podía ganar dando clases particulares. A veces íbamos a ver la parada, pero a la salida por la calle Ejército, lo que más me gustaba era el desfile de los veteranos del 79, los que poco a poco fueron disminuyendo, también cuando pasaba el equipo de alta montaña con sus esquíes y sus perros. Eran años en que equivocadamente y debido a nuestra inocencia pensábamos que el ejército era el pueblo en uniforme. La vida te enseña a veces con el método menos pedagógico que ellas siempre han representado a ese 10% que son en realidad los dueños del país.

Finalmente, cómo no sentirse frustrado al ver tanta injusticia con la nación Mapuche, tanto tramite para poder solucionar un problema creado por los españoles y continuado por los gobernantes de Chile, con la sola excepción del período corto del Presidente Mártir. De qué sirve suscribir tratados internacionales si al final la oligarquía financiera y política se la pasa por el arco de triunfo, y encima tienen la cara para ir a los organismos internacionales a mentir a sabiendas que por diplomacia nadie los interpelará. Para estos hermanos mapuches, algún día también se abrirán las grandes araucarias y alerces donde ellos puedan sentirse libres en su cultura milenaria y puedan celebrar con el resto de los chilenos de corazón el comienzo de una nueva era.

Por Diego Barahona

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